El Cerro de la Escusa (1.960 m.) es una de las cumbres más orientales de Gredos y la primera en importancia de este sector junto al Pico Casillas. Es además, el hombro lateral de la Sierra del Valle. Por ello, si bien su prominencia es escasa al oeste, posee vistas muy abiertas al este y sur, hacia la zona del Tiemblo, el Guadarrama y el Valle del Tiétar.
Sus laderas entran dentro de la Reserva Natural del Valle de Iruelas, y están pobladas de pinares y castaños (como el famoso Castañar de El Tiemblo, en la vertiente norte del Pico Casillas) siendo uno de los hogares del famoso Buitre Negro en su paso hacia Monfragüe.
Morfológicamente es un cabezo redondeado, alto pero de formas suaves. Sus laderas están cubiertas de bosques hasta los dos tercios de su altura y prado alpino más arriba. Sólo rompe la monotonía del cordal el airoso Canto del Berrueco (1.811m.); de surgir a mayor altitud, sin duda sería esa peña una cumbre de renombre.
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Localización: Casillas
Tipo de Ruta: Montañismo
Longitud: 12 kilómetros (aproximadamente)
Duración: 3 horas
Época recomendada: Todo el año
Equipación mínima: Bastón (raquetas en invierno), mochila, botas de trekking y agua. (más info…)
Ruta GPS: Cerro Escusa
Recomendaciones:
- No hay agua potable en el recorrido, salvo en algunos puntos difíciles de encontrar cerca del puerto, así que es recomendable llevar al menos 1 l. de agua en la mochila.
- La zona es una reserva natural, por tanto es preciso mantener todo tipo de precauciones para no afectar en nada al medio ambiente. Si queréis más información, descargad este folleto.
- La pradera de la Ermita de San Isidro o las piscinas de Casillas son un sitio idóneo para terminar nuestra ruta en verano, y refrescarnos tras nuestra excursión.
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Dejamos atrás los valles aún cerrados por la niebla…
Cruzamos el pueblo y pasamos junto a los merenderos de la Pradera de San Isidro…
Al fin, nos adentramos en los castañales… este año más rebosantes y hermosos que nunca.
El otoño avanza, y pronto estos valles se teñirán de amarillo y ocre…
Remontamos con precaución la vía forestal que nos conduce hasta el Puerto de Casillas, donde comienza nuestra ruta. Los cazadores y recolectores de setas y castañas pueblan el lugar, ajenos a la inestabilidad de la pista donde el coche sufre hasta llegar arriba. Pero nos ahorramos así unos cuantos kilómetros.
La Senda del Escusa (PR-AV 22) sale desde el puerto hacia el noroeste, atravesando una valla de madera. Por allí, entre puestos de caza, ocupados hoy por armas de fuego, nos adentramos rumbo a las cumbres.
Por un momento nos tememos un perdigonazo en el culo si no tenemos (o no tienen) cuidado. No entendemos como pueden apostarse junto a un sendero de paso humano, por muy regulada que esté la jornada de caza este domingo.
Atrás va quedando el Pico Casillas, especial para mi compañero Gonzalo, y que hemos ascendido ya al menos un par de veces. Una desde aquí (su vía más asequible), y otra desde el norte. Desde el magnífico Castañar de El Tiemblo.
El camino continua bordeando el pequeño monte que se alza frente a nosotros, en dirección al mirador del Risquillo del Hambriento; pero nuestro objetivo es recorrer todo el cordal por arriba y, a sabiendas que resultará más duro, decidimos remontar el cortafuegos rumbo a las nubes.
Así nos libraremos también de los cazadores.
Aquí ya solo los pinos nos acompañan. De verde sempiterno. Aunque según subimos, también nos abandonan.
La inclinación se hace durilla para romper a sudar en los primeros pasos de la ruta, pero pronto este primer esfuerzo se ve recompensado al llegar a la cumbre del Cerro Casillas (o de Pinosequillo) de 1.761 m.
Frente a nosotros, se eleva ya el Cerro Escusa y el más que interesante Canto del Berrueco (1.811 m.).
He leído por ahí que de ser una montaña más alta sería muy nombrada en los círculos montañeros por sus trepadas en la cara norte, o sus corredores y cortados de la cara sur. Yo aún no entiendo el por qué de estas afirmaciones…, aunque pronto lo comprenderé.
Así, seguimos caminando por el cómodo cortafuegos, sobrepasando la discreta loma de La Pizarra (1.746 m.) casi más como un paseo por el campo que como una dura jornada montañera.
Tras casi un mes de jaleos en el trabajo y muchas «comeduras de cabeza», necesitaba esto como el comer. Sentirme vivo y feliz como pocas cosas aparte de la montaña me hacen sentir. Quizás solo mis peques, que hoy me esperan tranquilas en casa.
Llegamos a otra bifurcación que nos conduciría al Canto del Berrueco, pero decidimos dejarlo para el regreso. Visto lo agreste que parece, sabemos que nos vamos a divertir con él mejor a la vuelta.
Por tanto descendemos un poco hasta que encontramos de nuevo las marcas del PR AV 22 y empezamos a circular por el canchal de rocas que cae hacia el fondo del valle. Según los carteles, se tarda una hora y media desde aquí a la cumbre; sorprendidos por semejante afirmación nosotros calculamos que solo tardaremos una media hora, como finalmente resultará.
Sin duda, solo por esta parte del camino merece la pena haberse dado el madrugón. Es una auténtica chulada más propia del Macizo Central de Gredos; estamos deseando bajar ya del Escusa (que sabemos es solo una loma redondeada) para trepar por las rocas del Berrueco.
De momento, remontamos la última cuesta del evidente cortafuegos, que nos hará sudar un poquito antes de llegar a la cima más alta de este primer sector de Gredos.
Un montículo de piedras sobre el que se eleva un vértice geodésico marca la cumbre, junto a una vieja construcción de lo que parece ser una estación de radio o una caseta para los cables de la luz. La caseta se cae a pedazos y con el día que hace le da al lugar un aspecto fantasmagórico.
Hacemos las fotos pertinentes con mi móvil, porque, tonto de mi, hoy he olvidado la cámara en casa. Quizás el cambio al horario de invierno me tiene todavía adormilado…
No permanecemos mucho en la cumbre. Empieza a hacer frío. Y amenazadoras nubes se aproximan desde el oeste, siguiendo toda la línea de la Sierra del Valle, desde el Macizo Central y la Sierra del Cabezo.
Nos ponemos de nuevo los forros polares y descendemos a toda prisa hasta el canchal de rocas. Una vez allí, extremamos las precauciones puesto que las piedras están bastante resbaladizas.
La trepada por la arista del Canto del Berrueco es divertida, sin ser peligrosa.
Al suroeste admiramos los corredores que, plagados de nieve, deben ser muy divertidos de escalar. Y, junto a la cumbre, las paredes que caen cortadas hasta el bosque nos llaman la atención para intentar escalarlas con cuerda en alguna ocasión.
Nos sentamos finalmente junto a las placas conmemorativas y la cruz de hierro de la cumbre, a disfrutar del paisaje y la tranquilidad de estas solitarias montañas.
A fe mía que si todo fuera tan apacible y hermoso en mi vida, sería mucho más feliz. Sin tener que soportar las banalidades, envidias y tejemanejes de un trabajo y una ciudad que ya no me gustan. Pero es lo que hay, y al menos eso me sirve para ganar el dinero que necesito para estos días de asueto.
Tras tomar un pequeño almuerzo en un prado de la cumbre, Gonzalo y yo iniciamos el descenso, ya libre de cazadores.
Ha sido una excursión pequeña, pero muy reconfortante.
Ahora, como mandan los cánones, nos refrescaremos con una rica cervecita en las piscinas de Casillas, antes de volver a la realidad. Pero con las pilas muy cargadas.
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