El Urriellu, o Naranjo de Bulnes, de 2.519 m., es un pico calcáreo situado en el Macizo Central de los Picos de Europa, en Asturias. Allí es conocido como “Picu Urriellu”, nombre este último que ha dado nombre a todo el Macizo Central como “Los Urrieles”. Administrativamente, se encuentra situado en el concejo asturiano de Cabrales y dentro del Parque nacional de los Picos de Europa.

La primera referencia escrita al “Picu Urriellu” como “Naranjo de Bulnes” se debe al ingeniero y geólogo alemán Guillermo Schulz, que en 1855 editó el primer mapa topográfico y geológico de Asturias. En todo caso, el origen de esta designación no está claro, dado que los habitantes de la zona históricamente siempre se refirieron al Naranjo como “Picu Urriellu”, no siendo la primera denominación ni popular ni la tradicional. Tal vez sea debido al color anaranjado de la piedra caliza de la que está formado. Los vecinos de Bulnes lo expresan con el siguiente verso:

No me llaméis Naranjo, pues fruto no puedo dar;
llamadme Picu Urriellu, que es mi nombre natural
.

Aunque no se trata del pico más alto de la Cordillera Cantábrica, puede ser considerado como uno de sus picos más conocidos, así como una de las cumbres emblemáticas (si no, la que más) de España; sobre todo desde el punto de vista de la escalada en grandes paredes. Especialmente por los 550 metros de pared vertical de su cara oeste.

En su base se encuentra la Vega de Urriellu, un valle de origen glaciar cuaternario.

La primera escalada se llevó a cabo por su cara norte (por la conocida actualmente como Vía Pidal-Cainejo) el 5 de agosto de 1904 por Pedro Pidal y Bernaldo de Quirós, Marqués de Villaviciosa de Asturias e inspirador del primer Parque Nacional español, acompañado por el pastor Gregorio Pérez Demaría “El Cainejo”, natural del pueblo de Caín (León). Tras la conquista de la, hasta entonces, inexpugnable montaña se considera a aquella histórica jornada como la del nacimiento del Alpinismo en España y, por ello, el Urriellu es la montaña mítica de todo montañero español.

La ascensión por cualquiera de sus caras siempre requiere de conocimientos de escalada. No existe ninguna vía que pueda realizarse «simplemente» andando. La Vía Normal de ascensión es la conocida como Sur Directa o Vía de los Martínez, con pasos desde el grado II hasta el grado V

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DATOS DE ESCALADA

Tipo: Escalada en roca

Dificultad: D- (máx. V)

Desnivel: alrededor de 300 metros

  • 150 m. de escalada
  • 150 m. de trepada (del «Anfiteatro» a cumbre)

Horario (aproximado, según condiciones):

  • 1-1’30 horas de aproximación a la vía desde el refugio de Vega de Urriello
  • Unas 2-3 horas de ascenso
  • 1 hora de descenso

Equipamiento: Las reuniones están montadas con parabolts y argollas para rapelar (esta vía suele utilizarse para rapelar desde cualquier vía que llegue a la cumbre). Entre las reuniones no hay casi nada salvo algún clavo que no resulta difícil saltárselo. Por tanto, las posibilidades para asegurar hay que buscarlas entre fisuras y puentes de roca mediante cordinos o friends.

Material recomendado: Casco. Dos cuerdas de 60 m. de 8-9 mm. y de 6 a 8 cintas exprés. Fisureros y friends variados. Cintas largas o cordinos para puentes de roca

Época recomendada: Debido a la meteorología variable de la zona, con nieblas crecientes en cualquier época debido a la proximidad del mar, es difícil concretar cuando es la mejor época. Sin embargo, los meses de verano, junto a los meses de septiembre y octubre, serían los más recomendables.

Videotrack disponible:

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DATOS DE LA RUTA

Localización: Sotres

Tipo de Ruta: Montañismo

Longitud: 10 kilómetros (aproximadamente, de Sotres al Refugio del Urriellu)

Duración: 4 a 6 horas, aproximadamente (de Sotres al Refugio del Urriellu)

Época recomendada: Verano

Dificultad MIDE (total):→  mide_Urriellu

Equipación mínima: Bastón, mochila, botas de trekking, agua y equipo de escalada (antes mencionado). (más info…)

Ruta GPS:

Videotrack disponible:

 

 

 

Recomendaciones:

  • Hay un par de fuentes antes del Refugio de la Terenosa donde aprovisionarse, Pero más allá no encontraréis nada, así que es mejor llevar al menos 2 l. de agua por cabeza.
  • En previsión a tener que aplazar la actividad por problemas climatológicos, es conveniente reservar al menos un par de jornadas en el Refugio del Urriellu. Hacedlo con suficiente antelación, puesto que se suele llenar en temporada alta.
  • Otras actividades destacables a realizar pueden ser las numerosas vías de escalada que hay por la zona o la ascensión al techo de Asturias (Torrecerredo de 2.648 m.); e incluso acercarse hasta la Cabaña Verónica, cruzando a Cantabria, para hacer algunos picos como los Horcados Rojos (2.506 m.) o el Pico Tesorero (2.570 m.).

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El Naranjo es la montaña – como podéis ser vosotros mismos – que reina y domina toda la región. Las montañas y los hombres no se miden solo por su altura, sino también por su forma y su significado; por los sueños que suscitan y, al fin, por los retos que provocan, con incomparables sensaciones…

César Pérez de Tudela

blancoDía 1:

Cuando el año pasado nos planteamos la escalada al Naranjo de Bulnes jamás pensé que llegaría a estar tan cerca de conseguirlo ni que ello me supondría tantas emociones, difíciles de explicar en pocas líneas. Tras un año que está resultando muy duro, en el que he sufrido demasiadas pérdidas (algunas, desgraciadamente, esperadas y otras… no), mi corazón necesita de una alegría que me haga retomar mis pasos y mi vida para seguir adelante como siempre… Feliz. Y sin preguntarme si habría podido o no.

Así, mi corazón empieza a enchirse de orgullo cuando veo como se alzan ante mi los Picos de Europa. Duros como pocos, y hermosos como ninguno.

Me acompaña mi amigo Gonzalo. Mi compañero de cordada.

Subimos con su coche por las serpenteantes carreteras asturianas que siguen las aguas del Cares, y que dejan atrás el Funicular de Bulnes hacia el pequeño pueblo de Sotres. Me pregunto como los antiguos hombres decidieron convivir en tan duras condiciones con estos gigantes de piedra.

A un kilómetro del pueblo la carretera se cierra en una pronunciada curva hacia la izquierda y de ahí sale la pista forestal que conduce hacia los Puertos de Áliva y Espinama. Es el lugar donde dejamos el coche.

Nuestro viaje empieza aquí.

Curva de Sotres

Frente a nosotros se elevan las montañas del Cordal de Juan de la Cuadra. En las cumbres aún se conserva la nieve.

Este ha sido un año especialmente nevado. Tanto que nos han indicado que hasta hace una semana las grandes cumbres, los jous (depresiones entre montañas) y los caminos de alta montaña estaban totalmente cubiertos. Por ello hemos preferido no arriesgar en la aproximación a Urriellu y hemos traído crampones y piolet.

El día es espectacular.

Hace calor. Y huele a vida por doquier.

Parece que las estaciones se han retrasado todas este año. El agua del cual beben las flores que vemos, corre alegre alrededor nuestro. El verde es más verde aquí.

Tras equiparnos. Nos ponemos en marcha siguiendo la pista hasta un cruce donde bajaremos hacia la derecha hasta los Invernales del Texu, en este momento vacíos.

Invernales del Texu

La pista cruza el Río Duje y enseguida empezamos a subir.

No estamos seguros de si podríamos entrar con el coche hasta el final de este camino, pero más vale prevenir y, dado que estamos en un Parque Nacional, por conciencia y por economía (ante la posibilidad de multas) dejamos el coche atrás. Más tarde descubriremos que hemos pecado de inocentes al ver coches allá arriba; pero el disfrutar del paseo no nos lo quita nadie.

Según ascendemos vamos notando en el cuerpo la humedad que hay en la zona y rompemos a sudar con rapidez. Es entonces cuando nos damos cuenta de que quizás hemos cometido un error de principiante: no traemos suficiente agua. No habíamos contado con semejante calor. ¿Donde está la nieve en el camino que nos habían dicho? ¿Dónde está el frío?

Tratamos de beber de algunos arroyos para no gastar la poca agua que llevamos, pero tampoco queremos tomar demasiada de aquí ya que hay vacas en la zona y el agua puede estar contaminada. Solo faltaría no poder cumplir nuestro objetivo por culpa de una diarrea. Por mi parte, y dado el medio fiasco del año pasado en Alpes, me he propuesto no fallar de nuevo a Gonzalo. Le debo algo desde entonces y pienso pagárselo. Siempre cumplo.

La pista forestal realiza unas cuantas zetas antes de suavizarse y dejarnos ver las cumbres nevadas más cerca de nosotros…

Camino a la Terenosa

Cruzamos de nuevo un arroyo y nos encontramos a un paisano que, aún estando de baja, se dedica a limpiar la mala hierba de sus campos. Sin duda, otra pasta de gentes.

Amablemente nos indica que nos queda muy poquito para llegar al final de la pista y empezar a caminar por el sendero que nos llevará hasta «El Picu». Allí, cuando los coches no pueden seguir más, hay un par de cabañas con una enorme roca entre medias. «Un poco más abajo tenéis una fuente«, nos indica, como si nos revelara la localización de un tesoro. «Y poco más arriba, a cuatro o cinco metros del camino, existe otra; aunque más difícil de encontar.«

Se lo agradecemos profundamente y seguimos camino más aliviados con sus últimas palabras en la cabeza: «Desde allí… ya se ve el Urriellu«.

Mientras caminamos, ansiosos, vamos intentando localizar las cabañas que nos mencionaba el buen hombre y, por varios segundos, creemos haberlas dejado atrás sin haber podido rellenar nuestras cantimploras.

No obstante, al llegar a la altura del Collado de Pandébano un rebaño de vacas nos alerta de la posición de la fuente. Justo donde nos habían señalado.

Cabañas & Fuente en el Collado Pandebano

Bebemos a gusto y nos cargamos de agua, no sin antes añadirle unas pastillas potabilizadoras para evitar sorpresas.

Cada vez hace más calor.

Nos encontramos con un corredor de montaña que nos dice que hoy daban 35º en la zona. ¿Pero bueno…? En serio. ¿Dónde está el frío que nos anunciaban?

Continuamos subiendo por una colina cubierta por la hierba, en donde solo un pequeño sendero de color arcilloso nos muestra el camino a seguir. No tiene pérdida, pero la pendiente es tremendamente pronunciada y, tanto Gonzalo como yo, nos damos cuenta de que quizás no estamos en la mejor de lasRefugio de la Terenosa formas tras un invierno donde el clima no nos ha permitido «entrenar» correctamente.

Tras un rato que se hace bastante duro, ambos decidimos detenernos a descansar cuando por fin vemos el Refugio de la Terenosa (Tenebrosa como lo llaman algunos con cariño) en el Monte de la Varera. Unas pequeñas cabañas de pastores que decidieron donar a la Federación Asturiana y que cuenta con unos servicios mínimos más que aceptables si tan solo se quiere pernoctar aquí para echar un vistazo al Naranjo o hacer rutas más «bajas».

Recuperamos el aliento y descansamos a la sombra de los últimos árboles que veremos en días. Sin embargo nuestra moral no decae… mientras seguimos con la mirada el sendero que debemos seguir acertamos a ver, por encima de la arista de la Cuesta Sierra, la cumbre del Urriellu.  Silenciosa. A la espera de quien quiera subir a su santuario.

Camino al Urriellu

Una extraña sensación de alegría y nerviosismo se agazapa en nuestros estómagos.

Estamos cerca. El sueño de todo montañero español, dicen… al alcance de las manos.

¿Podremos cumplirlo?

Gonzalo y yo hablamos de ello y ambos nos decimos algo que por descontado dábamos por hecho, de forma individual. Tal es nuestra afinidad. Si uno de los dos no puede ascender por la razón que sea, el otro subirá a la cumbre si se siente capaz. Sin rencores. Siempre amigos.

Afortunadamente, contamos con la ayuda de Álvaro Ramos al que conocimos el año pasado en Alpes: guía de alta montaña y responsable de la Escuela de Alta Montaña de Castilla y León. Y algo aún más importante… amigo. Sin duda ello nos hace confiar más que nunca en nuestras posibilidades a pesar de no ser todavía unos duchos escaladores. Tan solo llevamos escalando un par de meses tras haber hecho un curso en la FMM (aunque yo ya había escalado un par de veces antes con un amigo común: Pablo) y, aunque ya hemos alcanzado un nivel «6a» en rocódromo, las cosas aquí son muy diferentes.

La presencia de Álvaro nos da seguridad. Que, al final, es casi lo más importante.

Nos ponemos de nuevo en camino dejando más abajo la Vega de Urriellu, valle de origen glaciar donde se encuentra el enclave de Bulnes. Hasta hace años, en que les construyeron un funicular, uno de los pueblos más aislados (y bonitos) de España.

Bulnes

Ya no hay protección. No hay árboles. La vida se abre camino con dificultad y solo unos pocos trazos de hierba y algunas resistentes flores aguantan la dureza de estas condiciones.

Entramos en el reino de la alta montaña.

Entramos en el reino del Urriellu.

Como describir las sensaciones que le asaltan a uno cuando, tras superar el Collado Vallejo, donde descansan un par de familias que han venido a ver el paisaje, te encuentras con semejante vista. El mal llamado Naranjo de Bulnes se eleva hacia el cielo en toda su majestad. Un gigante de piedra. Un monolito rodeado de nieves y otras cumbres que parecen pequeñas a su lado.

De forma indiscutible, nos hayamos ante el Rey de los Picos… solo, aislado en medio de un caos de roca y nieve, como un misterioso menhir símbolo de un antiguo culto perdido en las tinieblas de la Prehistoria.

Urriellu desde el Collado Vallejo

Me detengo un rato para rodar algunos planos, pues estoy tratando de llevar a cabo un pequeño documental sobre la ascensión y cual es mi sorpresa cando una voz familiar nos lama desde atrás. ¡Es Álvaro! Ha decidido subir por aquí y ha terminado por encontrarse con nosotros. El encuentro resulta más que agradable y los tres nos abrazamos y terminamos charlando sobre el viaje del año pasado y las «aventuras» que aún están por venir.

Le contamos a nuestro amigo lo emocionados que estamos al haber visto por fin al Picu, y él nos señala la gran fisura de la cara norte por la que el Marqués y el Cainejo ascendieron en 1904. Mientras nos ponemos en camino de nuevo, Álvaro nos resume de nuevo la historia que todos conocemos, pero que al escucharla de él, con su manera de contar las cosas, nos hace reir y parece que los esfuerzos realizados hasta aquí se disipan.

También, según sus palabras, aún nos queda tranquilamente una horita más o menos hasta el refugio, aunque será el tramo más difícil porque las últimas zetas son un «rompepiernas».

«Vaya… lo que nos faltaba«, pienso para mi.

Poco a poco vamos ganando altura, comentando anécdotas, curiosidades de la zona, proyectos, qué tal nos ha ido…

A pesar del esfuerzo y el peso, se hace agradable.

Yo me voy deteniendo cada dos por tres para hacer fotos y grabar planos, hasta que al final me acabo encontrando con mis compañeros sentados bajo una roca. Es tal el calor que hace que es mejor descansar aquí para bajar la temperatura corporal y ganar fuerzas para el último repecho, según Álvaro.

Nos parece bien, y relajamos nuestras cansadas piernas mientras contemplamos los valles y, más allá… el mar.

Vistas al mar

Solo en Picos podréis ver un paisaje como este.

La cordillera más proxima al mar de todo el planeta. Eso la hace hermosa y, a veces, peligrosa, ya que las nieblas producto de la humedad suelen cubrir las montañas en cualquier época del año.

Disfrutamos de la sombra como si de un preciado regalo se tratase. Pero pronto tendremos que ponernos en marcha de nuevo. Por encima de nosotros se alza paciente nuestro desafío. Altivo. Orgulloso. Y aún nos queda mucho camino para llegar hasta sus pies. Todo el camino es dominado por su presencia y, lo quieras o no, tu mirada no puede apartarse de él ni por un momento. Y menos de su temible cara oeste, conquistada en 1962 por la mítica cordada compuesta por Alberto Rabadá y Ernesto Navarro (desaparecidos en la Norte del Eiger un año después).

Muchas personas se preguntarán el sentido de asumir tales riesgos. Pues bien, desde siempre ha sido condición inherente del ser humano alcanzar metas y anhelos que escapan a lo cotidiano. Es en el camino y en la lucha por alcanzar esas cumbres cuando lo más intangible de nosotros mismos se hace perceptible, visible a los ojos. Los sentimientos y las emociones quedan completamente al desnudo y descubrimos el sentido y los valores reales de esta vida, sentimientos que llevados al límite nos abren las puertas de lo que somos y nuestro camino en la vida.

La montaña te atrapa pero a cambio te brinda el tesoro más precioso: vivir en libertad. Con cada paso que asciendes dejas atrás las banalidades de este mundo tan material y de muchos de sus desquiciados habitantes…

Naranjo de Bulnes

Cada vez estamos más cansados.

Incluso Gonzalo me lo confiesa, a pesar de estar siempre más fuerte que yo.

El día se está haciendo muy largo.

Empezamos a ver los primeros neveros cerca de nosotros y pronto tendremos que pisar la nieve para acceder al Refugio. El deshielo este año es tardío y vaticino problemas es la próximas semanas si llueve o vuelve a nevar (mis palabras resultarán proféticas en Pirineos durante los próximos días). Según Álvaro, las últimas lluvias han lavado bastante la cara norte de la cordillera, pero la sur está increíble. Como jamás lo ha visto a estas alturas de año.

Por una parte es delicado, pero por otra, es fantástico. Nos damos cuenta que así caminaremos más ligeros cuando tengamos que llegar a la cara sur del Urriellu, donde se encuentra nuestra vía de ascenso, pero que también estaremos realizando… una escalada invernal. Con lo que ello supone.

Ultimos neveros.

Por mi parte, la nieve termina de machacarme las piernas. ¿Por qué siempre los primeros días tienen que ser tan duros? Quizás a primera hora de la mañana hiele un poco y la nieve esté más practicable, pero ahora, pasado el mediodía, está muy blanda y caminar por aquí es un ejercicio de equilibrio con piernas agotadas.

No hace falta piolet, pero el bastón se hace imprescindible.

Debo pararme varias veces. Aunque esta vez no hago fotos. Necesito recuperar el aliento. Álvaro tenía razón: las últimas «zetas» son «rompepiernas».

Afortunadamente para mi maltrecha moral, al fondo veo una antena. La de la radio del Refugio.

El eco amplifica de forma espectacular el graznido de una chova.

Ya llego…

Refugio Vega de Urriellu

Los chicos me reciben con los brazos abiertos y con algo más importante aún… una cerveza.

No os hacéis una idea de lo bien que saben a esta altura y tras una paliza como esta.

Emplazado a los pies del Naranjo este es quizás uno de los refugios más visitados de toda España y, sin duda, de los más hermosos. Hace años, desde Horcados Rojos, me prometí que vendría algún día hasta aquí. Y ahora lo hemos conseguido.

Eso, para mi ya es toda una victoria. Y poco a poco, mientras me voy recuperando… voy sintiéndome más contento.

Urriellus

Estamos casi solos en el refugio. Aquí nos enteramos que en un par de días pasará por aquí la Travesera de Picos de Europa. Una carrera Ultra Trail que recorre los tres macizos de los Picos a lo largo de casi 80 Km y unos 13.000 metros de desnivel acumulado. Una auténtica barbaridad, vamos…

En mi opinión la montaña hay que disfrutarla. Y corriendo, de poco te empapas… salvo de sudor.

Los únicos habitantes por hoy del Refugio son: Sergio, uno de los guardas, más majo que las pesetas, un corredor gallego que está familiarizándose con el trayecto y un montañero aficionado a estas hermosas rocas.

La tarde será muy agradable hablando con ellos y disfrutando de este maravilloso rincón.

Hay pocos sitios más donde quisiera estar.

El único lejos de aquí… es donde se encuentra mi corazón.

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Día 2:

Las previsiones se han cumplido al dedillo.

El día ha amanecido cargado de niebla y, con toda seguridad, a mediodía empezará a llover.

Hemos dormido bien. Se nos asignó la habitación llamada Rabadá-Navarro, justo enfrente de la Pidal-Cainejo, y al estar practicamente solos hemos dormido como unos benditos. A pesar que los nervios han empezado a aflorar al contemplar las colosales paredes que nos arropan.

Anoche nos quedamos sorprendidos con nuestro compañero gallego y su «saque» para cenar. Se ventiló tres platos de sopa y cuatro de pasta… ¡hasta arriba! Una burrada, aunque lógico si piensas en la barbaridad de carrera que va a afrontar.

Montaje de Rapel

Tras desayunar nos despedimos de nuestros compañeros y nos disponemos a practicar un poco con las cuerdas.

El refugio tiene algunas «comodidades» preparadas para cuando te quedas aislado de este modo por culpa de la lluvia o la nieve. Así que montamos una reunión con un triángulo de fuerzas sobre la barandilla y nos disponemos a pasarnos un par de horas practicando técnicas de rápel. A Gonzalo le viene bien, porque no lo ha hecho tantas veces como yo.

Sin embargo, al rato acabamos columpiándonos.

Y aún nos queda todo el día aquí encerrados.

Sin embargo, el tener el refugio para nosotros solos es una gozada que pocas veces puedes disfrutar, así que el día pasa tranquilo practicando otras técnicas con las cuerdas de Álvaro: encordamiento en glaciar, en aristas…

Aprendemos bastante.

A media tarde comienza a llegar gente, calada hasta los huesos. Son los voluntarios que han de marcar la ruta de la carrera que bajará desde los Horcados Rojos hasta aquí, en dirección a la Collada Bonita.

Charlamos un rato con ellos y pronto nos vamos a dar un paseo entre la niebla mientras buscamos algo de cobertura para enviar algún mensajito a casa.

Ha dejado de llover.

Resulta increíble lo que agarran los feos crocs que usan aquí para andar por el refugio. Con ellos casi llegamos al cordal montañoso que se eleva frente al refugio. Hasta el Diente del Urriellu si la nieve no nos lo impidiera.

Según bajamos, la niebla abre y nos deja ver a «nuestro» gigante de roca iluminado por los últimos rayos del sol. Por un momento me ha parecido una nube; luego, una visión mítica… fantasmal. Y cuando por fin comprendo lo que veo el corazón se me sobrecoge y vuelvo a sentir esos nervios que percibí ayer y que, hasta ahora, tras horas de oscuridad, estaban ocultos.

Atardecer en la Vega de Urriellu

Las nieblas se retiran con rapidez y vemos un atardecer como nunca antes, encima de un mar de nubes sobre el cantábrico.

Mañana es el día…

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¿Por qué hacéis esto? Es sin duda la pregunta más repetida en charlas y conferencias. (Aunque curiosamente es una pregunta que sólo formulan los adultos, nunca los niños.) Hay gente que no entiende que abandonemos nuestro confort, seguridad y dinero, para venir a hacer algo tan inútil como escalar.

La verdad es que aunque pudiera dar una respuesta medio coherente, ellos nunca lo entenderían. Sólo sé que no estamos locos, y que allá arriba es la vida precisamente lo que buscamos.

Iñaki Ochoa de Olza

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Día 3:

El día ha amanecido frío. Y, como esperábamos: prácticamente despejado.

Ya no hay vuelta de hoja. Es ahora o nunca…

Desayunamos rápidamente y cargamos con nuestras mochilas para intentar aprovechar al máximo el frío reinante para ascender por la Canal de la Celada con la nieve dura.

Es curioso que hoy no estemos tan nerviosos.

El tiempo estimado en verano es de 90 minutos para llegar al pie de las vías de la cara sur. Sin embargo, quizás hoy tardemos un poco menos gracias a la nieve. Caminamos rápido siguiendo los banderines rojos de La Travesera hasta que vemos la empinada canal nevada.

Canal de la Celada

Cuando llegamos al final del terreno rocoso nos calzamos los crampones y desenfundamos los piolets. El primer tramo no será delicado, pero, según subamos, la cosa se irá poniendo empinada. A nuestra derecha, la cara norte del Urriellu nos mira silenciosa.

Empezamos a subir.

Hoy me siento fuerte. Álvaro talla los peldaños en la nieve dura y yo le sigo de cerca. Gonzalo viene más atrás tras llevarle más tiempo el equiparse.

Subimos despacio, pero a ritmo constante. En cierto modo, hemos perdido la sensación del tiempo y no sabemos cuanto tiempo llevamos caminando. No debe ser mucho. Y tampoco somos consciente de un hecho, mientras rodeamos la cara Norte del Picu (la clásica que llevó al Marqués y al Cainejo a la cumbre) y pasamos junto a la pirámide de la Este… ¡ya estamos escalando el Urriellu!

Subiendo por la Celada

Estamos superando el desnivel que nos lleva la cara sur y, así como otros lo hacen por a cara Oeste escalando, nosotros lo hacemos por aquí… andando. Técnicas distintas (más sobre nieve): mismo objetivo.

Lo bueno de haber venido en estas fechas y entre semana es que nadie nos sigue. Nadie nos estorba.

Estamos solos.

En otras épocas, por ejemplo: verano, esta montaña se convierte casi en un parque de atracciones. Con gente que sube a ver al «Rey de los Picos» de cerca, escaladores que intentan vencerlo, o montañeros que se dirigen a otras cumbres.

Personalmente, agradezco la tranquilidad que hemos disfrutado estos días. Que me permiten admirar y disfrutar, más aún si cabe, la belleza de estas salvajes montañas.

Llegamos al collado y disfrutamos al fin de la «gloriosa» vista del Jou Tras el Picu. Su visión totalmente cubierta de nieve, como pocas he visto en picos, nos pone la piel de gallina. ¿Cómo puede haber sitios tan hermosos? Son este tipo de visiones las que me hacen amar tanto a las montañas, así como proteger todo el patrimonio que representan.

La traza de unas huellas se dirigen hacia la Collada Bonita, por donde pasará la Travesera mañana por la mañana. Volvemos a pensar… ¡qué locura!

Sin embargo, nuestras miradas no tardan en desviarse hacia la derecha donde nos espera nuestro reto.

Nuestra pared soñada.

La sur del Naranjo de Bulnes…

Cara sur del Naranjo de Bulnes

Parece que está más tendida de lo que esperábamos. Aunque seguramente será una ilusión.

Pero, extrañamente, los nervios de ambos… han desaparecido.

Personalmente no se que esperar de esta ascension, decido simple y racionalmente no esperar nada. No se si me adaptare, no se si la pared sera demasiado tecnica y dificil dada mi experiencia, no se si mi cabeza resistirá lo necesario. Sin embargo estas dudas no estan presentes en mi vida cotidiana, ya que son tantas las cosas que aprendo y las impresiones que recibo que no tengo tiempo de estar preocupado. Ahora o por la noche, si la duda ha venido a visitarme, la he mandado a paseo con una buena patada. Si no pruebo nunca sabre cual es el precio de mi piel…

Nos encordamos para llegar al pie de vía por la rimaya de nieve que aún cubre esta cara del Picu y, tras un centenar de metros, llegamos al fin.

No puedo resistirme a tocarle. Al «Rey»…

La piedra está fría. Muy fría.

Va a ser durillo.

Hemos llegado hasta aquí en menos tiempo del que todo esperábamos: algo menos de una hora. El sol empieza a bañar las paredes de la montaña y arriba estaremos mejor. Aunque hace bastante viento. Eso preocupa en parte.

Al pie de la via

Anclamos las mochilas a la pared con una cinta y un mosquetón, y rápidamente nos calamos los pies de gato para no pisar demasiado rato la nieve inestable.

Álvaro empieza a subir mientras yo le aseguro desde mi arnés con mi «cesta«. Nos da un par de consejos y sube como una lagartija hasta la primera «reunión». Qué facil parece… Este es el largo más complicado de toda la ascensión. Calificado como un «quinto grado», pero cortito en longitud (y encima nos hemos quitado algunos metros gracias a la nieve). Ya veremos qué tal…

Libero las cuerdas, conecto la cámara de mi casco con la que voy a grabar todo, y subo a la pared. ¡Allá vamos! ¿Seremos capaces?

La roca caliza agarra estupendamente aunque los pies de gato están un poco mojados debido a la nieve. Sin embargo buscar «manos» y «pies» para encontrar el paso más cómodo no resulta tan fácil; al menos en este largo, y menos con la roca tan fría que casi hace daño al tacto. Abrazo la roca, estiro mi pie izquierdo y busco la postura más cómoda. Estoy en el paso que me resultará más difícil de toda la subida. Los nervios afloran de nuevo, no puedo ocultarlo.

Tras algunas dudas, al fin lo supero. Pero pienso para mis adentros… «como sea todo así, vamos a pasarlas canutas«.

Gonzalo sale más tarde tras de mi para ir siempre a cierta distancia el uno del otro. Y, poco a poco, vamos progresando.

Llegamos a la primera reunión. Un pequeño nicho donde cabemos los tres justitos, pero cómodos.

Nos anclamos a la pared, resoplamos y vamos a por el segundo largo.

Aún no notamos el cansancio a pesar de haber sentido algo de nervios en los primeros pasos.

Seguramente algún lelo dirá, al leer estas lineas, que qué tontería… que es muy fácil subir con un guía por muy amigo que sea, ya que va tirando de ti y, al final, te está subiendo él. Nada más lejos de la realidad. Puedo garantizaros que en ningún momento Álvaro tiró de nosotros. Los 300 metros de pared los hicimos solo con ayuda de nuestros músculos y nuestra cabeza. Es más, el «jodío» de nuestro amigo nos fue variando la ruta de ascensión a cada uno en función de nuestras posibilidades para que nos «divirtiéramos» más. Más físico para Gonzalo, más técnico para mi.

Escalando el Urriellu

El segundo largo (IV+) se hace más cómodo aunque, hacia la mitad del recorrido, en un momento pierdo un pie y a punto estoy de caer. Los pies de gato aún están humedos. Afortunadamente tengo las manos bien colocadas y la cosa no pasa de un susto. Resulta difícil todavía encontrar buenos apoyos y, a pesar que la pared se va tendiendo más, hay que buscar bien los pasos.

Salvo por ese susto que hace tensar al máximo mis músculos, este largo acaba cómodamente sobre un gran balcón donde casi podríamos montar una tienda para tomar un «piscolabis». Nos anclamos de nuevo y oteamos lo que queda de pared. Álvaro nos advierte que ahora le vamos a perder de vista, así que le cedo uno de los walkies que he traído por si no le oímos con el viento y tira para arriba.

Esta sección parece más comoda. Fisuras, rocas anchas donde apoyar… vemos incluso algunos minúsculos puentes de roca asegurados con cintas abandonadas. No sería inteligente asegurarse ahí hoy.

Aquí vamos a trampear todos los croquis. Normalmente esto se haría en dos o tres largos, pero nosotros vamos a escalarlo todo en un solo largo de 60 metros que podría calificar como un IV o IV+ (en realidad, luego me parecerá más fácil). Las cuerdas se nos van a quedar justitas…

Cuando empiezo a subir, dejando a Gonzalo tras de mi, voy colocando los pies de la mejor manera que encuentro. A veces apoyando tan solo el dedo gordo del pie, otra veces con el canto de toda la planta… manos en oposición, pequeños buzones en donde solo me caben dos dedos, manos completas…

La verdad es que a cada metro me siento más cómodo y seguro… los cursos y las tardes en el rocódromo o La Pedriza me han venido de lujo, y voy cada vez mejor.

Balcon

Los buenos agarres desaparecen al llegar a unos canalizos de agua conocidos como los «tubos de órgano». Por el momento están secos pero en poco tiempo pueden empezar a chorrear agua de los pocos neveros que aún aguantan más arriba.

Álvaro lleva a Gonzalo por zonas más lisas obligándole a hacer una escalada de adherencia, más física.

A mi me lleva directamente por los «tubos», obligándome a colocar bien los pies y las manos. Cosa que hago encajando los pies de gato en las partes cóncavas del canalizo y colocando las manos en las partes convexas.

Así, pasito a pasito, con algún pequeño esfuerzo que otro, vamos ganando altura, cada vez más divertidos.

Bajo nosotros casi 150 metros de caida libre. El Jou Tras el Picu parece una olla llena de nieve y los picos circundantes empiezan a quedarse humillados bajo nosotros. Las sensaciones son inmejorables. El viento nos da tregua y disfrutamos de lo que antaño han hecho otras cordadas y otros alpinistas. Por un momento, nada más existe… solo la roca, el aire y nosotros.

Somos felices.

Llegamos a la reunión y afrontamos el último largo (III) antes del llamado «Anfiteatro«.

Anfiteatro del Urriellu

Apenas presenta dificultad, más aún después de vernos ya más tranquilos y «experimentados».

Enseguida llegamos a la reunión del Anfiteatro desde la que mayoría de la gente rapela para llegar al suelo. Aquí dejamos una de las cuerdas y nos encordamos de distinta manera para progresar, practicamente caminando, hasta la cresta del Picu. No nos lo podemos creer… ¡estamos a punto de conseguirlo!

Esos 150 metros de escalada por el Anfiteatro son más una trepada en la que ocasionalmente hay que echar las manos, más por tranquilidad que por otra cosa. Eso si, procuramos tener cuidado en no tirar ninguna roca hacia atrás. Nadie nos sigue, pero este es el mayor peligro de la zona: el derribar a alguien con una piedra que rebote como un bólido sobre su cabeza.

Al cabo de unos minutos, escuchamos un grito de victoria: ¡Álvaro está en la cresta! Nos da ánimos y nos anuncia la belleza que vamos a ver.

Afronto los últimos pasos hasta que mi cabeza sobresale por la última roca. Nada se alza frente a mi. Solo un hermoso mar de nubes cubriendo las olas del mar cantábrico, el verde de los fértiles valles de Asturias y Cantabria, y las nieves que han aguardado este año para regalarnos un paisaje que jamás podrá olvidarse en nuestros ojos.

No obstante, aún no cantamos victoria. Debemos remontar la arista.

Con algo de viento, peligroso, pero ahora casi un paseo por una ancha acera.

Cresta cimera

Poco a poco vamos ganando altura, agradecidos de no tener que usar las manos.

30… 20… 10 metros…

¡¡Cumbre!!

Risas. Abrazos. Buenas noticias. Inmejorables amigos. Casi me emociono y contengo mis lágrimas mientras suspiro aliviado. Mi promesa está cumplida. Mi deuda está saldada. 14 de junio de 2013. 109 años después de la primera ascensión, estamos en la cumbre del nacimiento del alpinismo español y, aunque en una ínfima parte, hemos formado parte de esa historia para siempre.

Panoramica este del Urriellu

Al norte identificamos las Peñas de Maín y la Sierra del Cuera que protegen la población asturiana de Llanes; y, un poquito más a la derecha, un pequeño claro en las nubes nos dejar entrever la ría de San Vicente de la Barquera, en Cantabria.

Al sur y el oeste, el macizo central se nos presenta en toda su extensión y, por qué no decir… en toda su gloria; cubierto de nieve como jamás habíamos visto.

Panoramica sur-norte-oeste del Urriellu

Torrecerredo, el techo de Picos y de Asturias, nos saluda como diciendo: «bien hecho; ahora soy yo el que os espero«. Más al sur… Torre Blanca, Peña Vieja, Torre Llambrión, Horcados Rojos, el Pico Tesorero

Es difícil expresar como se siente uno aquí. Solo se que tras el año que llevo, la decepción en Alpes el año pasado y la operación de rodilla que podía haberme impedido seguir disfrutando de mi pasión, esto es una inyección de energía. Ojalá pudiera compartir esto con alguna personita que se que no llegaría aquí ni de broma. Mis pensamientos vuelan lejos… Ahora tan solo quiero llegar abajo para contárselo.

Permanecemos unos minutos en la cumbre mientras hacemos fotos, termino de rodar unos planos y disfrutamos de las vistas. Nos preguntamos qué ha sido de la pequeña vírgen que coronaba la montaña, y Álvaro nos dice que por tres o cuatro veces la han derribado o robado. Parece que a algunos no les resulta «apropiado» tener un símbolo religioso en la cumbre de «su» montaña. No es que ninguno de los tres seamos muy religiosos, pero esta virgencita era ya un simbolo del Picu y tirarla por intereses personales nos parece mal.

Algunos son idiotas…

Finalmente, hemos de bajar, Álvaro está preocupado por la integridad de la nieve en la Canal de la Celada. Si la nieve ha reblandecido mucho en este tiempo, podríamos (según su opinión) provocar hasta un alud de nieve primavera.

Descendemos con precaución por la rojiza cresta cimera, no sin antes llevarnos un par de piedrecitas de recuerdo, y poco a poco destrepamos hasta la llegar a la reunión donde habíamos dejado la cuerda.

Estamos sedientos y Gonzalo decide beber de un pequeño saliente que bautiza como «la teta del Urriellu». Prometemos no contarle esa infidelidad a nuestras chicas… así que, no digáis nada…

La teta del Urriellu

Álvaro nos hace descender ese primer largo asegurándonos él, para poder recoger las cuerdas de forma más cómoda y, cuando nos juntamos en la siguiente «reunión», nos anclamos y nos disponemos cada uno a rapelar 60 metros hasta el final del segundo largo. Encajamos nuestras cuerdas en las correspondientes «cestas» y las aseguramos con un nudo Machard para poder frenar.

En este primer largo, bajo un poco a trompicones porque he debido dar una vuelta de más al nudo y freno demasiado, así que, a mitad de rápel me detengo y decido deshacerlo para bajar con la mano.

No hay problema.

Cuando de nuevo estamos los tres reunidos, repetimos de nuevo las operaciones y descendemos del tirón hasta el suelo. Otros 60 metros.

¡Al fin podemos dar por escalado el Urriellu!

Qué contentos estamos mientras recogemos todo…

Al poco escuchamos las voces de unos bomberos catalanes que están «escapando» de la cara oeste por los Tiros de la Torca. Tras escucharles anoche con aires de superioridad, casi me alegro de que no hayan sido capaces de hacer cumbre y nosotros si. Afortunadamente no les pasa nada, que si fuera así correríamos a ayudarles; pero no me gustan los creídos.

La bajada la hacemos sin mayores contratiempos salvo un par de caídas en la Celada. Vamos encordados y, al no estar acostumbrados a ello y con la nieve tan blanda, nos desequilibramos. Afortunadamente todo transcurre sin incidencias y llegamos al refugio en un tiempo casi record para las estimaciones iniciales.

Llegando al Refugio

La cerveza de recompensa es de las mejor saboreadas de mi vida. Comemos con Álvaro y poco después, nos despedimos de él puesto que tiene trabajo mañana en otro punto de la cordillera. Ha sido todo un lujo de compañía.

Mientras le vemos marchar, un sentimiento de tristeza nos invade a ambos y nos preguntamos cuando volveremos a verle. Esperamos que sea pronto y podamos seguir disfrutando de las montañas o de unas simples cervezas juntos, en otro lugar.

Gracias por todo, amigo.

Recogemos todo nuestro material y dejamos todo listo para solo tener que cambiarnos mañana por la mañana antes de bajar hasta el coche.

Durante toda la tarde va llegando gente que quiere ver la carrera desde aquí.

El refugio se ha llenado mientras nosotros nos alejamos de la multitud para saborear con tranquilidad lo que hemos conseguido. Álvaro se marchó en el mejor momento. Ha sido listo.

Con la vista del «rey domado» despedimos el día y nuestros pensamientos vuelan a otros lugares…

Urriellu & Refugio

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Las montañas por sí mismas no significan nada, son sólo piedras y hielo. Quien les da vida es el ser humano al subirlas y hablar de ellas; al vivirlas les da entidad. No podría decir que el montañismo en sí es un deporte, porque aquí no hay mejores o peores. Esto no son los juegos olímpicos donde uno es más rápido por tres segundos o porque ha saltado dos centímetros más. Aquí lo importante es que cada uno sea consciente de los límites de su cuerpo. Además, la fama que consigues con el deporte, para el alpinista no significa nada. Eso que llaman ‘gloria’ para el alpinista no existe. Esto no es fútbol o tenis. No da dinero. Por eso no vamos ahí arriba en busca de éxito, vamos porque es lo que nos da vida.

Alexei Bolotov

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Día 4:

A las 6:20h de la madrugada ha pasado el primer corredor de la Travesera. Poco más de seis horas para hacer casi la mitad del recorrido.

Alucino con esta gente.

Corredor de la Travesera

Fuera del refugio hay mucha tropa que toma cafés y espera a los corredores, mientras los voluntarios han montado unas mesas con empanadas, tortillas, botellas de Aquarius… Por diferentes puntos de la montaña hay repartida gente desde las 4h de la madrugada para guiar a los corredores.

Esto ya no es para nosotros.

Demasiado jaleo.

Desayunamos rápido, nos calzamos las botas y cargamos con nuestras mochilas. Parece casi como si pesaran menos que al subir. En las cumbres dejas muchos de tus «pesos».

Un mar de nubes nos aguarda enfrente. Pero caminamos más felices que cuando llegamos.

Nieblas en los valles

Nos ponemos en camino por el camino trazado hace unos días hacia el Collado Vallejo. La nueva Traveserina, hermana pequeña de la anterior, pasa por aquí más tarde, pero seguramente no coincidiremos con ningún corredor. No queremos molestarles.

Según descendemos el aire húmedo y «a verde» nos asalta y nos hace «cambiar el chip». A mi, para variar, me vuelve a doler el pie como de costumbre en las bajadas desde el año pasado. Pero una parada técnica y un ibuprofeno me permiten seguir adelante con dignidad.

Tengo que hacerme mirar eso.

Pero por el momento, mientra bajamos por la Vega de Pandébano cruzándonos con multitud de excursionistas que quieren ver las carreras, solo pienso en comerme unas rabas en mi querida «tierruca» y en llegar a casa lo antes posible.

Valle hacia Sotres

Frente a nosotros, un día despejado en las alturas y nieblas en los valles. No tratamos de buscar similitudes o simbolismos a ese hecho. La vida está ahí abajo, y solo subimos aquí a respirar para seguir viviendo. Es mejor lo que nos espera en casa que la soledad que dejamos entre rocas y llambrias. Aunque es verdad que la casa podría estar más cerca de aquí…

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A Emma …
Elegirás tu propio camino, pero esta será siempre tu montaña…

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© David Mieza, 2013

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La Virgen de las Nieves volvió a su lugar en la cumbre del Urriellu en junio de 2014, según anuncia esta noticia del diario El Comercio. Mientras escribimos estas líneas actualizadas, solo esperamos que se respete esta figura sean cuales sean los ideales del montañero que llegue a sus pies.

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Poema «Urriellu» que se leyó en Cabrales con motivo de la celebración del centenario de la primera escalada en 1904.

Ese día, allí, se reunieron escaladores de todo el mundo. El poema hace referencia a todos los alpinistas que murieron tratando de escalar la cara oeste de la montaña.

El Urriellu

5-agosto-1904   ·   5-agosto-2004
Centenario de la primera escalada

Urriellu… ¡Majestad!, rey de los Picos de Europa,
paredes de hermosas gestas, aferradas al cielo,
y resistentes, con orgullo, al desgaste
de aguas, nieves, soles y vientos,
mito de alpinistas, trono que gobierna
un imperio de afilados surtidores de piedra y cielo,
cuerpos milenarios de hierática robustez,
dolores despedazados de forma enfurecida,
naturaleza indómita, emblema de Asturias,
divina sinfonía en la luz de la nieve,
escritura milenaria esculpida por el viento
entre abismos y pechos de roca.
¡Cuánto dicen tus piedras en mi alma!
¡Cuánto respetan los ojos que te miran!

¡Urriellu!… terrible pared vertical,
soberano de estas montañas.
¡Urriellu!…peña, peña, peña…
por tres partes
y la cuarta parte…
¡también peña!
¡Qué hondo respeto en el paisaje!
Con la mirada puesta en ti siento mi alma libre,
como las aguas que se deslizan peñas abajo,
como los anhelos que se escapan corazón arriba.
Desde abajo miro con respeto tus montañas,
desde arriba, después, las admiro con ternura;
el aire de sus cimas juntan alma y cielo.
Cantándote encuentro la ilusión de viejos sueños
y la gracia de ser el poeta que habla con tus montañas;
escucha los suspiros que se escapan…
escucha los nuevos versos.

Urriellu, Naranjo de Bulnes,
si la luna blanca ahuyenta la noche negra,
tú llenas de majestad el bosque de fantasmas
pétreos que la noche trajo con sus tules negros,
un río de emociones recorre las mejillas
y llena de paz mis ojos enamorados.
Santuario, templo elevado, devoción de almas nobles,
altar abierto al sacrificio de recias ofrendas,
gloria para los que alcanzan la paz de tu paraíso
piedra firme, frente regia, de todo corazón fuerte deseada…,
si de algún pretendiente malogrado
los valles retienen su grito,
hacia occidente devuelves tu eco dolido
y llevas sus almas a la inmortalidad segura.
Nadie será testigo de que tus ojos han llorado,
nadie dudará que tu corazón se ha partido.