Cabeza Antón (1.396 m.), o Las Enebras según algunos textos, es la cumbre más elevada del término municipal de El Atazar y está situado en el puesto número XX de las cumbres más prominentes de la Comunidad de Madrid. Se trata de una cumbre plagada de extensos jarales y algunos bosques de repoblación (pinos en su cumbre y ladera norte, y robles en su ladera sur), con unas vistas privilegiadas del Embalse del Atazar y la vertiente sur de la Sierra del Lobosillo.

Debido a su estratégica situación, en su cumbre podemos encontrar una estación meteorológica y forma parte de la Reserva de Caza del Sonsaz (gestionada al mismo tiempo por la CAM y Castilla-La Mancha) que, aunque parezca mentira debido a su condición cinegética, ha permitido la conservación de numerosas especies desde el año 1973 como el jabalí, el corzo, el conejo y multitud de especies de aves.

Por otra parte, el Torrejón (1.293 m.), es la última cumbre relevante de toda esta vertiente montañosa de Guadarrama-Ayllón por el sur. Se trata de un monte de líneas piramidales que lo hacen muy reconocible desde el pueblo o desde el Cancho de la Cabeza, en el cercano Patones. Su ladera norte también está repoblada con robles, pero en general se trata de una elevación tapizada por arbustos bajos y jaras cuyo atrativo principal es otro punto de vista de las mismas panorámicas que la Cabeza Antón, y una amplia visión de los campos cerealistas y de otros cultivos que pueblan Madrid por toda la Vega del Jarama hasta llegar a la capital o a comarca de Las Vegas.

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Localización: El Atazar

Tipo de Ruta: Senderismo

Longitud: 13 kilómetros (aproximadamente)

Duración: 4 horas

Época recomendada: Todo el año

Dificultad MIDE:  → 

Equipación mínima: Bastón, mochila, botas de trekking y agua. (más info…)

Ruta GPS: Cabeza Antón & El Torrejón

Recomendaciones:

  • No hay agua potable en el recorrido, salvo algún arroyo en el GR-88 cuyas aguas deberíamos potabilizar debido a la presencia de ganado de primavera a otoño. Así que es recomendable llevar 1 l. de agua en la mochila.
  • En la salida del pueblo no hay que perder de vista la pequeña sendsa que se introduce en el jaral hacia el norte. Si seguimos por la evidente pista que recorre la cara sur de la montaña daremos demasiado rodeo para llegar arriba y quizás ya no nos apetezca subir después al Torrejón debido al desgaste realizado.
  • Parte de la ruta recorre tramos del GR-88 (Senda del Jarama o Sendero Segoviano, según la publicación); pero este sendero de largo recorrido está actualmente descatalogado y no mantenido, por lo que no siempre encontraremos señalética del mismo. Conviene tirar de GPS o de mapa para ubicarse correctamente.

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Comienza un nuevo año, y qué mejor manera de empezarlo que con una salida a la montaña.

Continúo «explorando» lugares aún no visitados, aunque los haya visto en la lejanía. En esta ocasión me toca dar un paseo invernal cerca del gran Embalse del Atazar, que está acusando la sequía de los últimos tiempos. Es invierno, si, pero no asoma ni una gota de agua o nieve por aquí desde hace tiempo. Solo algo en las cotas más altas, pero que no tardará en desaparecer si no cambian mucho las cosas.

El pueblo del Atazar es otro de esos rincones «perdidos» de Madrid que me quedaban por conocer y reconozco que, sin llegar a la belleza de otros que salpican estas serranías, sus particularidades lo hacen muy bonito. Un lugar donde puedes retirarte a descansar del jaleo de la gran ciudad y las Navidades que están a punto de finalizar.

Aparco el coche junto al polideportivo del pueblo, justo en la puerta del pequeño centro de salud. Y desde allí veo mis objetivos del día.

Se me han olvidado los mapas de referencia, pero la dirección parece clara.

Esperaba más frío.

Desciendo por una senda que me conduce a un par de pequeños huertos algo destartalados, con la vista puesta en una pista que recorre la montaña por su cara sur. La idea es recorrerla hasta encontrar algún punto desde el que pueda atajar hasta la cima; pero no lo tengo nada claro, la verdad. Enseguida veo, además, que mis pasos parecen querer ir solos por una vereda más evidente que se mete en el jaral en dirección norte.

Este parece un camino más propio para senderistas, así que sigo mi instinto y me la juego. Si me sale mal, perderé el tiempo y puede que no llegue a coronar la montaña… pero habitualmente mi intuición me suele servir bien.

Así, voy caminando tranquilamente rodeado de arbustos, sin perder de vista mi objetivo y tratando de girar, siempre que me encuentro algún desvío, a la derecha. El campo conserva matices del olor del aceite que desprenden las jaras, a pesar de ser invierno. No quiero ni pensar la explosión de aromas que habrá por aquí en primavera. Si algún día me mudara a otra comunidad autónoma o país, creo que echaría de menos el olor del piorno y el brezo, el perfume de las jaras y los pinares; todos ellos tan características del Guadarrama y casi todo el Sistema Central.

Aunque por un rato parecía que me alejaba de mi meta, finalmente voy girando poco a poco hacia el sur y el camino me lleva hacia la cumbre sin aparente pérdida.

He de reconocer que no las he tenido todas conmigo durante un rato, pero según voy ganando altura mis dudas se disipan. Sobretodo cuando veo delante de mi el afloramiento rocoso que algunas publicaciones nombran como el verdadero Cabeza Antón y que según el IGN es la zona de Los Enebros. Desde el punto en que lo veo enfrente, la trocha que sale a mi derecha se empina considerablemente y tengo claro que me conducirá directamente hasta la cima.

Antes de llegar a ella, me detengo en un magnífico mirador marcado con una especie de pequeño «majano» (aquí, como un hito de un par de metros de altura) a la vera del cortafuegos que recorre toda la parte superior de la montaña.

A pesar de la ausencia de nieve (e incluso de frío) la recompensa de las vistas es maravillosa; y tan solo me resta acercarme hasta el vértice geodésico rodeado de majanos similares al anterior para dar por concluido este objetivo.

¿O no…?

Me doy cuenta al consultar el GPS que hay una cota algo más alta en la montaña. Realmente, esta es la verdadera cima aunque el IGN no la catalogue como tal porque no se vislumbra desde El Atazar. Desde esta cota de 1.403 msnm. se obtienen mejores vistas de parte de la Sierra del Lobosillo y la Peña de la Cabra (1.831 m.) en un extremo.

Ahí debajo, escondida, está la localidad de Puebla de la Sierra. Uno de los municipios con más encanto de Madrid y, sin duda, el más aislado.

Tras disfrutar de nuevo de las vistas por un par de minutos, de estos regalos de Reyes anticipados, ya solo me resta bajarme de aquí por el noreste para alcanzar la pista forestal por la que transita el GR-88 de vuelta al pueblo.

El camino es sencillo y lleno de pequeños atajos que sortean la pérdida de tiempo que supone realizar las curvas del camino de forma integral. Es aquí donde me encuentro con las únicas personas que veré a lo largo de la jornada. Unos ciclistas que, a mi pesar, usan caminos que no deberían. Parece que ni entre semana ni en un lugar tan apartado me libro de estas cosas…

Una vez llego a la pista, no deja de asombrarme la soledad de estos parajes y de como estas pistas comunicaban antaño estos pueblos tan aislados y, a la par, tan cercanos a una urbe tan grande como Madrid. Qué cosas…

Me giro y veo el Torrejón.

Reconozco que el desgaste de la bajada me ha hecho pensarme si subirme a él o no. Pero me conozco muy bien… a pesar de que mis rodillas me están dejando claro que debo cuidarlas más, no voy a dejar pasar la oportunidad de alcanzar otra cumbre hoy.

Continúo adelante y remonto el único y evidente camino que lleva hasta lo más alto de este monte de líneas tan perfectas. Como las que un niño/a dibujaría para una montaña de un paisaje…

En las últimas cuestas, en donde llego a quitarme ropa porque imagino que en realidad es verano, creo oír chirríar a mis rodillas. Pienso para mis adentros que, si me pasa esto en estas montañas tan pequeñas, o hago algo para remediarlo o puede que me queden pocos días de montañero. Lo cual, no deja de preocuparme y entristecerme.

La panorámica me ofrece, desde la cumbre, un ángulo distinto del embalse; con la Cabeza Antón en un lateral del «plano».

Desde aquí ya solo me queda volver al coche e irme a casa. Pero en vez de recorrer la aburrida pista forestal que, además, me obligaría a subir de nuevo para remontar desde el valle hasta el pueblo, me decido a recorrer la trocha que identifico por las señales roja y blanca como el itinerario real del GR-88.

No me arrepentiré porque este camino me permitirá caminar por entre los robles que pretenden crear un nuevo bosque en la zona, detenerme en varios paneles interpretativos de la Reserva del Sonsaz y el poder aprovisionarme de agua que, al no haber ganado ahora por encima de mi, no necesito depurar.

El camino ahora no tiene pérdida; así que solo espero ya a mi habitual «recompensa» cervecera fresquita, a sentir un poco más de tiempo la calma de este lugar y, después, a la vuelta a casa con mi gente para contarles, como siempre, lo bonitos que son los parajes que descubro en cada salida.

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