La Pica d’Estats (en francés: Pique d’Estats), de 3.152 m., es una de las montañas más altas de la cordillera de los Pirineos. Se encuentra en la frontera entre España y Francia y resulta, además, ser el pico más alto de Cataluña.
El pequeño macizo se encuentra entre la comarca del Pallars Sobirá y el departamento francés de Ariège, situado al final de la Vall Ferrera y de la ribera de Sotllo. Está formado por los primeros «tresmiles» de Pirineos por su lado oriental y consta de tres picos, poco separados el uno del otro: el pico central, que es el más alto (3.152 m.), el pico occidental o Pico de Verdaguer (3.137 m.) y el pico oriental o Punta Gabarró (3.115 m.), que es el vértice geodésico.
La cadena coincide exactamente con la frontera de Occitania perteneciente a Francia, con una orientación general que va de norte, noroeste a sureste.
Rodeando a las cumbres principales, encontraremos también otras puntas de tresmil metros bastante accesibles, siendo las más importantes el Montcalm (3.077 m.) y el Pico de Sotllo (3.085 m.)
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Localización: Áreu – Refugio de Vallferrera
Tipo de Ruta: Alpinismo
Longitud: 18 kilómetros (aproximadamente, ida y vuelta)
Duración: 12 horas
Época recomendada: Verano
Equipación mínima: Crampones, piolet y bastón, mochila, botas de montaña, saco y esterilla, tienda de campaña (si no nos alojamos en refugio y no queremos hacer vivac), comida y agua. (más info…)
Ruta GPS: Pica d’Estats
Videotrack disponible:
Recomendaciones:
- Hay agua constantemente a lo largo de casi todo el recorrido. Aún así es recomendable llevar al menos 2 l. en la mochila y pastillas potabilizadoras o sobres de sales por si acaso hay que recoger de algún nevero.
- Todo el recorrido está señalizado con hitos y/o marcas de GR (blancas y rojas). A pesar de no revestir ninguna dificultad técnica, siempre es interesante llevar crampones y piolet en Pirineos por si la nieve encontrada está dura…
- Para llegar al Refugio de Vallferrera hay que recorrer una pista forestal de unos 10-12 Km. Este recorrido puede hacerse en coche con mucho cuidadito debido al estado de la misma, pero es recomendable para ahorrar tiempo.
- Si el tiempo acompaña, recomendamos vivaquear junto a los lagos de montaña para no hacer tanto desnivel desde el refugio a cumbre. Además, aunque el servicio es más que correcto, sus tarifas no son nada baratas…
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Montañas, ¿por qué hay en vosotras tanta belleza?
Miro el paisaje que me rodea y respiro profundamente. Los Pirineos…
No hay que preocuparse por llenar la vida de años sino los años de vida, decía Rebuffat.
Cuanta razón. Hacía años que no andaba por aquí y reconozco que lo echaba de menos. Aunque, esta zona del Pirineo Catalán se me antoja ligeramente… «pequeña»…; alejada de la grandiosidad del Pirineo Aragonés, solo el hecho de estar aquí ya me reconforta y me hacer ser más «yo mismo».
Tras un montón de horas de carretera, ayer Gonzalo y yo dejamos el coche en el aparcamiento de La Molinassa, después de recorrer la pista forestal que parte del pequeño pueblo de Áreu (no entiendo como se permiten estos accesos en un Parque Natural, pero bueno). La pista no estaba en muy mal estado pero, admitámoslo: íbamos sufriendo por si rozábamos los bajos del coche contra algún saliente.
Aún así, poquito a poco, llegamos sin incidentes tras casi una hora de recorrido.
Desde el aparcamiento cruzamos el río y en menos de 1o minutos llegamos al Refugio de Vallferrera donde pasamos la noche antes de acometer la ascensión de la Pica d’Estats… el techo de Cataluña y uno más de mis objetivos para cubrir las 17 cumbres de España.
La noche la hemos pasado muy cómoda aunque calurosa, y tras desayunar comenzamos a remontar el sendero que parte junto al mismo refugio.
Nos sorprende el estado de los alrededores ya que, según los guardas, hubo un alud este invierno y arrasó con parte de las instalaciones. Entre ellas los calentadores de agua y las comunicaciones. De hecho, nos fue imposible contactar con ellos para hacer las reservas, y tuvimos que hacerlo a través de la plataforma de reservas que la F.E.E.C. tiene en la red.
Por el Pales d’Areste progresamos tranquilamente y vamos dejando atrás a varias familias y grupos numerosos que han llegado muy de mañana y que, sinceramente, espero que no vayan hasta la cumbre. No parecen preparados y al final aquello puede parecerse más a Las Ramblas en hora punta que a una cumbre de montaña.
Una ola de calor lleva batiendo la península desde hace una semana, y aún le queda otra por delante.
Inspiro con firmeza el aire fresco que aún aguanta por aquí, y dejo empaparse a mis sentidos del frescor de la vegetación mediterránea que me rodea y el fragor de las múltiples cascadas que caen de las zonas altas que pronto alcanzaremos.
De nuevo en faena… con la mochila a la espalda
Y en la mejor de las compañías.
¿Qué sería de estas escapadas montañeras sin un buen amigo a tu lado? Antes que el esfuerzo, las rocas y el viento, la amistad es el componente esencial en la montaña. Echo de menos a otros, pero las circunstancias obligan y, en esta ocasión, esta «expedición express» la formamos solo dos.
Suficiente.
Amistad es lo mismo que una mano
que en otra mano apoya su fatiga
y siente que el cansancio se mitiga,
y el camino se vuelve más humano.
Cruzamos el río del Barranc de Sotllo por un pequeño puente de madera y seguimos serpenteando por la senda, entre matorrales y rocas, descubriendo pequeños rincones que harían las delicias de cualquiera.
Lástima que sean tan accesibles. Me preocupa su conservación.
Atravesamos el Plan de Sotllo, un antiguo lago de montaña colmatado por los sedimentos arrastrados desde tiempo inmemorial, y empezamos poco a poco a ganar altura dejando las corrientes de agua rugir a nuestra derecha.
La verdad es que hace bastante tiempo que no me enfrento a una gran montaña, de esta altitud y longitud. Prácticamente desde que nació mi hija hace un año y medio. Y por ello me se algo bajo de forma.
Soy consciente de ello, pero también de que voy a llegar a la cumbre si o si…
Lo único que me preocupa es que mi rodilla «mala» aguante el descenso. Últimamente ha vuelto a hacer de las suyas. Tanto que creo que debo empezar a renunciar a las grandes montañas de la Tierra salvo que encuentre alguna solución viable.
De momento, camino por primera vez con dos bastones, y va bien la cosa.
Todo ello se me olvida cuando por fin alcanzo el primero de los lagos de montaña que veremos hoy. Ibones para los aragoneses, Estanys para los catalanes…
Hermoso en cualquier idioma.
Quedo sobrecogido. Sin duda… emocionado.
Al fondo ya veo el objetivo del día. Y se me antoja tremendamente lejano aún.
Rodeamos la masa de agua por su izquierda y cruzamos un torrente, no sin dificultad ya que viene todo bastante cargadito.
Mi plan original era vivaquear por aquí para no superar tanto desnivel en una sola jornada. Pero algunas dudas de Gonzalo nos alojaron finalmente en el refugio. Cuando encontramos una cabaña junto al lago, nos damos una colleja por no habernos informado mejor ya que tiene buen pinta y podríamos haber dormido allí perfectamente.
Ya da igual. Lo hecho, hecho está; y seguimos ascendiendo por una pequeña garganta cuyo caudal seguimos manteniendo a nuestra derecha a coste de tener que hacer alguna trepada.
De nuevo, quedo sin palabras al alcanzar el segundo lago de montaña.
Aquí, rodeado ya por la nieve y las alturas, tan solo siento paz. No se como expresarlo.
Nadie me rodea, ni siquiera Gonzalo que se adelante a otear la ruta hacia el Puerto de Sotllo.
Yo solo disfruto del momento…
En cuanto pisamos la nieve ambos somos conscientes de que lo difícil empieza realmente ahora. En Pirineos las aproximaciones siempre son largas, pero aquí, tras haber sido larga, ahora debemos salvar todo el desnivel restante en muy poca distancia. Muy similar a lo que sucede en Picos de Europa.
Por eso las cuestas, aquí, parecen tan empinadas.
Técnicamente la ascensión no reviste ninguna dificultad y combinamos nieve con tramos de roquedo que tintinea por su alto contenido en hierro. Hay algo de roca suelta, pero no tan inestable como me temía; la trocha es más o menos clara.
Finalmente, antes de llegar al collado, decidimos ponernos los crampones para el último nevero. La nieve anda algo dura. Quizás no sea necesario, pero más vale prevenir que curar. De hecho, una pareja se ha dado la vuelta porque no lo ve nada claro (algo muy normal en Pirineos).
Sin duda, en la montaña nada hay que reemplace la experiencia.
Nosotros alcanzamos el collado y yo redundo en mi baja forma física. Tanto que por un despiste tenemos un conato de desastre cuando mi cámara de fotos se desliza sin remedio nevero abajo.
Gonzalo sale corriendo detrás (cosa que aún le agradezco) y la recupera antes de tener que bajar demasiado.
¡Maldita sea! ¡Bobo! ¡Más que bobo!, me digo a mi mismo.
Nunca me había pasado esto, y la podía haber liado sobremanera.
Seguimos adelante, cruzamos a Francia y dejamos atrás la anécdota del día. Decidimos seguir por la ruta normal en vez de remontar la arista de la montaña porque yo no me veo aún físicamente preparado para ello. Este otro camino será un poco más largo ya que nos hará descender ligeramente, sin llegar a la laguna conocida como Etangs de la Coumette d’Estats. Pero será más seguro y menos exigente para mis rodillas.
Tras atravesar algunas zonas de canchal, cruzamos también por algunos neveros que, al estar en cara norte están algo más fríos y empinados. Aún así, al haber huella, el trazado es cómodo y avanzamos con rapidez hasta que iniciamos la subida definitiva hacia la cumbre.
A partir de este punto le digo a Gonzalo que se adelante. Que no hace falta que me espere. Se que le retraso y no me gusta; es mejor que cada uno vaya a su paso, aunque sin perderse de vista.
No relataré mi progresión para no aburriros, tan solo diré que no sufría tanto desde hacía mucho tiempo. Cada paso resulta un suplicio y cada bocanada un quemazón. Mi cabeza viaja entre los futuros planes de entrenamiento para no volver a repetir esto y los deseos de alcanzar la cumbre de una vez por todas.
No hay atajos a la cumbre. Debemos subir la montaña paso a paso, por nosotros mismos.
A poco de llegar al siguiente collado, mi compañero me hace gestos para indicarme que va a subir rápidamente al Montcalm (3.077 m.) en su afán de intentar coronar todos los tresmiles del Pirineo posibles.
Ese es su objetivo vital. No el mío.
Yo sigo adelante con mi objetivo a voluntad férrea.
Cabezón como el que más. A veces es la única manera.
Así, llego al collado y sigo adelante. Dejando a Gonzalo atrás ya que se a ciencia cierta que me alcanzará antes que yo llegue a la cumbre, ya tan cercana. Tan lejana. Él es un portento físico. No lo dudo ni por un momento.
Cada vez me detengo en más ocasiones. Menos mal que técnicamente no hay dificultad alguna, porque eso minaría mi moral, aún intacta a pesar de todo.
Mi amigo me alcanza.
Yo ya noto mi rodilla «mala» hacer de las suyas.
Pero nada me importa. Estoy muy cerca.
Un paso más… Mi compi me cede el privilegio de coronar la Pica d’Estats en primer lugar. No es importante…
Toco la cruz de hierro y lanzo un estertor de satisfacción mientras todos mis músculos se relajan al fin.
Las vistas, una vez más, compensan todos los sufrimientos.
Veo a lo lejos el macizo del Aneto, colmado de nieve. Francia y España a mis pies. Y mis ojos hasta el horizonte.
Yo poseo las cimas, poseo las cimas que he ganado.
¿Y si no vivo más de esos regios días?
Sus noches viven en mi, sueñan mis pies con los celestes senderos,
mi corazón descansa en las montañas
No lamentaré lo que dejé por hacer.
Poseo las cimas y sueño con los sueños que he ganado.
Tenemos la suerte de estar en la cumbre, solos, algunos minutos.
Lo justo para reponer algunas fuerzas y hacer fotos.
Cuando empiezan a llegar nuevas personas, recogemos nuestros pertrechos y descendemos un poco para volver a subir hasta el Pico Verdaguer, sumamente cercano.
En tan solo unos minutos, llego a mi segundo tresmil de la jornada. El tercero de Gonzalo. Debajo de nosotros contemplamos los lagos que pasamos hace unas horas.
Por mi parte, todo ha terminado. Ahora toca sufrir de nuevo con mis rodillas si no logro aplicar una buena técnica de descenso.
En tanto nos ponemos en marcha voy usando los bastones a veces a modo de muletas y a veces como simple apoyo de progresión. Doy gracias de que haya más nieve de la esperada, porque si tuviera que haber remontado, y ahora descendido, un canchal… estaría mucho más «tocado» de lo que estoy.
De momento la cosa va bien.
Sigue subiendo gente y les damos ánimos para continuar.
Nosotros superamos de nuevo el nevero previo al Puerto de Sotllo, esta vez con algo más de dificultad ya que se ha levantado bastante viento y la nieve anda más blanda. Hay que saber usar bien los bastones y el piolet para no caer hasta la laguna.
Tras superarlo todo, el descenso se consigue finalmente sin mayores problemas. Mejor de lo esperado, incluso. Asimismo, Gonzalo se ha aventurado a hacer cumbre en el Pico de Sotllo mientras me daba ventaja para descender a mi ritmo.
Es un crack…
Tras una comida frugal junto al Estany d’Estats, descendemos por el mismo camino de subida charlando y rememorando experiencias. Siempre es un gustazo una buena conversación y un paseo por un lugar como este.
No deja de subir y bajar gente. Definitivamente, esto es como Las Ramblas.
Yo me voy contento porque he tachado una cumbre más de mi proyecto. Una importante, además. Más aún si tenemos en cuenta los absurdos problemas políticos que están dirigiendo a Cataluña a una espiral que puede conducirles a un punto de no retorno.
Procuro no pensar mucho en la tontería humana mientras me tomo una refrescante cerveza en el refugio con mi amigo. Veo una mariposa posarse delante de mi, y pienso en que mañana volveré a ver a mis niñas, y les contaré qué tal me ha ido y como las he echado de menos…
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