El Ocejón, de 2.049 m., es una montaña del Sistema Central situada en la vertiente sur de la Sierra de Ayllón, al noroeste de la provincia de Guadalajara. Toma importancia por su visibilidad desde gran parte de la provincia, su sinuosa forma y por los numerosos pueblos que se hallan en sus faldas. Su afilada silueta se vislumbra como un triángulo desde su vertiente sur, y posee cierta semejanza con una de las más altivas cimas de los Alpes: el Cervino o Matterhorn, un monte que se sitúa en la frontera entre Italia y Suiza. Así, entre muchos montañeros, al Ocejón se le conoce también con el sobrenombre de: el «Cervino alcarreño«.

Hay que mencionar que, aunque se las llama «montañas alcarreñas«, la zona de La Alcarria está muy lejos de aquí; concretamente al sur de la provincia. Es por ellos que los oriundos de Guadalajara no están muy de acuerdo con que todo lo que tenga que ver con su provincia se le ponga el apellido alcarreño. Preferirían que se utilizasen otros gentilicios, como guadalajareño, arriacense o caracense. Para ellos, estos montes son simplemente «La Sierra» o «La Serranía».

Se trata de una ascensión esforzada pero carente de dificultades (al menos, fuera del invierno). Está considerada una de las clásicas excursiones de la zona centro, que no debe faltar en la mochila de ningún montañero que se precie, y que lleva a la cumbre más frecuentada de las montañas de Guadalajara. Los caminos más habituales para alcanzar su cúspide arrancan desde los apartados pueblecitos de Majaelrayo o Valverde de los Arroyos.

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Localización: Valverde de los Arroyos

Tipo de Ruta: Montañismo

Longitud: 6 kilómetros (aproximadamente)

Duración: 5 horas (ida y vuelta)

Época recomendada: Primavera-Verano

Dificultad MIDE:  →

Equipación mínima: Bastón, mochila, botas de trekking y agua. (más info…)

Ruta GPS: Pico Ocejón

Recomendaciones:

  • No se trata de una ruta especialmente larga, pero si puede ser algo exigente debido a su desnivel; y aunque hay agua en la zona, incluso en verano, también existe ganado en altura que puede contaminarla… así que es recomendable llevar al menos 1l. de agua en la mochila.
  • El Ocejón no presenta dificultades en sus vías normales de ascensión salvo en Invierno. Es el primer dosmil del Sistema Central por el este así que, debido a su altura, suele presentar dificultades «alpinas» (con acumulación de nieve y hielo, y temperaturas muy bajas) en según que momentos del año; por lo que se trata de una ascensión que requiere de cierta experiencia y equipamiento.
  • Valverde de los Arroyos, un claro ejemplo de la llamada «arquitectura negra» (singular estilo constructivo típico de la región y así denominado por ser la pizarra, material más abundante en la zona, el empleado en sus edificios) no es transitable en coche. Así que recomendamos dejar el coche en la parte superior del pueblo, junto al cementerio, y perderse por sus calles a pie.

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Resulta curioso como algo que llevas deseando durante años te provoca cierto vértigo cuando sucede…

Tras 20 años compatibilizando mi vocación por la montaña con mi trabajo como docente en un centro de formación profesional, la empresa (más interesada por sus beneficios económicos que por la educación que dice promover entre sus clientes) decidió hace menos de dos semanas prescindir de mis servicios.

Mientras contemplo desde el aparcamiento de Valverde de los Arroyos como el sol empieza a caer por detrás del Pico Ocejón no puedo evitar repasar todos esos años de trabajo y a todos esos chavales a los que he tratado de transmitir más que unos meros conocimientos… sino una manera de afrontar la vida.

Tras la inquietud de los primeros días, reconozco que hoy estoy muy tranquilo. Quizás no debería estarlo, dirían muchos, ya que ahora la vida se presenta como un precipicio o una gran montaña frente a uno. Pero, en realidad, es donde quiero estar. Desde hace muchos años…

Mientras realizo el camino a la Chorrera de Despeñalagua (que describo más abajo), reconozco que los últimos años han sido cada vez más duros y que necesitaba salir de allí para recuperar lo que una vez fui, y dedicarme a mi auténtica vocación. Es una pena, pero vivimos una vida sujeta a lo que se espera de uno, dentro de los convencionalismos sociales que te atan a una empresa o a unas personas que terminan por volverse tóxicas. Y eso termina por afectar a tu vida personal y a la de los que quieres.

Cuando, tras pasar la noche, amanece sobre las montañas y retomo al fresco el camino de ayer por la tarde (el mismo que conduce desde el campo de fútbol del pueblo hasta la Chorrera), el silencio del monte, tan solo roto por los primeros pájaros que se desperezan antes de buscarse el desayuno, me reconforta. Y eso me convence aún más si cabe de que estoy donde quiero estar y que, aunque será duro, todo irá bien…

Una vez que dejo atrás la baliza que marca el desvío a Majaelrayo/Ocejón y la Chorrera de Despeñalagua, la vereda gana altura rápidamente y me lleva por la ladera de la montaña de camino a la parte superior de la garganta por donde se precipita la cascada de agua.

Por el momento, el camino es tremendamente cómodo y, a pesar de llevar un tiempo sin hacer una ruta exigente, las piernas responden bien. El paso de ayer hasta la Chorrera fue un acierto por muchas razones; entre las ya mencionadas, el ganar además algo de tiempo en el cómputo global de la ruta. En caso de ir a la cascada y luego remontar hasta el Ocejón, tendría que sumar algo más de una hora al recorrido.

Tras pasar por varios afloramientos rocosos, penetro en una pequeña y preciosa zona boscosa y acabo por toparme con otra baliza que, aunque carece del cartel de dirección, me desviaría a Majaelrayo si fuera hacia la derecha. Así, yo continúo recto y cruzo el Arroyo de la Chorrera para, acto seguido dirigirme a la izquierda.

Este paso carece de más señalización, pero me guío por el sentido común y acabo por cruzar el Arroyo de Pineda para estar en la vertiente del valle que me mantiene junto al pinar repoblado que llevo viendo casi desde mi salida del pueblo.

Todas las dudas que podía haber tenido en el cruce de ambos arroyos se disipan una vez me encuentro junto a la cubierta de los pinos. El camino asciende sin pausa hasta las alturas que ansío, y se convierte en la parte más dura de todo lo que llevo de camino.

La trocha es amplia y cómoda y, en cuanto dejo atrás la arboleda, matorrales que aún conservan flores y que apenas se levantan del suelo son mis únicos compañeros. Imagino toda esta ladera cubierta de nieve (e incluso bajo sus habituales neblinas) con un camino tan solo adivinable por las esporádicas balizas que el municipio ha puesto en el recorrido; y el paisaje, a pesar de la dureza de la cuesta, resulta bello como pocos.

Solo pienso en la montaña. Solo en pienso en mis amores que me esperan en casa.

Me hago más fuerte a cada paso.

Sin prisa pero sin pausa, sorprendido de mi buen paso, llego al fin al desvío que conduce al Collado del Hervidero. Aquí la pendiente parece relajarse al tiempo que mis pasos me llevan hacia la izquierda, rumbo a la pedrera que se desparrama a los pies de la cercana cumbre del Ocejón.

Dejo tras de mi el Cañamarejo (1.801 m.), en cuya cumbre se divisa un enorme «Majano«, tan típico en estas alturas del Guadalajara, y poco a poco entro de lleno en la zona rocosa donde el rastro de cualquier camino se pierde. Sin embargo, la dirección es clara: casi línea recta hacia el collado que separa el Ocejón del Ocejoncillo (1.957 m.).

Una vez llego a él, cualquier penuria desaparece de mi mente. La visión del campo de Guadalajara, hacia el sur, hacia Madrid… es espectacular. La brisa, no me atrevería siquiera a llamarlo viento, me acaricia la cara y por primera vez en toda la mañana… empieza a darme el sol.

Ya queda muy poco.

Remonto un pequeño tramo de escalones de piedra que me pregunto si han sido colocados aquí hace mucho para facilitar la ascensión o si la propia montaña nos los ha facilitado.

Echo las manos en un momento determinado, más por equilibrarme que por ser inseguro, y termino por elevarme sobre la cresta cimera del Pico Ocejón, donde un enorme hito (triste reflejo del enorme Majano que, en verdad, debió adornar la cumbre hace décadas) marca el mirador sur de esta parte de la montaña.

Aún no he llegado a la cumbre real, pero es cuestión de minutos…

Descubro ahora el origen de los ladridos que he escuchado de forma esporádica a lo largo de la ascensión.

Tres enormes mastines que protegen a un rebaño de cabras corren hacia mi, haciéndome ver con sus profundos ladridos que no soy bienvenido si no traigo buenas intenciones. He de reconocer que, por un momento, la escena… acojona; pero no es la primera vez que me encuentro con mastines u otro tipo de perros en la montaña. Así que, decido pasar de lado, sin mirarles mucho ni parecer agresivo. Aunque ello me lleva a hacer algún equilibrio por entre las rocas fragmentadas.

Cuando los perretes se dan cuenta que no soy una amenaza, deciden dejarme en paz y descienden un poco por la ladera este para seguir vigilando al hato de cabras mientras yo, finalmente, hago cumbre.

Es una cumbre deseada.

El segundo de los «tres hermanos envidiosos», junto al Moncayo y al Alto Rey, cuya leyenda desarrollo en profundidad en el «post» dedicado al primero y más alto, y alejado, de todos ellos; situado en el corazón del Sistema Ibérico. Entre Soria y Zaragoza.

Pienso ahora en como, desde hace años, he planeado esta escapada junto a mi compañero Gonzalo para pasar una noche en sus faldas y luego trepar hasta aquí. Desgraciadamente, tras mucho esperar, el plan original (que incluso era el de subir en invierno) no ha podido ser por el momento. Pero necesitaba irme de Madrid por unas horas y volver a sentirme vivo…

A mirar por encima del horizonte, descubrir montañas que ya he subido como el Pico del Lobo o la Cebollera, a soñar con otras por subir…

Y a dejar volar en estas soledades, de forma definitiva, cualquier referencia al pasado para mirar con optimismo hacia el futuro.

Permanezco así un rato.

Veo como algunas personas llegan desde el valle con paso cansado. Ya no pinto nada por aquí. Recojo los bártulos hago unas últimas fotos y me pongo en camino hacia el pueblo.

Cuando me cruzo con estos montañeros nos saludamos, como siempre hacemos los que realmente vivimos esta actividad como algo más que un mero deporte, y desando mis pasos más tranquilo y optimista que ayer por la mañana.

Lo reconozco, soy un «yonki» de la montaña. Y desde hoy, intentaré que sea además mi principal forma de vida.

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CHORRERA DE DESPEÑALAGUA

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Localización: Valverde de los Arroyos

Tipo de Ruta: Senderismo

Longitud: 2 kilómetros (aproximadamente)

Duración: 90 minutos

Época recomendada: Todo el año

Dificultad: Fácil

Equipación mínima: Bastón, mochila, botas de trekking. (más info…)

Ruta GPS: Chorrera de Despeñalagua

Recomendaciones:

  • Se trata de una ruta muy sencilla para realizar incluso con niños. Dada su cercanía al pueblo, no tiene por qué ser necesario llevar agua; pero si que puede resultar interesante realizar un picnic en la zona si vamos en familia y aportar un valor más a la excursión con los más «peques».
  • Acometer la ascención al Ocejón desde la cascada es posible si retrocedemos un poco el camino andado hasta llegar a ella y remontar la ladera por una trocha que nos lleva hasta el sendero principal (marcado en la ruta GPS). También se puede hacer por las rocas que afloran a la izquierda de la cascada, pero no lo recomendamos si no se tiene cierta experiencia trepando por zonas con bastante matorral y cierta exposición.
  • Las rocas cercanas a la caída final del agua (y más en según qué épocas del año) pueden resultar peligrosas por su humedad. No recomendamos acercarse al muro.

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El camino que conduce a esta preciosa cascada es el mismo, en origen, al que nos lleva a la cumbre del Ocejón.

Lo recorro deseoso de explorar el rumbo que llevaré mañana cuando despierte, y con ganas de ver la cascada que tanto renombre tiene entre los montañeros de Guadalajara. Sin ninguna dificultad, lo único a lo que tengo que estar atento es al desvío que, hoy en día, está señalizado con un poste a modo de baliza (y que señalamos más arriba, en una fotografía de esta misma entrada).

En este punto veo como el camino que lleva a la montaña asciende, y el que yo tomaré continua rodeando la ladera sin ganar altura. El sendero no tendrá pérdida porque me basta con seguir una zanja o canal de agua que capta parte de la que precipita la chorrera hasta las huertas del pueblo. Esta construcción tradicional de unos dos siglos de antigüedad se conoce como: Cacerón.

Durante el camino veo algunos postes más con balizas azules que me hacen ver que vamos por buen camino. En algún punto pueden resultar confusas pero, repito, solo habrá que dejarse llevar por el sentido común y seguir la vereda sin ganar altura ni meterse en una zona de mucho follaje.

Mi objetivo, el que me marca la dirección, es siempre claro ya que es la evidente garganta por donde se precipitan el Arroyo de la Chorrera y el de Pineda.

Una vez estoy a los pies de la Chorrera puedo deleitarme con una de las caídas de agua más bonitas del Sistema Central; aunque yo la vi con poca agua al hacer esta visita en verano (y, desde luego, me propongo hacerlo más adelante con mis críos en primavera). No obstante, y a pesar de no estar tan espectacular como en otras ocasiones me tomo mi tiempo en dejar que mi espíritu se relaje y se aísle de las tensiones de las últimas semanas… dejo que el agua y el viento se lleven las preocupaciones con ellos y hago firme propósito de convencerme de que todo irá bien. Así lo creo, ciertamente.

Ya no habrá una división de intereses… ahora todo estará focalizado y haré realidad mis sueños, haciendo realidad los de otros al experimentar lugares como estos.

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