Peñalara (o Monte Gobia, como se recoge en Las Décadas, crónica latina del rey Enrique IV de Castilla) es la montaña más alta de la Sierra de Guadarrama (sierra perteneciente al Sistema Central) y de las provincias de Madrid y Segovia, con una altitud de 2.428 metros sobre el nivel del mar. Es uno de los picos más emblemáticos e importantes de este sistema montañoso y su cima constituye el punto más alto del Parque Natural de Peñalara.
En la cumbre de esta montaña, en donde una vez existió una pequeña imagen dedicada a la Virgen María (la llamada «Virgen de los Claveles«), podemos encontrar aparte del vértice geodésico varios letreros de madera indicando diferentes rutas y sus tiempos de ejecución. El pico de Peñalara está en el centro del macizo montañoso de mismo nombre, el cual es de granito, y alberga una serie de picos alineados de noreste a suroeste. Los bosques de pino silvestre que tapizan las laderas de esta montaña dejan paso, por encima de los 1.900 metros de altitud, a las praderas alpinas y matorrales de alta montaña. A esta cota, y en la ladera este, existe un circo y más de veinte pequeñas lagunas de origen glaciar donde viven más de diez especies de anfibios y otros animales de alta montaña.
No es una ruta especialmente difícil (según el camino que se elija), aunque si que puede ser un poquito larga si se pretende hacer íntegra. En Peñalara han aprendido los alpinistas más importantes de Madrid y es una montaña muy frecuentada por montañeros y turistas gracias a los fáciles accesos que tiene.
Como curiosidad indicar que una teoría sobre la etimología del nombre Peñalara dice que viene de la unión de las palabras latinas Penna y Lara, que significan cabeza y llanura respectivamente. Por tanto, «Penna Lara» significa «cabezas planas«, nombre que hace honor a la silueta redondeada que tiene la cornisa de cumbres del macizo de Peñalara si se mira desde el este u oeste. La «nn» del latín evolucionó a la «ñ» española, dando lugar al nombre que actualmente tiene esta montaña: Peñalara.
Otra teoría relaciona el término con las otras «Peña Lara» que existen en Castilla y León, y con la propia comarca de Lara, que dio lugar a uno de los linajes más importantes de Castilla durante la Edad Media, la Casa de Lara. En esta comarca existe otro Peña Lara.
Tras esta reseña cultural, aquí tenéis de los datos de la ruta…
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Localización: Puerto de Cotos
Tipo de Ruta: Montañismo
Longitud: 13 kilómetros (aproximadamente)
Duración: 4 a 6 horas (aproximadamente según ritmo y paradas)
Época recomendada: Todo el año (en invierno puede resultar necesario el uso de crampones y piolet)
Equipación mínima: Bastón, mochila, botas de trekking o montaña, agua. (más info…)
Ruta GPS: Peñalara
Videotrack disponible:
- Según la climatología, la ascensión puede realizarse en cualquier época del año incluso con nieve. Si pretendemos subir por las canales que ascienden desde la Laguna Grande en invierno, es conveniente el uso de crampones y piolet.
- Hay agua potable hasta la zona de la Laguna Grande, de ahí en adelante es más conveniente llevar agua propia.
- Precaución en los canchales y rocas del Pico de los Claveles.
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Contemplad su arrogante cabeza granítica, tocada de nieve, bañada de sol, destacándose al zarco cielo castellano; ved sus hombros hercúleos contorneados de bravíos roquedos; el regio manto de pinos que de ellos pende, jironado por los calveros…
(Enrique de Mesa)
La ruta comienza desde el Puerto de Cotos, denominación proveniente de la separación que existía antaño aquí entre los pinares de Valsaín y del Paular, ambos cotos de caza y explotación maderera propiedad respectivamente del Rey de España y de la Iglesia, por el Monasterio de El Paular. A este puetro se puede acceder en coche desde Navacerrada (desde Madrid o Segovia por la A-6) o Rascafría (desde el Valle del Lozoya por la A-1); o en tren desde el pueblo de Cercedilla.
En el Puerto de Cotos nos encontramos varios carteles que nos indican las rutas verdes de la zona. Nosotros deberemos seguir siempre las indicaciones de la RV1, que sale desde la parte trasera del restaurante y club alpino que nos recibe en el mismo Parking.
Asímismo comenzamos a ver los avisos de encontrarnos en una reserva natural protegida. Especialmente de anfibios, más de 10 especies distintas, estando 7 de ellas clasificadas como especies amenazadas.
El sendero pronto se nos convierte en un camino forestal de tierra rodeado de hermosos pinares, y que nos conduce hasta una pequeña caseta y depósito de agua. Llegados a este lugar podemos optar por dos caminos:
- Subir una pequeña escalera de piedra que nos conduce por el camino de las Lagunas.
- Continuar por la senda forestal (más ancha), que nos llevará directamente hasta la cumbre por «Dos Hermanas».
El verano de 2008 (la primera vez que algunos subimos hasta el pico) decidimos seguir por la segunda ruta, directamente hacia la cumbre.
El camino no tiene pérdida aún con nieve, aunque el desnivel resulta duro hasta que llegamos a los pequeños promontorios de «Dos Hermanas«. El bosque desaparece a nuestro alrededor. Aunque ya ese primer objetivo merece la pena puesto que dejamos debajo de nosotros, a la derecha, los valles del Lozoya y el refugio de Zabala; y frente a nosotros se extienden los campos de Castilla.
Segovia nos saluda y mientras me dejo embelesar por el paisaje no puedo evitar rememorar la leyenda que da nombre a estos dos promontorios donde nos hallamos; esa que menciona a dos pastoras, Raimunda y Leocadia. Según reza la historia, esta última socorrió a cierto Rey en un accidente de caza quedando este prendado por su belleza y solicitándole una próxima cita en el cercano paraje de Peña Citores (citó rex, donde se citó con el Rey). Al parecer, la joven acudió a la cita sin saber a quien había socorrido y cuando vio llegar al Rey ataviado con sus mejores galas, entró en pánico rogando ayuda divina para aquella situación que se le antojaba insoportable.
En última instancia, unos querubines descendieron de los cielos y sumieron a ambos en un profundo sueño. Cuando despertaron, ella se halló en la celda de un monasterio rodeada de flores y él en su palacio… ambos ya ancianos.
Historias de amor truncado y leyendas que pueblan toda la Sierra de Guadarrama y que forman parte de la especial cultura de estas montañas…
Tras reponer fuerzas y beber un poco de agua, comenzamos la última subida, rectos hasta la cumbre de Peñalara. No más de 15 o 25 minutos. Es verano y se ve bastante gente. Nos gusta la montaña solitaria, pero también se agradece ver cómo la gente disfruta de este magnífico paraje.
A nuestra derecha podemos ver como caen las paredes de la montaña hacia las Lagunas de Peñalara. Paredes que incitan a la escalada con pies de gato y cuerdas. Mi compañero, Juan, me comenta como él y otro amigo, Gonzalo, cometieron la locura de escalarlas con nieve y hielo… sin cuerdas.
Flipo.
Pero pronto esas ideas desaparecen de nuestras cabezas cuando hacemos cumbre y podemos contemplar en todo su esplendor la cara noroeste de la Sierra de Guadarrama. Hace calor, pero el viento sopla en nuestras caras y entendemos que ha merecido la pena el esfuerzo.
Debajo de nosotros podemos ver las lagunas de origen glaciar la montaña, algunas secas dada la época del año; los embalses de la Comunidad de Madrid a lo lejos, los bosques de Valsaín o del Paular (también llamados de Los Frailes, o de Los Belgas por la asociación maderera que los explotó a finales del siglo XIX)… la autovía de La Coruña, horadando los campos como una herida en la tierra.
A la derecha de las Cabezas de Hierro, en Cuerda Larga, las pistas de Valdesquí permanecen cerradas a la espera de las nevadas del invierno. A mi juicio representan otra de esas cicatrices en el entorno natural provocadas por el hombre.
Me fijo en unos insectos que se agolpan junto a las piedras para tomar el sol y sin duda se merecen una foto por ello.
Nos sentamos a contemplar el paisaje y disfrutar de la montaña. Nos sentimos, una vez más… libres.
Al cabo de un rato volvemos a ponernos en movimiento y comenzamos a recorrer el Cordal del Pico de los Claveles (el Cuchillo de la Sierra o Cuerno de Peñalara, según la desaparecida toponimia del Guadarrama). Sin duda la parte de mayor dificultad de la ruta. A ambos lados del Cordal: caídas de varias docenas de metros salpicadas de afiladas rocas.
Este cordal puede bordearse por el norte a una cota algo más baja que, igualmente nos llevará hacia las lagunas. Pero nosotros decidimos recorrerlo íntegro por arriba.
Se hace necesario cierto sentido del equilibrio y el uso de las manos para trepar en determinados puntos. Pero no es de los sitios más difíciles que hemos subido. Sin embargo, no es un Cordal recomendable si las condiciones climáticas no nos acompañan. El viento que nos empuje, la niebla o la nieve pueden hacer que este paso se convierta en una trampa mortal.
Sin embargo, la experiencia vuelve a ser una chulada.
Una vez dejamos atrás el punto más alto del Cordal comenzamos a descender hacia el Puerto de los Neveros y la Laguna de los Pájaros. Comenzamos a observar como mucha gente está haciendo un alto en dicha laguna para descansar o símplemente disfrutar del paisaje. Algunos de ellos aún no han subido a la cumbre, puesto que han venido por otro camino, aunque a nosotros se nos antoja más difícil la subida desde aquella posición que por la que hemos venido.
Rodeamos la laguna y nos enamoramos de su profundo color. No está permitido el baño, aunque con el calor que aprieta y la sudada, no estaría mal poder hacerlo. Sin embargo recordamos de nuevo las advertencias de los Guardas Forestales ya que nos encontramos en una Reserva Natural.
Comemos en su orilla. No hay apenas ruido. Contemplamos por qué la llaman la Laguna de los Pajaros. Algunas aves pasan en picado a beber de sus aguas… Es maravilloso estar aquí.
Decía Enrique de Mesa: «Laguna de los Pájaros! Escondido rincón de paza y sosiego: hasta ti no llega por trillados senderos la vulgar curiosidad de los hombres. Eres humilde, como las violetas de tus orilas. Sonríes con dulzura en la fragosidad agreste del paisaje.«
Me pregunto como sería hace cien años, cuando se escribieron esas palabras…
Tras comer y descansar un poco, volvemos a iniciar camino ya de bajada y comenzamos a recorrer las diferentes lagunas y riachuelos de la montaña. A nuestra derecha la pared de Peñalara nos muestra multitud de rocas despeñadas en tiempos remotos. Quizás es el paisaje que más se asemeja a la Alta Montaña Pirenáica o de Picos de Europa que se puede encontrar en Madrid.
Las cuevas me llaman para que las explore y las rocas me susurran que las trepe. Sin embargo hoy no es el día y continúo el camino.
Seguimos descendiendo y llegamos a las Cinco Lagunas. Su nombre me recuerda a las que se pueden encontrar en Gredos. Pero estas son bastante más pequeñas. Comenzamos a ver vegetación y el paisaje empieza a cambiar. Se empieza a notar el agua.
Seguimos camino y dejamos ya detrás nuestro las lagunas, preguntándonos dónde estará la famosa Laguna Grande. Nuestro mapa no parece ser del todo correcto.
Empezamos una última subida, que depués de más de 4 horas caminando empieza a antojarse pesada. Y, tras continuar unos metros por el sendero bien indicado, por fin la vemos. No está en el camino principal de la ruta, hay que desviarse. Pero ya que estamos aquí, vamos a ello.
Nos desviamos del camino principal y comenzamos a caminar por otro que pronto se cubre de maderos que te impiden entrar en las zonas verdes que sirven de hogar a la fauna local. Frente a nosotros una impresionante pared, que en invierno se cubre de nieve y se vuelve peligrosa. A nuestra izquierda: el Refugio de Zabala. Estamos cerrando el círculo.
Encontramos la Laguna vallada para evitar que la gente pase a donde no debe. Aunque algún lelo lo intenta para dar de comer a algún pájaro. Tontos hay en todas partes.
Nos sentamos en las piedras a recuperar fuerzas para los últimos kilómetros de descenso, y a observar la laguna de un intenso color oscuro. Me evoca leyendas medievales y me hace preguntar qué misterios albergará en sus profundidades. ¿Sabíais que su nombre más primitivo es el de al-Dhaya o al-Zaya? Es el mismo que los montañeses bereberes marroquíes emplean aún hoy para referirse a las lagunas del Atlas y Yebala y que, como demostró Constancio Bernaldo de Quirós a principios del siglo XX, dio nombre al río Lozoya.
Fascinante. La historia debería ser una asignatura obligada para cualquier ser humano durante toda su vida.
Por fin, iniciamos el último camino y los pinos comienzan a acompañarnos de nuevo. Esto ya es más un paseo senderista que una ruta montañera. Se tarda menos de una hora en llegar de nuevo al Parking. El sendero está perfectamente señalizado y se ve a algunas familias que hacen el camino inverso a nosotros.
El camino está plagado de fuentes y la sombra se agradece después del solazo que nos hemos comido casi todo el camino. La temperatura parece descender un poco y pronto llegamos al Club Alpino.
Nos sentamos en la terraza y ahora, sin duda, llega casi lo mejor de estas excursiones: un par de cervezas frías y comentar las experiencias. Desde luego… ha merecido la pena.
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¡Al campo marchemos!
risueña la Aurora
las blancas estrellas
Luciente borró
¡Subid!, Peñalara
de nieve vestido
los rayos nacientes
refleja del Sol…
(Himno Forestal)
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Si que debe estar bien escondida esa capilla en cumbre, en más de 30 años subiendo todavía no la he visto
Amigo Celso… eso se debe a que, para bien o para mal, esa imagen lleva desaparecida ya unos cuantos años.
No obstante, tienes razón en que la palabra «capilla» (aunque no necesariamente implica la existencia de un edificio) puede inducir a error, y por ello la hemos sustituido simplemente por «imagen».
Si quieres saber más acerca de la «Virgen de los Claveles» que una vez estuvo en la cumbre de Peñalara, te recomendamos visitar este blog donde se hace un repaso a esta historia y podrás ver alguna foto de cómo era; ya que, como dices, no la conociste en estos 30 años…
https://www.acueducto2.com/la-virgen-de-claveles-penalara-1/17285
https://www.acueducto2.com/la-virgen-de-claveles-penalara-y-2/17326