El Torreón, como lo llaman los lugareños, y a veces confundido como El Calvitero (otra cumbre con una vírgen en su cima), es una montaña localizada en el oeste de España y constituye el pico más elevado de la comunidad autónoma de Extremadura, con 2.401 metros de altitud.
Situado en el límite entre las provincias de Ávila, Salamanca y Cáceres, forma parte de la Sierra de Béjar (o de Candelario), perteneciente al Sistema Central, y está constituido por rocas graníticas.
Su ascensión suele realizarse desde la Plataforma del Travieso (Candelario) y no presenta mucha dificultad hasta llegado el conocido como Paso del Diablo (o Tranco del Diablo). Una chimenea por la que se accede a la cumbre calificada como grado III sesún la UIAA. A pesar de su relativa dificultad, puede usarse una cadena que se haya colocada allí para poder salvarlo, aunque en invierno se recomienda el uso de piolet y crampones.
En su cima podemos encontrar un vértice geodésico elevado sobre una torre de rocas. Desde allí tendremos una vista privilegiada de las tres provincias y del hermoso Valle del Jerte.
Junto a él se encuentra también el llamado Canchal de la Ceja (o la Ceja del Trampal), el techo de la provincia de Salamanca con 2.430 m. de altura.
El acceso a su cumbre es muy sencillo mientras caminamos rumbo al Torreón, sin olvidar que estamos hablando de alta montaña; y aunque su cima no está bien definida puede identificarse por un pequeño cohete de metal que instalaron en ella los montañeros de Béjar.
Aquí teneis los datos desde Candelario:
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Localización: Candelario
Tipo de Ruta: Montañismo
Longitud: 15 kilómetros (aproximadamente)
Duración: 5 a 6 horas (aproximadamente según ritmo y paradas)
Época recomendada: Todo el año (en invierno puede resultar necesario el uso de crampones y piolet)
Equipación mínima: Bastón (crampones y piolet), mochila, botas de trekking o montaña, agua. (más info…)
Ruta GPS:
Videotrack disponible:
- Según la climatología, la ascensión puede realizarse en cualquier época del año, pero con nieve puede resultar necesario el uso de crampones y piolet.
- Hay algunos puntos con agua potable, pero el ganado puede contaminarla. Es más recomendable llevar agua propia.
- En el llamado Paso del Diablo es necesario descolgarse por una cadena para acceder a la cima. No resulta peligroso salvo en invierno, donde deberemos extremar las precauciones.
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Lejos, bastante lejos,
del pueblo mío,
encerrado en un monte
triste y sombrío,
hay un valle tan lindo
que no hay quien halle
un valle tan ameno
como aquel valle.
Las palabras del poeta Gabriel y Galán, nacido no lejos de aquí, bien podrían referirse a estos valles que en estas horas calman mi espíritu con su apacible modo de vida. La Sierra de Béjar es un paraje hermoso, casi detenido en un tiempo antiguo donde todo era más sencillo y más hermoso.
Al otro lado de estos montes, otro valle más conocido espera para ser contemplado desde la cima de la torre más alta de las tierras extremeñas. Y hacia allí nos encaminamos…
¡Todo es allí sosiego,
calma, tristeza!
Las auras, que suspiran
en la maleza…
Los pájaros, que cantan
en la espesura…
El agua, que en el valle
corre y murmura…
He pasado la noche en el pueblo serrano de Candelario, en un pequeño hostal desde el que puedo contemplar la sierra desde el patio. Esta vez me encuentro solo en mi aventura. He pasado unos días en el pueblo de mi padre en los Arribes del Duero y decidí que era una oportunidad fantástica para acercarme hasta aquí y demostrarme a mi mismo que puedo afrontar una ascensión como esta… solo.
Conozco la Sierra de Béjar, pero no esta ruta, lo que lo hace intrigante para mi.
Me he levantado a las seis de la mañana para empezar a caminar con la fresca y regresar cuando no haga mucho calor. El pueblo aún duerme cuando cojo mi coche y me encamino a la Plataforma del Travieso. Una buena carretera, de unos 10 Km. de largo, sale desde el camping «Cinco Castaños» rumbo a las cumbres.
La carretera circula rodeada de pinares y acebos que a estas horas, cuando el sol aún no ha salido por el horizonte, resultan amenazantes con sombras que parecen observarte mientras pasas con las luces del coche intentando desvanecerlas.
Tras siete kilómetros paso una primera plataforma donde se encuentra un Hotel-Refugio, de bastante buena pinta, y un cartel que indica las posibles rutas a seguir por la sierra (en él se nombra claramente al Torreón con ese nombre y no como Calvitero). Sin embargo yo continúo tres kilómetros más hasta llegar hasta los casi 1.900 m. de altura donde está la segunda plataforma, y donde los árboles ya han desaparecido por completo.
Está empezando a amanecer. Pero aún sin mucha luz me coloco la mochila y decido buscar el sendero de ascenso con mi frontal. Al final del parking veo un camino que asciende hacia el SE y decido seguirlo. Por lo que he leído, debe ser este.
Desgraciadamente la falta de luz me impide ver que el buen camino está justo donde acaba el asfalto de la carretera, detrás de mi (al final del relato os lo muestro con más luz), y sale en la misma dirección que el mío, perfectamente marcado con hitos hasta arriba.
Mi elección me hace llegar a un punto donde el sendero desaparece tras cruzar un arroyo que más arriba el buen camino lo cruza sin problemas.
Esto me obliga a ascender campo a través, soportando el fuerte viento y sorteando los setos que me impiden el paso, «quemándome» por ello más de la cuenta. Me doy cuenta que no he elegido bien el camino, pero me propongo llegar hasta una loma desde la que otear la ladera y averigüar por donde seguir.
Si no lo consigo averigüar tendré que darme la vuelta…
Afortunadamente, a la vez que veo como un rebaño de vacas pasta un poco más al sur de mi posición, me doy de bruces con el camino correcto y, al cerciorarme que enormes hitos lo van marcando, decido seguirlo hacia arriba.
Toda esta primera parte de la subida es bastante dura, porque, según voy comprobando con mi altímetro, se va salvando casi todo el desnivel hasta los 2.400 m. en esta única ladera. Y resulta durillo estando solo…
Uno no llega a uno, dos son uno y medio… Solos no somos nada…
El sendero va describiendo «zetas» para hacer más llevadera la ascensión, lo cual me obliga a comprobar a menudo la brújula para estar seguro de que voy a ir en la dirección correcta S/SE.
Llegado a un punto, casi arriba, el camino se bifurca y yo decido seguir subiendo hacia mi derecha, dejando a mi izquierda la Hoya Mayor y unos postes blancos de una valla para ganado.
El sol ya está iluminando los prados de alta montaña y me empieza a proporcionar una visión más razonable de donde me encuentro. Las vistas comienzan a ser espectaculares. Bajo de mi, las aguas de la Presa de Navamuño empiezan a refulgir al contacto con los rayos del sol…
Cerca de esos montes, la Ruta de la Plata despierta…
Por fin tras aproximadamente una hora de ascenso llego a la cota de los 2.400 m. y empiezo a seguir el Cordal del Calvitero hacia el sur, dejando atrás el único caño de agua de toda la ruta. Me encuentro en una gran pradera y el viento aquí es algo más intenso. A mi derecha los valles de la Sierra de Béjar, a mi izquierda las cumbres de la Sierra de Gredos.
Mientras camino por aquí, de repente me da por pensar que estoy en un paisaje muy extraterrestre. Esta pradera es extraña, con pequeñas rocas y arena, casi sin pasto. Suelo amarillento, rodeado de montañas, con algúnos líquenes en el suelo y un pedregal frente a mi. El viento no deja de soplar recordándome mi soledad, mientras el sol intenta calentarme sin éxito…
Me parece estar en Marte o algo así…
Paso de largo por la Loma de la Culebrilla y puedo por fin ver una mole de granito que cae en cortados hacia el norte. Me figuro que se trata del Canchal de la Ceja. Detrás debería estar el Torreón.
Sigo los hitos y tras bajar a un collado comienzo una pequeña subida a través de un pedregal.
Aún no tengo claro si estoy en buen camino, a pesar de la altura ganada. La montaña que estoy acabando de subir no tiene una cima clara y frente a mi veo otra con algunas gargantas bastante empinadas. Podría estar todo correcto, pero decido asegurarme y me encamino a encontrar la cima del que creo que es La Ceja.
Tras una docena de metros me parece atisbar un objeto enclavado en la piedra. Me dirijo hacia allí a ver si se trata del cohete que los montañeros bejaranos dejaron allí, y a los pocos metros de llegar confirmo su existencia.
Alzo los brazos y sonrío aliviado. Acabo de hacer cima en el Canchal de la Ceja tras dos horas y media, la cumbre más alta de Salamanca, la tierra de mi padre. Y se lo dedico a él y a todos mis amiguetes de Villarino de los Aires.
Tras hacer unas fotos con dificultad, porque el aire sopla aquí con tanta fuerza que casi me derriba, me pongo a cubierto para beber un poco de agua y sacar los prismáticos. Destapar la cantimplora al final resulta difícil porque los dedos no me responden bien. Tal es el frío que hace…
Los binoculares me confirman que la montaña quebrada que se presenta al sur es efectivamente el Torreón. Puedo ver el pequeño altillo de piedra que hay en su cima.
Decido no perder ni un segundo y encaminarme hasta allí. El viento azota mis oidos con fuerza y me está dejando entumecido.
Lo malo para llegar hasta él es que hay que perder algo de altura nuevamente. Pero al final no resulta tan duro como esperaba.
Para llegar caminas por una arista que te deja ver a tu derecha el nacimiento del río Cuerpo de Hombre (curioso nombre) y a tu izquierda las bellas Lagunas del Trampal, que se me antojan neveros pues la luz que incide sobre ellas a estas horas las hace parecer blancas.
La bruma crece en el valle…
Subo con comodidad por un roquedal y al llegar arriba comienzo a distinguir tierras extremeñas. Ahora tan solo queda pasar por un collado, que nevado debe ser precioso, y dirigirme hacia la cima por la Portilla de Talamanca.
Es aquí donde encuentro la única dificultad seria de mi viaje: El Paso del Diablo. Por un lado se desciende con una cadena y por otro mediante un cable de acero. Dicen que es un grado III, pero a mi no me lo parece y, aunque lo hago con mucho cuidado para no tener un percance en solitario, desciendo por la chimenea con relativa facilidad.
¡Ya está hecho! Unos pasos me separan de la cima…
Cuando subo por los escalones de piedra que me elevan a la torre no puedo evitar lanzar un grito de júbilo que retumba en las paredes cercanas. Hasta el viento parece haberse detenido por fin para mi. No me han vencido… Lo he conseguido. Y debajo de mí, se extienden las fértiles tierras del Valle del Jerte y sus espectaculares cañones.
El mito habla de que estas son las ruinas de un desvencijado telégrafo óptico, o incluso de un destruído castillo de moros en donde se dice, como en tantos otros lugares de España, que es este Torreón la última morada y señal de un gran tesoro de oro que los musulmanes abandonaron aquí cuando la Reconquista llegó a estas tierras. Nada más lejos de la realidad, pues siempre ha sido un hito geodésico. Sin embargo, al pensarlo, para mi el mayor tesoro ahora mismo es contemplar estos paisajes donde permanezco por casi una hora.
Me gustaría compartir esto con mis habituales compañeros, pero hoy no es posible. Tan solo aprovecho para mandar un mensaje a mi amigo Gonzalo. Hoy es su cumpleaños.
Cuando por fin decido irme, veo como un pastor conduce a su rebaño de vacas hasta cerca de aquí. Hay que echarle dos narices porque hasta el acceso más facil es una pared relativamente inclinada rodeada por canchales de piedra.
Mientras me vuelvo a pertrechar, un grupo de cuervos me sobrevuela quizás escapando de las cuatro águilas que llevan rondándome un buen rato.
De nuevo, debo cruzar el Paso del Diablo. He hecho un intento de descender por la cara oeste, y podría hacerse sin problemas pero hay mucha piedra suelta y no quiero hacer tonterías estando solo.
La trepada por el Paso se antoja un poco más complicada que la bajada. Primero intento asirme al cable de acero, pero no resulta cómodo y te quema las manos. Así que decido escalarlo por el método tradicional, lo que al final se demuestra como la mejor opción.
Una vez arriba deshago el camino realizado, que al ya conocerlo me da mejores sensaciones, y me encuentro con un rebaño de ovejas que huye de mi, cerca de la cima de La Ceja. En los pastos inferiores escucho a otro pastor dirigir a sus vacas…
«Tarareo» una canción mientras camino… Más alante me cruzo por primera vez con un ser humano. Tras la soledad vivida durante horas en este extraño paisaje, resulta agradable encontrarse y saludarse con alguien.
Cuando cruzo por la pradera que anteriormente me parecía «marciana» veo a otro tipo que se apresura a perderme de vista. Yo le sigo sin preocuparme mucho, hasta que me parece que se ha hecho daño y camina de forma extraña.
Tiene pinta de dominguero con zapatillas deportivas. Y este suelo es muy traicionero para ese tipo de calzado. Decido adelantarme a toda prisa para llegar hasta él por si necesita ayuda (hecho que me pasará factura más abajo en mis rodillas).
Cuando le alcanzo me indica que todo está bien; solo está cansado. Y no le presto más atención. Unos metros más abajo, me cruzo con su mujer y continúo mi descenso. Si se ha hecho algo de daño al menos ya no estará solo.
Casi otras tres horas después de haber salido de El Torreón, llego al parking de El Travieso por el sendero que debía haber tomado esta mañana; disfrutando más aún del paisaje que no ví hace unas horas y con las rodillas un poco machacadas por el duro descenso.
Apuro la poca agua que me queda y me encamino al pueblo antes de salir para Madrid… En el pueblo me espera mi recompensa, una buena cerveza y unas patatas meneás. Son mi despedida de la Sierra de Béjar y de una demostración de superación de una dura soledad…
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