El Aneto es el pico más elevado de los Pirineos, y el segundo de la Península Ibérica, con una altitud de 3.404 metros sobre el nivel del mar. Forma parte del Macizo de la Maladeta y, situado en la zona del Valle de Benasque.

Inicialmente, la gran aglomeración de granito donde se enclava el Aneto estaría carente incluso de nombre. Existen indicios de que los pastores y cazadores que lo percibían lo designaban como Malheta o Malahita, o Punta desde los valles del sur. El primer viajero culto que lo avistó desde el puerto de Benasque, Louis Ramond de Carbonnières, se limitaría a describir en 1787 su aspecto de aguja de hielo. Finalmente, la máxima cota del Pirineo acabaría heredando el nombre de un pequeño pueblo de su costado oriental: Aneto, en el Valle de Arán.

Los franceses, al oír pronunciar «Aneto» a los aragoneses, retuvieron las dos últimas sílabas fonéticas claramente acentuadas, «ne» y «tu», ignorando la primera sílaba «a». Al transcribirlo, se originó su nombre francés: Netou, a pesar de que cima y laderas se encuentran plenamente en territorio español.

Escalado por primera vez en 1842, existen varias vías de ascenso en todas las cuales se necesita equipamiento, como piolets y crampones, y ciertos conocimientos de alpinismo:

Ruta Normal:

La Besurta La Renclusa – Portillón Superior – Glaciar del Aneto – Collado de CoronasPaso de Mahoma – Cima (1.504 m. de desnivel)

Ruta del Valle de Barrancs:

Llanos de la Besurta – Plan de Aigualluts – Glaciar del Aneto – Paso de Mahoma – Cima (1.504 m. de desnivel)

Ruta de la Espalda del Aneto:

Llanos de la Besurta – Lago de Barrancs – Glaciar de Barrancs – Cima (1.500 m. de desnivel)

Ruta de Coronas:

Senarta Vallibierna – Puente de Coronas – Ibones de Coronas – Glaciar de Coronas – Collado de Coronas – Paso de Mahoma – Cima (1.454 m. de desnivel)

Además de estas existen otras menos conocidas como:

  • Vía de los descalzos
  • Cresta
  • Corredor Estasen
  • Renclusa-Aigualluts

Sin embargo, la que nosotros decidimos hacer es la última descrita, la Ruta de Coronas, por ser la primera que se utilizó para escalar el pico, y estar menos transitada que la Ruta Normal. Aquí os dejo todo el track circular completo, que hicimos durante estos días…

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Localización: Benasque

Tipo de Ruta: Alpinismo

Longitud: 23 kilómetros (aproximadamente)

Duración:

  • 11 a 13 horas
  • más tres horas si no cogemos el autobús de Senarta-Vallibierna

Época recomendada: Todo el año (debido al glaciar, siempre es necesario el uso de crampones y piolet)

Dificultad MIDE:  → mide_Aneto

Equipación mínima: Crampones, piolet y bastón, mochila, botas de montaña, saco y esterilla, tienda de campaña (si no nos alojamos en refugio y no queremos hacer vivac), comida y agua. (más info…)

Ruta GPS: Aneto (existe un error en la medición del perfil de altura; pero el track es fiable)

Videotrack disponible:

(descartar el error de altura)

Recomendaciones:

  • Según la climatología, la ascensión puede realizarse en cualquier época del año dependiendo, claro está, de nuestros conocimientos de montaña. Hay muchos puntos de vivac, sobretodo en la vertiente sur (desde Coronas)
  • Tan solo hay agua potable hasta la zona del Refugio de Coronas, allí habrá que aprovisionarse bien a menos que queramos potabilizar agua de ibón o derretir nieve.
  • Precaución en los canchales de ambas vertientes.
  • Si se tiene vértigo, es mejor cruzar el Paso de Mahoma provisto de una cuerda (obligatoria en invierno). Aunque no es estrictamente necesaria si se posee la habilidad suficiente.

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Día 1:

Mientras nos acercamos al pueblo de Benasque (Huesca) y dejamos detrás nuestro la meseta castellana, contemplo frente a mi la inmensa cordillera de los Pirineos. Gigantes de piedra con pies de flora me saludan y me desafían a intentar ponerles a mis pies. Pero, en esta ocasión, solo hemos venido a domar al más grande de todos ellos… y ganarnos su respeto.

Sin embargo, aunque algo inquieto, no siento nerviosismo ante tamaña empresa. Aquella hermosa y colosal estampa tan solo me recuerda a ciertas palabras de un alpinista italiano (fallecido en el Huascarán Norte en 1993), y que ahora hago mías…

Gracias montaña por haberme dado lecciones de vida,
por que fatigado he aprendido a gustar el reposo,
por que sudando he aprendido a apreciar un sorbo de agua fresca,
por que cansado me he detenido y he podido admirar
la belleza de una flor, la libertad de un vuelo de pájaros,
respirar el perfume de la sencillez…

Llegamos a Benasque a la hora de comer y tras un almuerzo rápido nos dirigimos al parking de Senarta, donde comienza nuestra aventura.

Senarta
Las dimensiones del paraje que nos rodea me sobrecoge. Sin duda no tiene nada que ver con todo lo que he visto hasta ahora. Enormes pinares y cumbres nos flanquean mientras nos calzamos nuestras pesadas mochilas e iniciamos el camino.

Los primeros kilómetros de la ruta hacia el Valle de Vallibierna resultan duros. El desnivel es pronunciado en pocos metros y pronto nos pasa factura, como siempre que comenzamos a caminar.

De repente, un imprevisto nos detiene. A mi compañero Juan le acaba de dar un corte de digestión y debe pararse a «soltar» todo lo que lleva dentro. Casi no hemos empezado a caminar y nuestro periplo se tuerce con consecuencias que no acertamos a preveer.

Empiezo a temer que no llegaremos muy lejos. Una nube negra se cierne sobre nosotros.Cascadilla

Al cabo de un rato, Juan parece reponerse y decide continuar el camino. Por esta pista sube un pequeño autobús que lleva a los excursionistas hasta nuestro primer destino. Le proponemos bajar de nuevo al parking y cogerlo, pero él se niega y seguimos adelante.

Es un crack.

La pista circula durante un buen número de kilómetros por la ladera de la montaña, salpicada de vez en cuando por pequeñas cascadas de agua de los neveros que aún se encuentran en las alturas.

El sol aprieta, pero la temperatura media es fresca gracias al bosque y según vamos ganando altura.

El camino no resulta muy duro, aunque las mochilas que cargamos (con unos 15 kilos a la espalda) nos van pesando a cada paso. Juan debe detenerse de vez en cuando. Lo está pasando mal y no queremos forzar el paso por él. Sin duda me resulta admirable, yo no habría podido dar un paso después de lo que ha pasado.

Poco a poco el desnivel se va relajando y tras una curva podemos contemplar por fin nuestro destino. Las montañas que rodean al Valle de Vallibierna.

Vallibierna
solo, sumergido en tu silencio,
me he visto en el espejo y, espantado,
he admitido mi necesidad de verdad y amor,
por que sufriendo he saboreado la maravilla de la cumbre…

El sol cae a nuestra espalda e ilumina las cumbres con una luz especial.

Entramos en la alta montaña.

A nuestra derecha el arrullo del río nos acompaña en el camino tranquilizando nuestros espíritus. Hace muy buen tiempo y la brisa nos da tregua con el calor. Esperemos que todo siga así…

Cruzamos el río más adelante y volvemos a entrar en el bosque. Ya queda poco.

El autobús ha pasado por nuestro lado un par de veces. Una de subida y otra de bajada. El conductor nos saluda, y seguro que ha pensado: «¿Qué hacen estos tipos sufriendo cuando podrían subir tranquilos conmigo?«.

«Pero, ¿qué gracia tendría entonces?», pienso.

Estamos casi sin agua, la hemos racionado para que Juan beba más que nosotros y no se deshidrate. Es peliagudo, aunque empezamos a escuchar pronto un murmullo distinto al del río. ¡Es gente! ¡Ya hemos llegado!

A nuestra derecha vemos por fin el Refugio de Coronas («de Vallibierna» según algunas publicaciones), con su característico color amarillento.

Hay bastante gente deambulando a su alrededor. Incluso nos parece ver a unos hippies fumando en «pipa» a la vera del río. Menudo lugar para venirse a fumar, ¿no?RefugioCoronas

Mientras Juan descansa, Gonzalo y yo echamos un vistazo al refugio. Se trata de una cabaña con dos tablas de madera colocadas en forma de litera donde pueden llegar a entrar unas veinte personas. Quizás, en el suelo, alguna más. Pero está repleto, y algo sucio…

Eso nos obliga a hacer vivac (o sea: dormir al raso).

Bueno, tampoco nos importa mucho, parece que hasta el lunes va a hacer buen tiempo, así no creo que nos mojemos (el mayor de nuestros problemas ya que no llevamos auténticas fundas de vivac).

Llenamos las cantimploras de agua y las potabilizamos, antes de localizar un punto rodeado de árboles donde dormir. Instalamos nuestro campamento y cenamos algo, rodeados de mosquitos y molestos tábanos.

Hemos tardado unas tres horas en llegar hasta aquí y estamos algo cansados. Sin embargo el suelo resulta cómodo y el manto de estrellas que pronto nos envuelve nos hace olvidar todas nuestras penas.

Pido un par de deseos con sendas estrellas fugaces que surcan el cielo. Ambos se cumplirán…

Es maravilloso estar aquí. Casi he olvidado que hace unas horas estaba en Madrid…

… percibiendo las cosas verdaderas,
aquellas que llevan a la felicidad,
se obtienen sólo con fatiga,
y quien no sabe sufrir nunca podrá entender.

Atardecer en Vallibierna
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Día 2:

Amanece en Vallibierna…

La noche ha pasado sin incidentes. Tan solo algunos despertares por echar de menos un buen colchón, pero olvidado enseguida al contemplar como las estrellas velan nuestro sueño junto al fluir del río.

Hemos desayunado fuerte para emprender de nuevo la marcha y vaciar algo el peso de nuestras mochilas. Juan se encuentra mucho mejor y dispuesto a lo que sea. Hoy empieza la verdadera aventura… comenzamos a ascender hacia el Aneto.

La pista empedrada que debemos seguir sale a la izquierda del refugio, bien marcada con hitos, y la seguimos hasta que un cartel nos indica que debemos desviarnos hacia la izquierda: rumbo al Valle de Coronas.

El sendero es precioso. Caminamos a cubierto por pinos y hayas. Incluso algún abeto nos saluda y nos desea suerte en nuestra empresa. Hay lirios azulados en el camino, e incluso algún fruto silvestre.

Cascada de los Ibones
Andar por aquí no resulta complicado. Frente a nosotros una hermosa cascada de agua desciende desde los ibones del valle (lagos de alta montaña). Es solo cuando alcanzamos su base cuando tenemos que empezar a trepar algo.

En 45 minutos hemos llegado al Ibonet de Coronas, y sus colores me maravillan (como lo irán haciendo sus sucesivos hermanos a lo largo de toda nuestra travesía). Parecen piscinas naturales salpicadas de tonos marrones, dorados, turquesas… Algunos pájaros pasan a toda velocidad para dar un sorbo de sus cristalinas aguas. Aquí arriba los árboles casi no existen y todo es hierba y algún arbusto. Estamos rodeados de mariposas e insectos…Cabaña de Coronas

No hay palabras para describir la belleza de este lugar con el valle por debajo de nosotros…

Descansamos unos minutos para localizar la cabaña de pastores que hace las veces de último refugio en nuestra ruta de ascenso.

El «chamizo» es pequeño, pero pueden entrar tres o cuatro personas con comodidad. Y, a pesar de lo que hemos leído en algunas guías, está limpio. Al menos todo lo limpio que se puede esperar.

Es un buen lugar para pasar la noche si se requiere.

Tras evaluar el lugar, continuamos nuestra ruta y empezamos a subir hacia los ibones superiores.

Esta parte del camino es la que más dura se me hace hasta el momento. En un primer momento, caminamos por un sendero relativamente bien marcado pero de alto desnivel.

Sin embargo, más adelante, el sendero desaparece y comenzamos a seguir los hitos que salpican un enorme canchal de piedras.

Durante toda esta subida, la mochila se nos antoja un peso mortal. Cada paso que damos es un sufrimiento. Gastamos fuerzas, agua… y moral. El camino no parece acabar nunca.

Canchal de LlosasA mi izquierda, otra cascada que viene de los ibones de arriba me acompaña, mientra que a mi derecha la visión de los picos de la Crencha de Llosás me atemoriza. No me estoy percatando, pero he elegido mal los hitos y me estoy dirigiendo hacia ellos.

Cuando me percato de ello comienzo a trepar y a escalar algunas rocas para dirigirme en la dirección correcta.

A la cabeza me vienen multitud de pensamientos y caras que me ayudan a continuar mi camino. No os podéis imaginar como lo estamos pasando por culpa del peso…

De repente recupero algo de hierba en mi camino y veo a Gonzalo junto a la cascada haciéndome señas. ¡Estoy por encima de él! Vaya, pues si que me he desviado.

Salvo unas rocas y observo una zona de vivac preparada bajo techo al este del ibón inferior (por encima de él). Tras hacer una foto del ibón, desciendo un poco para reunirme con mis compañeros y descansar veinte minutos. Lo peor ha pasado, pero estamos agotados.

Ibon Inferior
Reponemos fuerzas con algo de comida y agua. Hemos tardado una hora y media (que parecían tres) y aún nos quedan treinta minutos hasta el final de nuestra segunda etapa.

Tengo el cuerpo molido, pero hay que llegar, y no estoy dispuesto a darme por vencido ahora.

Caminamos un rato más atravesando un nevero que nos da acceso a la última ladera que debemos salvar. Este tramo del camino se hace duro tan solo por la cantidad de cansancio que llevamos acumulado en nuestras piernas, pero enseguida llegamos al Circo de Coronas y, por fin, el Aneto y su corte se alzan ante nosotros.

PanoramicaCircoDeCoronas
Estoy emocionado. Aquí vamos a pasar lo que queda del día y la noche. A 2.800 metros sobre el nivel del mar.

El ibón del medio es aún más hermoso y grande que sus hermanos de abajo. Y toda la zona está plagada de puntos para hacer vivac o plantar tiendas de campaña. Nosotros elegimos uno cerca del lago, bien protegido por un muro de piedras, para estar a cubierto del posible viento nocturno.

Tras preparar el campamento, comemos sin ganas, tratando nuevamente de deshacernos del mayor peso posible; y luego nos aseamos con el agua del ibón que está más fría de lo que podais pensar. A pesar de ello, unos tipos deciden darse un baño que no dura mucho al comprobar el shock que supone pasar del calor ambiente al frío del agua de nieve que alimenta este lago.

Después, la tarde transcurre sin mayores anécdotas. Buscamos refugio bajo algunos salientes que nos protejan del sol, leemos algún libro y charlamos entre nosotros de anécdotas de viajes anteriores.

Aragüells
A media tarde, Gonzalo decido hacer una pequeña excursión hasta el Pico de Aragüells (3.044 m.). A mi me encantaría subir, pero quiero reservar fuerzas para mañana, después de todo el desgaste de hoy.

Al bajar nos cuenta que no ha tardado más de treinta y cinco minutos en llegar y que ha tenido una increíbla vista del Ibón de Cregüeña (el más grande de todo el macizo). Incluso ha pasado a hacer otra cumbre más: el Juncadella (3.019 m.).

Tras ver alguna foto que se ha hecho con su teléfono móvil, cenamos y nos disponemos a pasar la noche. En nuestro vivac no hace mucho frío, aunque dejamos a mano algunas capas de agua por si llega a llover (es increíble el tiempo que nos está haciendo, pero no está de más prevenir)

Por la noche, cuando la Luna desaparece por detrás de la Crencha de Cregüeña, la Vía Láctea, la antigua guía del Camino de Santiago, se nos muestra en todo su esplendor.

Jamás habéis visto las estrellas si no las habéis visto desde aquí. Es imposible de describir la belleza de este lugar mientras las luces del cielo danzan sobre nosotros. Reconozco algunas constelaciones como el Dragón, Leo, Orión o Casiopea… Para un astrónomo aficionado como yo esto es un paraíso. Y nada de lo que diga os hará una idea de lo que se siente al dormir así…

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Día 3:

Son las seis de la mañana. Llegó el momento.

El sol aún no ha salido por detrás del Aneto y podemos caminar con la fresca.

¿Sabéis? Recuerdo ahora que es necesario hablar con las personas mayores del Valle de Benasque para enterarse con pelos y señales. Lo que no saben con toda seguridad, se lo inventan, que para eso esta la imaginación. Ellos si, están en el secreto.

Cuando se apagaron las últimas ascuas del Pirineo en la inmensa hoguera que la diosa Pirine había encendido, todo empezó poco a poco a llenarse de alegría, primero las nieves lo cubrieron todo y luego, al desilacharse durante la primavera en miles de riachuelos, fueron remansándose, empapándose  los prados y los bosques de nuevo crecieron.

Y pronto también, los gigantes se prendaron de ese parque y quisieron adueñarse de él.

Los antiguos griegos nos hablaron ya de la lucha titánica de los gigantes con los dioses.

Azul de Ibon
Los gigantes, según los poetas helenos, colocaban montaña sobre montaña para desalojar a los dioses del Olimpo, manejaban los grandes árboles que encendían para convertirlos en antorchas y los blandían amenazadores contra el cielo para provocar el pánico a los hombres y a los dioses.

Y dice la leyenda que los dioses jamás podrían ganar a los gigantes si no luchaba con ellos algún mortal, pues así lo decían los oráculos.

Fueron los dioses al final los vencedores y aquella raza terrible y maldita de los gigantes desapareció de la tierra, aunque fue aparentemente, ya que alguno de ellos se escondió; y entre los terribles gigantones que se agazaparon en las montañas, el mas perverso se llamaba Netu. Era pastor y todo lo quería para su ganado y lo que se cruzaba en su camino era presa de su furor.

Netu era muy cruel y si se cruzaba con algún hombre se lo tragaba y hombre que desaparecía ya nunca volvía.  Y eso me intranquiliza mientras observo mi camino de hoy…

Cuenta la leyenda que un día apareció en el valle un peregrino. Nadie sabía quién era ni de dónde venía; vivía casi de limosna o trabajando en lo que le pedían, con muy poco se conformaba.

Pronto se ganó el afecto de todo el mundo, pero cuando ya veía a todos en concordia desaparecía, y se iba a otro sitio. Era como si fuera sembrando la paz.  Sabían que él queria cruzar la montaña y quisieron quitárselo de la cabeza pues tendría que pasar por los dominios de Netu. Él los tranquilizó y les dijo que el nunca se habia peleado con nadie, que no temieran, asi que cojió su atillo y marchó hacia el norte a cruzar el Pirineo.

Hacía mucho calor y se le fueron terminando las provisiones que le dieron en el pueblo, pero él seguia caminando.

Hacia Ordesa
Suduroso y casi agotado divisó a lo lejos un vallecito y un rebaño, pensó con razón que por lo menos allí habría agua y podría ayudar a los pastores a cambio de un churrusco de pan. La marcha le resulto dura ya que, aunque parecen cortas, las distancias engañan. Fue al atardecer cuando alcanzó el valle, de repente se encontró frente al gigantón que era enorme, con barbas, sucio y con cara de pocos amigos.

Sin ningún temor el peregrino se le acerco a pedirle agua. Netu, altivo, se la negó; le dijo que el agua era para su rebaño, y que se fuera. «Ni siquiera sé por qué te dejo marchar».

El peregrino con voz tranquila le respondió: «Veo que tienes el corazón duro como la piedra. Ojalá que todo tú te conviertas en piedra«.

Y en ese momento el gigante quedó petrificado y convertido en lo que es hoy: en el pico de  Aneto.  Aún hoy las gentes de la montaña aseguran que el peregrino era Dios.

Mis pensamientos vuelan mientras desayuno algo (poco, la verdad), pero por fin decido ponerme en camino, en solitario. Mis compañeros aún tienen que preparar las cosas que no dejaron listas anoche y, dado mi paso más lento, prefiero adelantarme para que nos encontremos más arriba y no perdamos tiempo.

MorrenaDeCoronas
Mis pasos me llevan al NE a rodear el ibón hasta el canchal que da paso a la morrena del Glaciar de Coronas, en dirección al Collado de Coronas, el último obstáculo antes de enfrentar la cima del Aneto.

Mientras subo por el sendero bien marcado de la morrena glaciar me siento fuerte. No se si es que he quitado bastante peso de comida de la mochila o es que los dos días previos me han fortalecido. Quizás ambas cosas. Pero subo a buen ritmo y llego casi al collado en poco tiempo. A mi derecha los restos del glaciar (casi extinto por las températuras del cambio climático y su orientación sur) se deshielan hacia los valles, mientras contemplo las terribles agujas de la Brecha de Llosás y el Pico Tempestades.

Por el Glaciar de Coronas
Mis compañeros me alcanzan al poco de atravesar el primero de los neveros, casi helados, del glaciar.

Decidimos no ponernos los crampones para llegar hasta el collado. Aunque hay algo de hielo, está blando y pisando con buen pie puede pasarse bien.

No tardamos en alcanzar el paso tras discutir cual será la mejor manera de salvarlo. Se trata de una pared clasificada como Grado I según la UIAA, pero con las mochilas que llevamos a la espalda y lo inestable del terreno, plagado de roca suelta, se nos hace problemático el trepar por él.

Sin embargo, tras dos horas y media en total, lo conseguimos y es entonces cuando en mi mente queda grabado la imagen que más me acompañará mientras viva de toda esta aventura. Más que alcanzar la cima del Aneto o los parajes que hemos contemplado.Collado de Coronas

El sol golpea en mi cara con una luz anaranjada. Frente a mi un muro de nieve se eleva hacia arriba, hacia la cumbre, mientras que, más allá, los pirineos franceses se extienden hasta donde alcanza la vista cubiertos por mares de nubes que humedecen los valles. Tras de mi, los pirineos españoles, con el Valle de Ordesa en la lejanía nos sonríen. «Ya os falta poco«, parecen decirnos. Un estremecimiento recorre mi piel y sonrío para mis adentros…

Tras beber un poco de agua, condimentada con suero para recuperar sales, hacemos un depósito con las mochilas y nos calzamos los crampones y el piolet. Desde aquí subiremos sin peso.

Cuando pisamos el Glaciar del Aneto, podemos ver como algunos montañeros suben desde el Valle de la Renclusa (nuestro camino de descenso). Hasta aquí hemos subido en la más completa soledad, lo cual ha sido fantástico, pero sabíamos que a partir de aquí seguramente estaríamos acompañados. El Aneto es un pico muy codiciado.

Glaciar del Aneto 1
Comenzamos a subir. Nos sentimos cómodos con los crampones. Nos dan un buen agarre sobre la nieve y el hielo y, a pesar del desnivel, nuestro paso es seguro.

No tardamos en llegar a una zona más rocosa donde debemos hacer otro depósito con nuestras piezas y seguir con las botas desnudas. En invierno es imprescindible llegar hasta el final con ellas, pero ahora no es necesario.

Mientras nos acercamos, tras una media hora, al último de nuestros obstáculos (y quizás el más peligroso), el Puente de Mahoma, contemplo desde las alturas los ibones donde hemos pasado la noche. Es una estampa preciosa…

Ibones de Coronas
«¡El Puente de Mahoma!, fina arista que sólo los justos podrán atravesar», según el Corán, se nos presenta al fin ante nuestros ojos. Cuentan los escritos que Mahoma tuvo que cruzarlo para poder llegar al paraíso. Y ahora nosotros nos debemos enfrentar a algo parecido para llegar a nuestro objetivo final.

Al observar la arista, no muy difícil en apariencia (Grado I+ por la UIAA), de pocos metros de longitud pero con una caída de varios centenares de metros a ambos lados, mi estómago se encoje y un fugaz pensamiento de autoconservación me asalta. Algo me dice que no debo cruzar por este paso de no más un metro de ancho.

Pero he llegado hasta aquí y nada me va a impedir doblegar a Netu a mis pies.

Juan parece más indeciso que yo y unos chicos que dejan sus mochilas a mi vera también. Gonzalo ya ha empezado a cruzar, así que no lo pienso más y me lanzo a cabalgar las piedras.

Puente de Mahoma
Según avanzo miro a los laterales y la caída impresiona, aunque eso no me achanta. Tan solo un par de trepadas que me obligan a cabalgar las piedras, me hacen dudar en mis pasos mientras protejo mi cámara (aunque no hay foto que haga justicia a esta arista).

Y, al fin… ¡Cima!

Me hallo en la cumbre más alta de todos los Pirineos. Y conmigo: mis amigos Gonzalo y Juan Carlos a los que ahora me abrazo. Mis ojos se empañan ligeramente ante la gesta conseguida. Aunque seguro que a ellos les resulta más emocionante aún, puesto que tuvieron que darse la vuelta hace unos años por culpa del glaciar. «Todo el mundo tiene su Annapurna«, recuerdo haberles oído decir. Para mi fue el Almanzor, para ellos el Aneto.

Cima del Aneto
La Cruz del Aneto, de 92 kilos de peso y dejada allí por montañeros catalanes en 1951, extiende sus brazos como tratando de abrazarnos en recompensa por nuestro esfuerzo. A su lado, la peana de piedra que instalaron los aragoneses en 1956, eleva a la Vírgen del Pilar hacia las alturas y nos sonríe y conforta mostrándonos su cordillera como regalo.

Es maravilloso… indescriptible…

Panoramica desde el Aneto (1)
Pirineos franceses

Panoramica desde el Aneto (2)
Pirineos españoles, hacia Ordesa

Permanecemos arriba unos quince minutos. Por encima de nosotros solo vuelan las aves. Tras disfrutar del paraje y de que Gonzalo se acerque a la Aguja de Daviú (3.350 m.) iniciamos el descenso tras recoger todo nuestro equipo y calzarnos de nuevo los crampones.

La bajada por el glaciar resulta agradable, clavando bien nuestros picos en un suelo tan duro. Reponemos agua en algunas bajantes y decidimos comer algo cuando llegamos al final del mar de nieve.

Comemos poco, el cansancio casi no nos lo permite, pero comemos muy a gusto, sabedores de un trabajo bien hecho.

Están comenzándo a entrar nubes desde el sur. Parece que las previsiones se cumplen y puede que llueva algo esta tarde o noche. Debemos llegar al Refugio de la Renclusa antes de que eso suceda o nos calaremos enteros.

Glaciar del Aneto 2
Sin embargo un obstáculo más duro de lo imaginado se cruza en nuestro camino antes de llegar al Portillón Superior, que nos dará acceso al valle: un enorme canchal, de piedras gigantescas, quizás derribadas a lo largo de los siglos por el viento, la lluvia y los rayos.

Hay que decir que con la paliza que llevamos encima, esta travesía a través de las rocas nos mina la moral más de lo deseado. Es un laberinto de granito en el que un mal paso puede hacerte caer y tener un grave accidente.

El cansancio hace estragos y puede conseguir que pierdas la concentración. Damos algún mal paso que no llega a mayores, pero que asusta.

Y cuando por fin llegamos al Portillón Superior, nos enfrentamos nuevamente a una trepada que resulta ya demasiado molesta.

Portillon Superior
Un tipo que parece estar con un corte de digestión (como Juan hace dos días) nos alcanza y decide quedarse a descansar. Está acompañado, pero no es buen lugar para que te de un «mal viaje».

Al fin, tras superar esta última subida, el Valle de la Renclusa aparece bajo nosotros. El final de nuestro viaje. Nuestras fuerzas están debilitadas pero nuestra moral aumenta un poquito al ver nuestro destino.

Comenzamos la bajada tras dejar atrás un charco de sangre que parece reciente. Alguno se ha despeñado por aquí (luego nos dirán que el helicoptero de rescate tuvo que subir ayer por aquí).

El descenso se hace largo y tedioso. No hay sendero y caminamos nuevamente sobre rocas, aunque más pequeñas que las del canchal anterior.

El cielo se oscurece. Las nubes entran amenazadoras. Gonzalo se adelanta para no perder la ruta que siguen unos montañeros que portan menos peso que nosotros. Juan, por contra, se retrasa… se ha hecho daño en un pie.

Sin perderle de vista, por si acaso, continuo mi particular vía crucis tratando de mantener la concentración y no dar un mal paso. En una pequeña canal que debemos descender, casi me caigo hacia alante unos metros por culpa de la maldita mochila. Afortunadamente estoy bien asido a la piedra y no caigo.

Panoramica Valle de la Renclusa
Desconozco cuantas horas tardamos en realizar el descenso… Quizás algo más de seis horas desde la cima. Pero a mi me parecen muchas más. El «camino» no se acaba nunca… Si sigo caminando es ya por mera fuerza de voluntad, no física. Y, para rematar, cuando ya creemos haber llegado abajo, el río nos impide el paso. Debemos salvar un pequeño cerro plagado de pinos para alcanzar el refugio.

Es lo que nos faltaba… aunque al menos, al final, no nos ha llovido.

Con nuestras últimas reservas de fuerzas, lo sorteamos y llegamos por fin al Refugio. El Edén… nuestro Shangri-La

Tras confirmar la reserva, nos duchamos con agua caliente (todo un lujo en la montaña) y degustamos una increíble cena de cuatro platos a base de un cocido de garbanzos, ensalada, filetes y una mousse de yogur… que me trae buenos recuerdos.

El refugio está bastante cambiado. Lo han terminado de acondicionar y casi parece un hotel. Sin duda un perfecto final para el día que hemos llevado.

Esta noche dormiremos como benditos sobre un buen colchón…

Refugio de La Renclusa
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Dia 4:

Hemos dormido bastante bien dadas las circunstancias. Compartimos la habitación con una pareja italiana bastante maja, pero cuyo componente masculino ronca como un tanque…

Hoy hemos decidido tomárnoslo de relax. De nuevo hace un día fantástico. Vamos a dar un paseo por el Ibón de la Renclusa y quizás, si nos sentimos fuertes, hagamos un pico llamado: la Tuca de Paderna (2.622 m.), en el Cordal de las Tres Hermanas de Paderna.

Según la tradición se dice que las tres hermanas fueron trocadas en roca por desobedecer a su padre; y de ahí que la mención de estos tres montes: la Tuca de Paderna, la Tuca Blanca de Paderna y la Tuca de Ésera, sean llamadas así.

Damos un paseo por los alrededores del refugio y visitamos la Ermita de la Vírgen de las Nieves (una más que conozco), labrada en la roca y que a veces ha servido de refugio.

Ermita de la Renclusa (Virgen de las Nieves)
El río desemboca a través de una garganta subterránea que lo lleva hasta Francia, aunque se ha abierto un agujero en la pared de la montaña para desviar algo de agua hacia España.

Nosotros lo remontamos hacia el ibón, sintiéndonos ligeros, libres del peso de las mochilas. ¡Así si que se escala!

MarmotasPronto encontramos algunas marmotas en nuestro devenir. Me sorprende encontrarlas, así como algunas de sus madrigueras, en estas alturas, pero resulta muy chulo compartir el camino con ellas.

El ronroneo del río relaja nuestros músculos aún doloridos por la paliza de ayer. Algunos pequeños estanques nos alucinan por sus vivos colores.

Nos recuerdan de nuevo a pequeñas piscinas por lo limpia que está el agua y por la claridad con la que vemos el fondo.

Pronto llegamos al ibón y nos asalta la sensación de querer darnos un baño, cosa que por supuesto no hacemos al recordar las impresiones de los montañeros que se bañaron en el ibón del medio, hace dos días.

Ibon de la Renclusa
El sol sale por detrás de las montañas. Después de tanto sufrimiento, vuelve a mi la típica, pero indudablemente cierta, frase: ha merecido la pena.

Sin pensárnoslo mucho, seguimos nuestro camino hacia el Pico de Paderna. Aún no sabemos si lo vamos a subir, pero con cada paso nos sentimos más fuertes aún.

Mientras caminamos podemos observar como crecen los rododéndros a nuestros lados. Recogemos algunas piedras buscando fósiles y para llevarnos algún recuerdo de nuestra aventura.

Pronto pasamos un pequeño canchal y comenzamos a superar algo de desnivel más pronunciado. Delante de nosotros está la morrena de Paderna, que parece que, finalmente, si que vamos a subir.

Paderna
Los tres nos separamos y ascendemos cada uno por un camino. Gonzalo sube directamente por la morrena, Juan se encamina (no muy convencido de llegar al mismo sitio) por el sendero que conduce al níveo Pico del Alba (3.107 m.), y yo me aventuro por el camino más difícil: a través del canchal.

En un principio me parece un camino más cómodo y directo, pero no es así. Y me toca tener que ayudarme con las manos para no resbalar con las rocas sueltas.

Cuando por fin recupero el camino original, todo mi cuerpo está en tensión. Parece increíble haber coronado ayer el Aneto y que mi cabeza no responda hoy bien ante esta «montañita». No me encuentro seguro y eso me preocupa.

Aunque por fin me reuno con Gonzalo en el collado para comprobar que Juan ha llegado por un sendero más cómo hasta allí. Sin embargo decide quedarse a descansar por culpa de su pie, no le aporta nada llegar hasta la cima. Yo, a pesar de mi inseguridad, decido llegar hasta el final y sigo a Gonzalo hasta arriba.

Tuca de Paderna
Tras superar los últimos desniveles, por fin llegamos a la cima. Para mi la segunda, para Gonzalo la quinta. Pero no me siento menos por ello, todo lo contrario, nuevamente me gusta estar en este lugar, y estoy orgulloso de haber llegado hasta aquí.

A los pocos minutos, el helicóptero de rescate pasa por debajo de nosotros rumbo a la Maladeta y el Aneto. Impresiona estar más altos que ellos, aunque pronto nos superan y se pierden por los collados. Debe ser la leche volar por aquí en uno de esos…

Desde esta cumbre podemos vislumbrar todo el Valle de Benasque y el Macizo del Posets. Quizás una próxima aventura por estos parajes…

Panoramica del Macizo del Posets
Tras reunirnos con Juan, iniciamos el descenso «taloneando» por las finas piedras de la morrena hasta llegar al río.

No nos lleva mucho volver al refugio y, aunque por la tarde me entran ganas de subir al Pico de la Renclusa (2.679 m.), creo que por esta vez ya está bien de tanta montaña. Me apetece disfrutar del paisaje o explorar la cascada del río, leer un buen libro o tener una buena conversación con mis amigos.

La cena vuelve a ser copiosa, aunque la devoramos con menos ansias.

Tras cenar, charlamos un rato con nuestro «vecino» italiano (algo «achispado»), Giovanni, que nos cuenta que ha logrado llegar al Aneto con su mujer, y nos pide disculpas por adelantado por si «ronca como un canibal» esta noche. Es un tipo muy majete que ha recorrido muchos años algunas de las cimas más importantes de Europa, incluyendo los Dolomitas, donde vive.

Yo le escucho mientras mis ojos se cierran poco a poco, y contemplo como la Dama Luna se oculta tras los tresmiles que permanecen allá arriba inertes… conquistados.

Anochece en la Renclusa
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Día 5:

¡Como ronca el italiano! ¡Madre mía!

Esta noche ha sido dura. Una auténtica sinfonía de ronquidos con él como director de orquesta.

En fin, todo lo bueno se acaba y tras recoger nuestros aperos, iniciamos el descenso hacia el parking de La Besurta donde cogeremos un autobús que nos lleve hasta el coche.

El camino no nos lleva más de media hora por un sendero bien cuidado.

La Besurta
Flanqueados por un rebaño de vacas, llegamos por fin al «chiringuito» donde se encuentra la parada de autobús. Tendremos que esperar casi cuarenta minutos hasta que nos recojan, así que hacemos tiempo dando un paseo por la zona.

Gonzalo encuentra un bastón abandonado que, tras unas «reparaciones a base de piedra», queda listo para su uso.

Yo hago algunas fotos más y enseguida llega nuestro conductor. Un argentino que debe conocerse de lujo el camino, porque parece creerse un piloto de rally y nos lleva a toda velocidad por la carreteta, pasando por el Hospital de Benasque, hasta nuestro destino final: el Pllan de Senarta.

Acojona un poquito…

Valle de Benasque
Finalmente hemos llegado de nuevo al coche. Nuestra ruta circular ha terminado, y han sido sin duda unos días y unas experiencias maravillosas que no olvidaremos nunca.

Ahora cruzaremos a Francia por el Túnel de Vielha para volver a España por Hendaya. Dentro de unas horas estaremos en Santander a «cota cero», desde tresmil cuatrocientos cuatro metros de altura… a cero metros; disfrutando del mar y de un paisaje muy distinto a la vez que hermoso.

Me va a parecer increíble…

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Cuando emprendas tu viaje a Ítaca,
pide que el camino sea largo
lleno de aventuras, lleno de experiencias.

Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento.
Tu llegada allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje
mejor que dure muchos años
y atracar ya viejo en la isla
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella, no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia
entenderás ya que significan las Ítacas.

– Constantino Cavafis –

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Dedicado a mis compañeros de fatigas en multitud de ocasiones.
Montañeros y amigos…
Juan Carlos y Gonzalo.

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