El monte Ori (2.017 m.), el «dos mil» más occidental del Pirineo, se muestra imponente y esbelto al norte del Valle de Salazar, en el Pirineo Navarro, sirviendo de frontera con la vecina Francia.

Ori es una montaña de fácil acceso y muy agradecida debido a sus excepcionales vistas sobre el tapiz de colores de la maravillosa Selva de Irati y las cercanas cumbres del Anie, la Mesa de los Tres Reyes o el Acherito. En días despejados, la vista llega hasta el Midi d´Ossau, el Moncayo e incluso Pau (Francia) y el mar Cantábrico.

Según la mitología vasca, este monte es la morada de Mari, la diosa de los genios de la naturaleza y de Basajaun, un genio que eligió el interior de los bosques para mostrar su ser bondadoso o, en ocasiones, su faceta más maligna.

Aquí podeis disponer de los datos de la ruta:

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Localización: Ochagavia

Tipo de Ruta: Montañismo

Longitud: 3 kilómetros (aproximadamente)

Duración: 1 a 2 horas

Época recomendada: Todo el año

Dificultad MIDE:  mide_Ori

Equipación mínima: Bastón (raquetas), mochila, botas de trekking y agua. (más info…)

Ruta GPS: Pico de Ori

Recomendaciones:

  • No hay agua potable en el recorrido, así que, aunque la ruta no es muy complicada, es recomendable llevar agua en la mochila.
  • Estamos en la frontera de España y Francia, cerca de la Selva de Irati. Llevaos una cámara porque merecerá la pena.
  • El pico está abierto a las corrientes de aire y la entrada de nubes. Por ello, la zona suele tener importantes bancos de niebla según la época del año. Precaución.

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Ori
La niebla no es olvido
sino postergación anticipada

ojalá que la espera no desgaste mis sueños
ojalá que la niebla no llegue a mis pulmones
y que tu, montaña
emerjas de ella como un lindo recuerdo
que se convierte en rostro

y yo sepa por fin que dejas para siempre
la espesura de ese aire maldito
cuando tus ojos encuentren
y celebren mi bienvenida que no tiene pausas

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Amanece un buen día y dejamos atrás el pueblo de Ochagavia donde hemos conseguido un alojamiento realmente bueno a última hora. Un ático, o Txori Toki («casita de los pájaros» en vasco).

Recorremos en coche los kilómetros que nos separan del Puerto de Larrau, admirándonos de los paisajes que nos rodean. Pinos, hayas y robles nos indican la altitud según avanzamos. Pero frente a nosotros comienza a planear una sombra. Las nubes… la niebla.

Por todo el Valle de Salazar o Irati luce el sol, y nosotros nos dirigimos hacia el velo de las nubes que entran desde el norte. Desde Francia.

Cuando llegamos al Puerto de Larrau, donde un pequeño túnel cruza la montaña que sirve de frontera entre los dos países, aparcamos y vemos como la niebla lo cubre todo a su paso. No vemos más lejos de unos pocos metros. Y sopesamos si continuar o darnos la vuelta.

Puerto De Larrau

Qué mala suerte…

Abandonamos la comodidad de Santander, dormimos en la Playa en Saint Jean de Lux (ya en Francia), cruzamos Roncesvalles para llegar aquí… ¿y ahora no podemos subir? Ni de coña.

Nos abrigamos bien, pues hace fresco, y nos aventuramos entre la bruma por el lado español de la montaña, intentando hallar el sendero que conduce hasta la cumbre. No se ve nada. Somos conscientes de que la situación puede volverse peligrosa. No porque arrecie una tormenta sino porque nos perdamos en el monte. Sin embargo, el gusanillo de adentrarnos más y más en aquel mundo de tinieblas nos hace seguir intentándolo.

Estamos un buen rato dando vueltas por la zona que se haya encima del tunel buscando el camino, brújula en mano. Tratamos de no perder de vista la referencia del mismo, puesto que allá abajo está nuestro coche. Creemos encontrar el sendero un par de veces, pero ninguno de ellos asciende.

No vemos más allá de nuestras narices…

Por fin, cuando estamos a punto de rendirnos, Gonzalo da con el camino. Este parece el bueno. Varios hitos guían al montañero a través del sendero.

Subiendo Entre La Niebla

Por fin empezamos a subir.

El camino es bastante claro e incluso cómodo. Aunque es una lástima no poder admirar el paisaje para tener puntos de referencia o, simplemente, asombrarnos con él. Es media mañana, pero parece última hora de la tarde. Nadie nos acompaña. Ni siquiera el sol.

Encontramos varios caballos a nuestro paso. Pastan tranquilos. Incluso alguno duerme tumbado al fresco. «Menuda vida», me digo a mi mismo. Me está costando subir. Ando algo resfriado…

Potros

Gonzalo decide desviarse por el cordal mientras Juan y yo continuamos por el sendero. Nos sabemos en la dirección correcta, pero la falta de visibilidad nos hace experimentar rutas por si acaso. Creemos llegar a la cumbre por dos veces, pero son solo los hermanos pequeños de esta.

Mis compañeros se adelantan. A mi me cuesta respirar. La noche pasada a la intemperie me pasa factura. Pero sus voces de ánimo desde unos metros más arriba me hacen continuar. Siempre llego a la cumbre. No importa lo que cueste…

Me dicen que ya hemos llegado. Solo unos metros más. Y por fin… nos reunimos en la cima.

En La Cumbre

Sopla, viento. Aparta de mi a la niebla.

No obstante, nada sucede. Imagino como deben ser las vistas. Valles franceses a un lado y las selvas de Irati al otro. Verde. Humedad. Vida. Soy consciente de que la situación de aquel pico le hace ser propenso a estar cubierto en muchas ocasiones, y me parece una lástima no poder disfrutar del paisaje. Ojalá pudiera ver el mar desde aquí arriba. Sin embargo, siempre merece la pena subir.

Cima
Comemos algo en la cumbre.

Unos paisanos de cierta edad nos sorprenden aún en las alturas y charlamos con ellos un rato. Parece que las nubes se despejan mientras nos cuentan como uno de ellos celebró su jubilación subiendo el Aconcagua. Me parece una proeza con 65 años…

De repente, el clima nos da un regalo. Las nubes se abren y podemos ver un inmenso mar de brumas blanquecinas frente a nosotros. Hacemos tiempo a ver si podemos contemplar algo más pero no tenemos suerte. Aunque ha sido muy bonito de todos modos.

Nos despedimos de nuestros nuevos amigos y comenzamos a bajar por el Cordal.

En algunos momentos me parece peligroso. No se ve la caida. Solo puedes preguntarte como será.

Seguimos descendiendo apoyándonos con las manos en algunos puntos para no caer. Algunas piedras resbalan. Por algunos instantes, la niebla levanta ligeramente y nos deja ver partes del valle. Al fin podemos ver algo del lado español. Y nos quedamos embelesados. Es realmente hermoso.

España

No nos da tiempo a hacer fotos. El vapor de agua es demasiado rápido. Pero ya estamos llegando.

Vislumbramos un enorme pozo que habíamos visto antes al subir. Estamos casi junto al tunel. Abajo, un pequeño coche negro. Y entonces descubrimos la verdad del camino: este parece nacer en el lado francés de la montaña. Al otro lado del tunel. Así, es normal que nos costara encontrarlo al principio de nuestra aventura.

Las nubes comienzan a quedarse por encima de nosotros y podemos ver como algunas águilas sobrevuelan nuestras cabezas. A nuestra derecha: España. Podemos ver algo. A nuestra izquierda, Francia. Cubierta de nubes.

Frente a nosotros en la distancia se alzan los grandes picos de los Pirineos. La alta montaña. Carente de vegetación. Cumbres nevadas. Impidiendo el paso a las nubes.

Pirineos

Bajo nosotros: fertilidad. Valles salpicados de mil tonalidades de verde y ocre. Se escuchan los murmullos de los arboles al cantar junto al viento. E imagino a los animales recorriendo semejantes parajes, casi vírgenes.

Según me acerco a mi coche… me prometo volver.

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