El otoño es, sin duda, una de las épocas del año más espectaculares para salir a trotar por nuestros entornos naturales. La impresionante gama de colores que tiñen nuestros bosques y montañas hacen que nos animemos más aún si cabe a recorrerlos, «armados» de nuestros bastones y una cámara de fotos.

Sin embargo, el que aún no estemos en plano invierno no nos garantiza una actividad libre de percances; y el hecho de que la climatología sea bastante variable (con condiciones casi estivales en septiembre o invernales según se acerque el mes de diciembre) nos debería mantener atentos a algunos errores que se suelen cometer en esta época y que pasamos a enumeraros para que podamos estar prevenidos ante ellos.

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Infravalorar la lluvia

A pesar de que, desgraciadamente, la sequedad se ha implantado casi como una norma en nuestro país en los últimos años, y que no estamos hablando del periodo primaveral, las lluvias en otoño suelen ser intensas y empapan considerablemente el suelo (lo que sirve para rellenar los acuíferos explotados durante el verano).

Esta humedad provocará que el terreno pueda estar embarrado, con lastras más resbaladizas de lo habitual, arroyos difíciles de cruzar o caminos parcialmente encharcados. Por ende, conviene contar con un buen calzado y prestar atención al camino… y al apoyo de nuestros bassones.

Por otra parte, los árboles estarán más húmedos de lo normal y serán menos resistentes al azote del viento; así, podríamos encontrarnos con derribos puntuales de los mismos por esta causa. Lo cual resulta peligroso.

Nieblas

Debido a la citada humedad del ambiente y el terreno, todo ello combinado con diferencias de temperaturas considerables entre el día y la noche, el otoño es propicio para la aparición de nieblas en según qué zonas. Esto puede provocar una importante reducción de la visibilidad en nuestro camino, y llevarnos al extravío.

En estos casos conviene siempre empezar la actividad un poco más tarde, cuando el sol caliente más la atmósfera y la niebla desaparezca, que arriesgarnos a perdernos. Sobre todo si no contamos con un GPS de montaña.

Orientación en los bosques

Los bosques nos aportan una infinidad de detalles en otoño sobre los que detenernos, ya sea para observar la Naturaleza o para fotografiarla. Sin embargo, estas distracciones pueden llevarnos a la desorientación más aún si nos salimos de los caminos para realizar esas experiencias. Dado que la orientación en un bosque resulta compleja al carecer de puntos de referencia claros (los árboles pueden llegar a ser todos iguales), conviene no perder los caminos de vista o, en caso de tener que hacerlo, contar con una brújula y saber utilizarla.

Realizar la actividad por la tarde

Suele ser también habitual salir a comer con la familia o los amigos a algún pueblecito cercano a nuestra casa, y querer animarse posteriormente a dar un paseo por la Naturaleza para «bajar la comida».

El problema aquí radica en que en otoño anochece más temprano que en verano, y la luz disminuye de forma aún más notable si además estamos rodeados por montañas. Por lo que nunca conviene lanzarse a andar por el campo después de comer. Siempre será mejor realizar la actividad por la mañana y terminar el día con una buena comilona…

Subestimar la temperatura

Aunque esto nos puede suceder en cualquier época del año, en otoño suele más habitual que ignoremos las diferencias de temperatura que podemos encontrar entre el aparcamiento donde dejamos el coche (habitualmente más suaves, a resguardo de un bosque y a cotas más bajas) y nuestro destino final.

Mientras nos mantenemos en marcha nuestra temperatura corporal se mantendrá a niveles tolerables de frío/calor. Pero al detenernos será el primero el que se vuelva más profuso, y será entonces cuando quizás echemos de menos el forro polar o la chaqueta que hayamos dejado en el coche.

La trampa de los «paseos cortos»

Como ya hemos citado algo más arriba, en otoño los días son más cortos. Y, salvo que hayamos madrugado mucho, puede que en nuestra actividad echemos en falta algo de luz si nos extendemos demasiado en ella.

Solemos pensar que no es necesario llevar un frontal con nosotros porque la ruta «será corta», pero no será la primera vez ni la última que nos acabemos entreteniendo en el camino (haciendo fotografías, disfrutando de la belleza de la ruta otoñal…) y tengamos que volver hasta el punto de partida por una zona donde apenas se filtran los últimos rayos de luz solar. Con el peligro de caídas y/o torceduras que esto pueda ocasionarnos.