La Mira es un pico de la Sierra de Gredos con una altura de 2.343 metros, tratándose por ello de una de las cumbres más altas del sector central de la sierra, dejando siempre al margen las formaciones rocosas que se levantan alrededor del Circo de Gredos. La cima hace frontera común entre los términos municipales de Guisando, Arenas de San Pedro, El Hornillo y Hoyos del Espino, todos ellos pertenecientes a la provincia de Ávila.

La pendiente en la cara norte es suave, comenzando en ella la Garganta de los Conventos. La cara sur, es sin embargo mucho más abrupta existiendo en los alrededores muestras evidentes de erosión glaciar durante el Pleistoceno.

En las proximidades del pico existen dos refugios de montaña. El único en activo en la actualidad es el Refugio Victory (construído por el Club Peñalara de Madrid y propiedad desde 2010 del Grupo Gredos de Montaña), que cuenta con 14 plazas y está situado a 1970 metros de altura. El otro, cerca de la cima, conocido como el Refugio Arenas o «de los Pelaos«, fue construido en 1915 por la Sociedad de Turismo, Alpinismo y Recreo Arenas-Gredos, de Arenas de San Pedro, pero se encuentra hoy día en ruinas.

Su ascensión es relativamente sencilla pudiendo alcanzarse su cumbre tanto por la vertiente sur como la norte. La ruta norte tiene su punto de partida en la Plataforma de Gredos, en el término municipal de Hoyos del Espino, y salva un desnivel de 573 m. La ascensión por el sur se inicia desde el Nogal del Barranco, en el término municipal de Guisando, y salva un desnivel de 1183 m.

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Localización: Guisando

Tipo de Ruta: Montañismo

Longitud: 10 kilometros

Duración: 6 horas

Época recomendada: Todo el año (en invierno es obligatorio el uso de crampones y piolet)

Dificultad MIDE:  → mide_LaMira

Equipación mínima: Bastón (crampones y piolet), mochila, botas de montaña, comida y agua. (más info…)

Ruta GPS: La Mira

Recomendaciones:

  • Hay agua potable en el recorrido, dos fuentes, más otra en el refugio. Sin embargo en invierno pueden hallarse congeladas, así que es recomendable aprovisionarse antes o llevar un hornillo para derretir nieve.
  • El Refugio Victory es una instalación pequeña a pesar de estar siendo rehabilitada (a fecha de 2013). Si nos vamos a alojar en él, conviene hacerlo con antelación ya que los escaladores de Galayos suelen ocuparlo. Visitad su web.
  • Si vais con tiempo y os gusta la escalada en roca aquí podéis disfrutar de unas buenas trepadas con cuerda en los espectaculares Galayos. E incluso alcanzar el Gran Galayo, con experiencia al menos en trepadas, por una de sus caras (tan solo con un poco de precaución).

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Día 1:

El Valle de Diamir, la Cascada del Khumbu, Namche Bazar, Chamonix, las Grandes Jorasses, los Dolomitas, el Campo de Hielo en la Patagonia… lugares, nombres, recuerdos que todo montañero lector tiene en su cabeza y que ha visitado o ha deseado visitar alguna vez en su vida.

Monumento a la Cabra de GredosQuien tuviera varias vidas para dedicárselas a esos parajes, esos bosques, esas montañas soñadas y conocidas tan tarde. Con los años (y la suerte de haber viajado) he aprendido que no se ha vivido hasta que no se ha experimentado alguno de esos paisajes, donde la belleza habita en exclusividad.

Sin embargo, casi siempre, por mucho que haya disfrutado de ellas, no ha sido en las grandes montañas donde he dejado de ser yo mismo – o he recuperado una sustancia de mi, perdida – sino en los pequeños lugares. Lugares olvidados aunque cercanos. No transitados por ser difíciles o carentes de atractivo al hombre moderno. En esos sitios he sido yo mismo. Y si los enumerara, la mayoría os sorprenderíais.

Mi amigo Gonzalo y yo estamos esta vez en la Plataforma del Nogal del Barranco, en el municipio de Guisando, en Gredos, para afrontar una de las rutas más bellas que se pueden hacer en esta cordillera. Y casi olvidada por los que no son montañeros o escaladores, ya que no es un paso obligado a ningún sitio. Tan solo a los espectaculares espolones de Los Galayos.

Hace frío.

El otoño da sus últimos coletazos y el invierno entra sin piedad con sus frentes de aire del norte.

Después de habernos equipado en el aparcamiento, iniciamos la ruta por la evidente senda del PR-AV 43, el Carril de los Galayos, junto al pequeño refugio libre que está junto a la plataforma.

PR-AV 43

Frente a nosotros, por entre los árboles que aún nos acogen, se alzan las peladas cumbres de Gredos. No vemos nieve aún, pero sabemos que está ahí, tras lo que ha caído la semana pasada.

Hace mucho tiempo que queremos venir por aquí, no solo para realizar la ascensión de una de las cumbres importantes de estas montañas, sino para conocer un refugio mítico del montañismo español y para poder contemplar los míticos Galayos; un conjunto de agujas graníticas entre los 2000 y los 2200 metros de altura entre las cuales se encuentra el famoso Torreón: una columna vertical aislada que supera las cotas antes mecionadas.

En esta ocasión no lo intentaremos, pero parte de nuestra «misión» es la de familiarizarnos con esas paredes para una futura escalada.

Garganta de los Galayos

Desgraciadamente, por determinadas circunstancias se nos ha hecho un poco tarde hasta llegar aquí y seguramente se nos va a echar la noche encima antes de llegar al refugio. Por ello tratamos de no darnos descanso, ni siquiera cuando vamos dejando detrás de nosotros el pinar y nos adentramos en la Garganta de los Galayos y comtemplamos aún iluminados por el sol nuestros objetivos.

Sin duda, el paraje es grandioso y no tiene nada que envidiar a otras montañas de la Tierra.

Salvando las distancias, este río, salvaje y plagado de sedimentos de todos los tamaños, nos recuerda a otros vistos en documentales del Himalaya o el Hindukush. Si sumamos la luz de las últimas horas del día y la soledad absoluta en la que caminamos… Estamos alucinados.

Macho CabríoTan solo un par de veces la monotonía de nuestros pasos es rota por algún suceso. Concretamente la aparición de un par de camadas de cabras montesas, guiadas por impresionantes machos cabríos, que se cruzan frente a nosotros desafiantes.

Sus crías «pían» como pájaros (sonido realmente inesperado y curioso), y pronto se alejan de estos visitantes indeseados que caminan a dos patas.

Hace rato que hemos roto a sudar. El camino parecía fácil pero ya hemos vislumbrado la posición del Refugio Victory y comprendemos el tremendo desnivel de 1.200 metros que vamos a tener que superar en pocos kilómetros.

A pesar de ello, no tenemos calor y cada dos por tres hemos de colocarnos los guantes o el forro polar para no quedarnos demasiado fríos. Lo malo es cuando debes quitártelos de nuevo por la sudada que llevas encima. Es un no parar.

El camino se va volviendo cada vez más abrupto aunque la senda es clara. Sobrepasamos las Fuentes del Mediodía y de Macario, y sentimos como, cada vez más, las paredes se nos van echando encima mientras la luz del día nos abandona.

Hacia La Apretura

Los rayos del sol dejan de acariciar lentamente las cumbres de la Sierra y tratamos de memorizar la posición exacta del refugio gracias al ténue brillo que proporciona su tejadillo. El emplazamiento resulta imponente . Practicamente colgado del acantilado que se abre bajo él.

No nos tomamos ni un descanso y yo empiezo a notarlo. Debo bajar el ritmo.

Me siento fuerte, pero el problema es que estoy entrenando en la ciudad para correr la San Silvestre Vallecana, y esta misma mañana he corrido la media distancia de lo que habré de recorrer el 31 de diciembre, para no perder la costumbre. Eso me ha llevado a un sobreesfuerzo, un sobreentrenamiento para el día de hoy.

Y empiezo a notarme cansado a la vez que fuerte. Y eso no es bueno.

Trato de marcarme un ritmo, aunque sea lento, y dejo que Gonzalo se adelante hasta el principio de las «zetas» que nos elevarán hasta la cota del refugio.

Zetas hacia el Victory

Cuando nos reunimos, tras descansar un par de minutos, no tardamos mucho en ponernos de nuevo en marcha para no quedarnos fríos.

Cada vez nos sobrecoge más el paisaje, que se alza en derredor. Y las «zetas» no parecen tan duras como aparentaban desde abajo.

No obstante insisto a Gonzalo que quizás deberíamos sacar los «frontales» para llegar hasta arriba. Nos estamos quedando sin luz y este último tramo puede ser peligroso. Él es de la opinión que es mejor acostumbrar los ojos a la oscuridad, pero según vamos subiendo entra en razón y ambos comenzamos a caminar bajo la luz de los frontales.

Desde este momento en que el sol escapa por los valles, la confianza en tu compañero es fundamental. Ambos miramos el uno por el otro. No conocemos el camino, así que los dos buscamos los hitos del camino por si el otro los ha despistado.

Se va el Sol...

La temperatura desciende en picado. Veo mi respiración en forma de vaho frente a la nariz.

Pisamos los primeros neveros, que empiezan a crujir mientra la nieve se escarcha en hielo.

Trepamos por unas rocas, sobrepasamos un par de arroyos. Aseguramos bien los pasos expuestos que tan solo nos conducirían a la negrura y, con tan solo diez o quince minutos de retraso sobre el tiempo previsto, por culpa de la oscuridad, pronto llegamos a la repisa donde se alza el pequeño refugio.

Estamos en La Apretura. Bajo la «sombra» del Gran Galayo.

Si ya era increíble el emplazamiento desde abajo, el estar aquí lo hace aún más sorprendente. Resulta increíble que un helicoptero pueda aterrizar aquí, y no nos extraña en absoluto el accidente que hubo hace un tiempo con una aeronave del GREIM.

Preparando sopa a bajo ceroEn el refugio hay un ambiente gélido así que pronto nos ponemos a preparar sopa para tratar de entrar en calor. Fuera comienza a soplar el viento, y la sensación térmica baja en todas partes.

Pasamos el resto de la tarde/noche cenando y recuperando las fuerzas. Salir a hacer de vientre va a ser mayor aventura aún que el llegar hasta aquí. Sin embargo, la experiencia es enriquecedora. Algo especial. Algo que te hace preguntar como sobreviven los himalayistas a 8.000 metros en peores condiciones que estas.

Cada cual se pone a prueba en las condiciones que él mismo se busca. Y todas pueden ser extremas.

Salgo un momento al exterior. El hombre no está hecho solo para mirar a la tierra, sino a las estrellas.

Con un último vistazo me llevo hasta mis sueños los luceros que asoman por encima de los vértices de Los Galayos…

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Día 2

La noche ha sido dura.

Muy dura…

El viento se ha hecho más intenso en el exterior y la temperatura ha descendido en el interior a bajo cero. Uno de los sacos no era el adecuado y hemos tenido que «racionarlo» a pesar de dormir completamente vestidos.

Afortunadamente el sol ha comenzado a salir y me he levantado para preparar té.

El movimiento ayuda a calentarse y el viento ha cedido afuera. Un par de carreras. Preparar la mochila. Y el desayuno…

No tardamos más de veinte minutos antes de ponernos a andar, subiendo por la canal que asciende desde el refugio, siguiendo los hitos.

El refugio al amanecer

Al principio el paso es lento mientras abro camino. Aún estamos anquilosados por el frío. Pero poco a poco las piernas despiertan y el cuerpo se va encontrando más cómodo. Más fuerte que ayer.

Parece que no, pero al final se descansa…

Ascendemos por un canchal de rocas en donde es necesario prestar un poquito de atención a las señales que nos conducen hacia la cumbre.

Prestamos atención a no dirigirnos hacia la derecha, sino a la izquierda. Dejando a nuestras espaldas el Galayar.

Canchal de Galayos

Si nos equivocamos iremos a la Puerta Falsa, y tendremos que dar un rodeo trepando para recuperar el rumbo.

Gonzalo está a punto de tirar por ahí, pero le corrijo y seguimos acercándonos hacia el Macizo de La Mira, nuestra meta final, dejando atrás el Gran Galayo, el Torreón, la Aguja Negra

Es curioso como el paisaje nos resulta más familiar aquí arriba que abajo. Allá, el paisaje es muy distinto a la cara norte, por donde estamos acostumbrados a llegar a Gredos. Es más agreste. Sin embargo por aquí se ve más fertilidad. No huele a retamas sino a bosques, flores, cultivos… vida.

Aquí arriba, por contra, ya estamos en el reino de la roca y la nieve. Todo es semejante. La nieve aún se agarra al camino y vemos incluso pequeñas cascadas de hielo que hemos de sortear, por no andar sacando nuestros crampones de las mochilas.

Hielo

Dejamos a nuestra izquierda la Canal de la Mira y nos dirigimos con parsimonia a un pequeño collado desde donde vemos que la montaña nos está escupiendo nieve.

Ha estado advirtiéndonos toda la noche, parece que no le gusta que seamos tan tozudos de querer encaramarnos a su cumbre.

Tenemos que echar mano de los piolets como ayuda para encaramarnos a las últimas rocas; y, al fin, antes de salir al Prado de los Pelaos, nos abrigamos bien (cortavientos incluído) pues escuchamos rugir el viento por encima de nuestras cabezas, como lo ha estado haciendo toda la noche.

Sobrepasamos las últimas lajas y nos elevamos sobre el paisaje con un grito de victoria.

El viento nos empuja y las nubes se aproximan desde el norte, amenazantes. Pero ya nos da igual. Lo peor ha pasado…

Panoramica desde el Collado

Los pies se hunden sobre nieve polvo mientras iniciamos la marcha hacia la cumbre. El viento no para de soplar y el frío que no hemos notado en el resto del ascenso se hace más patente aquí. Pero mientras nos movamos, todo irá bien.

Compruebo que el GPS funciona mientras las nubes nos sobrepasan a toda velocidad.

A veces vemos el camino y otras veces no. Pero progresamos decididos por el rumbo correcto.

Por nuestra derecha, a varias docenas de metros, vemos en un suspiro las ruinas del Refugio de los Pelaos, y la Fuente de la Mira, ahora congelada. Es una lástima no podernos acercar a verlo con calma, pero no podemos perder mucho el tiempo. Tenemos el frente de nieblas demasiado cerca.

Ruinas de Los Pelaos

El resto del camino es como deambular por un campo de algodón gigante.

Toda esta zona es más o menos tendida. Prados de altura. Sin dificultad técnica alguna. Lo cual contrasta bastante con el lugar en donde hemos pasado la noche.

Vemos a lo lejos un túmulo rocoso que identificamos rápidamente como la cima de la montaña. Tras ella, las nubes no nos dejan ver el paisaje y nos decepciona un poco el no poder contemplar las vistas de viejos conocidos como el Almanzor o La Galana. Sin embargo, el estar aquí, incluso más por la condiciones en las que nos encontramos, nos llena el corazón y se nos graba a fuego para siempre.

Cumbre de La Mira

¡Cumbre!

La ventisca aumenta. El frío corta.

El cielo se abre por unos segundos. Me cuesta enfocar la cámara con las nubes abrazándome y las manos temblando, pero logro captar una breve, aunque hermosa, panorámica del Macizo Central antes de iniciar el descenso.

Panoramica desde La Mira

Las nubes se nos echan encima definitivamente y tratamos de desandar nuestros pasos sobre la nieve. Voy delante por si hay que tirar de GPS en algún momento, aunque no llega a ser necesario.

Mientras bajamos nos encontramos con un montañero que ha subido directamente hasta aquí desde el Nogal del Barranco. Ha debido madrugar bastante, y sin duda está en forma. Pero, a pesar de todo el malestar de la noche, no cambiaría nuestra experiencia por nada.

Dejamos que continúe su camino y nosotros seguimos adelante hasta el collado, que exploramos un poco aprovechando un respiro de las nubes por si podemos bajar por otro punto.

Vuelta al Collado

Tras no mucho más tiempo ni incidentes (salvo un pequeño susto con una roca suelta) llegamos de nuevo al refugio donde empezamos ya a encontrar gente, y más aún que suben desde el valle. Hemos hecho bien al planear la salida así. El tiempo, dentro de lo que cabe, ha acompañado; y la soledad, como siempre, ha hecho del lugar un sitio especial.

Nos lo tomamos con calma antes de iniciar el definitivo descenso.

Esta vez si que vemos bien el camino por donde anoche subimos. Lo hicimos de lujo. No perdimos el camino ni una sola vez, ni arriesgamos más de la cuenta. Aunque bajo la oscuridad de la noche, y a la luz del día para alguien no avezado en hacer de cabra montesa, pudiera parece lo contrario.

Tras tomar un pequeño refrigerio recogemos todo, damos indicaciones a algunos montañeros que tiran ahora para arriba y les aconsejamos sobre el tema del frío. Creemos que van demasiado ligeros.

Nuestra bajada, al igual que nuestra subida, es bastante rápida a pesar de todo y de mis habituales dolores en el pie (debo hacérmelo mirar).

Galayos

Echamos un último vistazo a Los Galayos… Cuenta la leyenda que son los jinetes de Abdallah, el hijo de Almanzor; que, junto a él, traicionaron a su padre y, tras ello, este les condenó a pasarse toda la eternidad a sus espaldas, en Gredos, lejos de su mirada. Nos prometemos volver para escalarlos.

Pero nuestro pensamiento ahora está más centrado en cierto bar de patatas panaderas que nos han comentado hay en Guisando, y en una cervecita, a pesar de todo… bien fresquita.

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