Las Torres de La Pedriza son un conjunto de picos y riscos situados en el extremo norte de La Pedriza, una zona de gran interés geológico, paisajístico y deportivo de la Sierra de Guadarrama. El risco más alto de ellos tiene una altitud de 2.029 metros, y constituye el punto más alto de toda La Pedriza.

Estos riscos, o pinganillos, de granito se alzan en el extremo norte del Circo de la Pedriza Posterior (o Hueco de los Pollos) y tienen unas formas peculiares gracias a la acción del viento y el agua. Coronan a modo de castillo una pequeña cornisa montañosa orientada de oeste a este y de una longitud de unos 800 metros. Las Torres de La Pedriza constituyen el lugar donde La Pedriza se une al cordal montañoso de Cuerda Larga, que se sitúa al norte. Estos canchales están rodeados de una zona cubierta por arbustos de alta montaña y pinos silvestres de poca altura. Al sur de los mismos se extiende un espeso bosque de pino silvestre que ocupa el centro del Circo de la Pedriza Posterior. Al norte de las Torres hay una zona situada a más de 1.900 m de altura, con una pendiente menos acentuada y sin vegetación arbórea.

Las Torres no tienen gran interés como objetivos de escalada, de hecho no tienen vías de escalada que puedan considerarse como tales. El acceso a sus cumbres se hace por sus espaldares de las caras norte, que son roquedales de corta longitud y sin dificultad. Sus caras sur son mas impresionantes y largas pero tampoco ofrecen gran dificultad. Su interés deportivo está más en la marcha que en la escalda y forman parte la gran travesía de la Pedriza que se conoce como la Integral de la Pedriza.

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Localización: Manzanares el Real

Tipo de Ruta: Montañismo

Longitud: 16 kilómetros (aproximadamente)

Duración: 8 horas (aproximadamente)

Época recomendada: Todo el año

Dificultad MIDE:  mide_TorresPedriza

Equipación mínima: Bastón, mochila, botas de montaña, agua. (más info…)

Ruta GPS:

Las Torres de La Pedriza

Videotrack disponible:

Recomendaciones:

  • No hay agua potable en todo el recorrido (aunque podamos encontrar algun arroyo según la época del año). La ruta es muy larga y debéis proveeros al menos de 2 a 3 l. de agua.
  • La trepada final a la Tercera Torre no presenta especiales dificultades técnicas (Grado II) pero hay que prestar atención si no se está acostumbrado a hacer este tipo de pasos.
  • Un descenso habitual desde Las Torres se efectúa por el Collado de la Ventana. Os lo recomendamos ya que nuestras ruta por el PR-M 1 es demasiado larga y solo apta para piernas fuertes y gente acostumbrada a trepar, destrepar y orientarse en el «laberinto» que es La Pedriza.

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Una vieja pretensión afronto hoy. Antes que empiece mi temporada complicada de trabajo y me sea más difícil escaparme como hoy, un día entre semana, hasta este rincón maravilloso que es La Pedriza del Manzanares.

No hay absolutamente nadie.

Es cuando más mágico es este lugar.

Allá arriba, teñidas apenas por los primeros rayos del sol, mis objetivos… las Torres de la Pedriza.

Desde Canto Cochino

Cruzo el río y me adentro en la llamada «Autopista de La Pedriza» camino al Refugio Giner de los Ríos, aunque no lo pisaré hoy ya que debo desviarme por el PR-M 2 para ascender por el Circo de La Pedriza Posterior. La única zona que, aunque resulte increíble, aún no conozco de todo este paraje.

Por ello camino alegre. Una de las últimas andanzas desconocidas que me quedan por hacer en Madrid.

Para muchos la jornada que me espera no sería una aventura. Para otros sería la aventura de sus vidas…

Ni lo uno ni lo otro.

Ni seré un purista ni un defensor de lo que significa «una aventura». Esta es todo lo que se salga de lo normal en tu vida cotidiana, desde ir a un sitio desconocido y que suponga cierto riesgo, como aquí… hasta tener un hijo.

Desvío al PR-M 2

Camino cómodamente al fresco mientras pienso en estas cosas, cuando llego casi sin darme cuenta al puente que da paso a la pradera del Refugio Giner.

Una pista clara sale a la izquierda sin tener que cruzar el río.

Las marcas de PR (amarillas y blancas) indican por donde han de conducirse hoy mis pasos y comienzo a remontar una cuesta algo pronunciada a través del pinar, acompañado tan solo por el piar de algunos pájaros madrugadores y el arrullo de las copas de los árboles, bastante venteadas hoy.

Ascendiendo

Mientras dejo el río a mi derecha y continúo en ascenso por una cada vez más estrecha vereda, el hermoso Risco del Pájaro queda por encima de mi, como apoyado en las ramas de los árboles, mientras me pregunto si será conveniente subir hoy hasta las alturas con este viento.

Tampoco lo pienso mucho. Me digo que probablemente no, pero que ya lo comprobaré cuando llegue arriba. Al menos, tengo que intentarlo.

Como siempre que vengo aquí, mi imaginación no deja preguntar mucho a mi mente racional. Los arbustos se cierran sobre mi. Los helechos me tienden su manto para que camine cómodo y el río me tranquiliza con su devenir. Podéis llamarme friki, pero me parece estar transitando por alguno de esos rincones míticos de las leyendas celtas o centroeuropeas. Quizás incluso de los cuentos de Tolkien y su Tierra Media.

Panoramica de El Pajaro

Estoy sin duda en la zona que más se pueda parecer a lo que antaño fue La Pedriza que narraban Giner, Cossío, los Kindelan… o los pocos pastores y bandoleros que aquí se adentraban.

Casi salvaje. Solitaria. Perdida…

No me encuentro con nadie.

La sensación no desaparece.

Por las rocas

La senda hasta ahora es cómoda y no resulta difícil orientarse, aunque sea siguiendo la señalética por el suelo rocoso.

No es sino hasta los 1.500 m. aproximadamente que los rayos del sol me rozan tímidamente sobrepasando los Riscos de los Pinganillos.

Desde aquí entro en un tramo del camino en donde tengo que empezar a prestar más atención, ya que las marcas del PR no son tan evidentes.

A veces las encuentras en los árboles y otras en las rocas. Pero si tenéis dudas de orientación, pueden verse muchos hitos que os señalarán el camino por si hay demasiado espacio entre marca y marca. De hecho, esto me salva en más de una ocasión de tomar el rumbo equivocado.

No es sino hasta llegar a un gran canchal que llega mi primera gran dificultad del día. No veo ninguna distintivo de continuidad. Creo incluso por momentos que aquí termina mi aventura tras ascender por un lugar en donde no veo camino, y deambular por rocas sin encontrar nada.

Subiendo las rocas

Finalmente, sigo mi instinto y descubro a lo lejos de nuevo las señales del PR-M 2.

Desde aquí, todo vuelve a ser normal, aunque reconozco que algunas señales son incluso confusas. No parecen ni siquiera correctamente colocadas, lo que me hace perder algo de tiempo para comprobar que sigo la vereda correcta.

Es puro instinto y, por el momento, me sirve bien.

El bosque es monótono por aquí, ya sin tanta variación de vegetación. Solo enormes pinos y sabinas, rodeando tremendos canchos plagados de musgo y helechos, e incluso alguna «casita de pitufo» ahora que es otoño. Bajo alguna de esas grades rocas incluso llego a ver algunos vivacs (la verdad es que toda la ruta, sobre todo más adelante cuando llegue a los roquedos, está llena de sitios donde poder pasar la noche o cobijarse de la lluvia si llega el caso).

De repente, casi de improviso, veo frente a mi las puntas de la Cuerda de las Milaneras. El bosque se está despejando…

Cuerda de las Milaneras

El sol calienta poco y el viento se hace más patente. Me detengo un segundo y veo a mi derecha las Torres formando un colosal muro que se aleja hacia el noreste.

Tras casi tres horas entre vegetación, solo entreviendo a breves instantes las alturas hacia las que me dirigía, este páramo me parece un descanso. Y una recompensa hermosa.

Muchas veces me preguntan por qué me gusta tanto esto. Este reino de rocas donde no parece haber más que desierto. Y yo nunca se como dar una única respuesta. Solo se que no lo puedo explicar y que la gente suele estar muy equivocada con estos lugares, con estos paisajes. Aquí empieza la vida. Aquí hay más «vida» que allá abajo de donde vengo…

Panoramica Collado de Prado Poyo

Subo un poco más y llego al Collado del Miradero (o de Prado Poyo) y contemplo la visión que siempre había soñado de llegar allí. Toda La Pedriza prácticamente a mis pies, verde y fertil; y la Cuerda Larga a tiro de piedra.

Jamás olvidaré este encuentro.

En mi cabeza empiezan a bullir viejas ideas. De venir hasta aquí desde La Najarra en otra ocasión. En descender por los llamados Hoyos de la Sierra para enlazar con las llamadas Zetas de la Pedriza hasta Canto Cochino. Veo incluso la pista que intenté alcanzar cierto invierno para llegar hasta las Cabezas de Hierro desde esta cara sur. En aquella ocasión la nieve me lo impidió y no supe si sería factible.

Hoy veo que, si… que es factible esa vía.

Tomo nota mental de todo pero me refugio rápidamente tras unas piedras para colocarme la chaqueta de plumas. El viento, cuando sopla, es gélido.

Hacia el PR-M 1

En este lugar abandono el citado PR-M 2 para continuar por el PR-M 1 (cuidado porque vereis señalización paralela de ambos. El «uno» circula cercano a la cresta cimera de las Torres).

Llegando por esta vertiente es difícil localizar cual es la tercera Torre, la más alta.

Si uno se fija bien, puede encontrar unos hitos que te llevan a un pequeño collado que separa la tercera Torre de la cuarta y encontrar ahí la vía de ascenso.

No obstante, no hay que preocuparse, porque podéis continuar hasta llegar a un pequeño circo entre las Torres precedido de un amplio camino de arena.

Panoramica del Circo entre Torres

El lugar me sobrecoge. Recuerdo muy bien la leyenda de los dos gigantes de La Pedriza: del que vivía en la Pedriza Anterior, protegido por su gran Yelmo y su ejército de fantasmas… y del que habitaba en la Pedriza Posterior observándolo desde sus Torres…

De repente, «veo» los muros de ese mágico castillo. ¿Sigo en mi mundo o he viajado a otro lugar y otro tiempo? Este pequeño circo es lo que queda de una especie de salón del trono. Hay un vivac justo en su centro pero bien podrían ser los restos de una gran hoguera de aquel gigante.Panoramica de la Tercera Torre

Hacia la derecha hay un acceso hacia la tercera y cuarta Torre del «castillo», desde donde todo queda al alcance de tus ojos.

Algo acaba de marcarse a fuego en mi corazón con este lugar.

Conozco sitios maravillosos en estos parajes. Pero este se acaba de convertir sin atisbo de dudas en mi favorito. Quizás porque soy padre y mi imaginación empieza a despertar de su letargo de vida adulta. Vuelvo a soñar como un niño. Y mi mente vuela imaginando como hacerle ver estas maravillas a mis peques…

Contemplo entonces la pared de la cara sur de la tercera Torre. Ahora es evidente a donde debo subir.

Y creo que la canal de ascenso también es bastante clara.

Así, me pongo en movimiento y comienzo a trepar.

Canal Sur

Sin apenas esfuerzos llego hasta el citado colladito y ya me hago una composición de lugar para una próxima vez.

Ahora tan solo debo buscar con calma la vía real para el ascenso final (trepada más que escalada, pero sabiendo colocarse). Dejo bastones y mochila para evitar estorbos y, aunque no la ataco en un principio por el sitio correcto, no me queda otra que seguir los pequeños hitos que aparecen de pronto y la marcan hasta llegar por fin a la cumbre tan deseada.

El viento me da una tregua y me mece tan solo para dejarme disfrutar.

Panoramica de La Pedriza

¿Como explicar una sensación?

¿Como explicar un silencio que en realidad contiene la más maravillosa de las músicas?

Si me habéis leído en otras páginas de este blog sabréis como suelo sentirme pero, a pesar de tantos años, a veces te quedas sin palabras. Tan solo se que me quedaría aquí si no tuviera obligaciones allá abajo. Algo y alguien aún más importante que todo esto. Pero es por esto por lo que seguiré subiendo, para disfrutarlo y para (en un futuro espero no muy lejano) poder enseñárselo.

Panoramica de Cuerda Larga

El viento me golpea un par de veces, casi desequilibrándome, y me hace volver a la realidad.

Debo bajar. Es la hora.

A pesar de saber que aún me queda un largo camino por delante, es pronto. Y tengo la alocada idea de dirigirme al Alto de Matasanos para coronar el último dosmil de Guadarrama que aún me queda por hollar. No es una montña propiamente dicha, ya que forma parte de Los Bailanderos de Cuerda Larga. Ese proyecto de cumbres de Guadarrama ya terminó, pero es verdad que aún quedan estas dos cotas por terminar… las Torres están listas, así que…

¿Parece tan cerca?

Panoramica del Alto de Matasanos

Lo malo es que sin esperarlo el cansancio hace mella en mi, y el calor del plumífero, aunque fuera haga frío… también. Noto que me va a dar una pájara, y no me lo puedo permitir aquí arriba. Así que, descanso unos minutos, me hidrato y vuelvo al PR-M 1 para descender por él.

Paso de nuevo por el pequeño circo entre las Torres y me encamino por entre unas rocas que parecen la vieja corona de piedra del mítico gigante.

Corona del giganteLas marcas del PR parecen claras todavía en esta zona.

Es una lástima no haberme detenido a hacer más fotografías de los lugares que estoy viendo, pero me llevaría varios días. Y también es una lástima no poder colgaros en esta página la cantidad ingente de fotografías que si que llego a realizar. Pero creo que debo colgaros al menos las más significativas o las que os ayuden a orientaros en el caos de piedra que vendrá de aquí en adelante (tratar de describir el camino sería misión imposible).

La trocha continúa serpenteando entre piedras que permanecen en equilibrio, muros imposibles horadados por efectos del agua y el hielo, y cuando el sol desaparece tras las incipientes nubes parece que no estás volviendo a la civilización sino adentrándote aún más en ese mundo alternativo, misterioso, sacado de algún cuento de espada y brujería.

En equilibrio

Camino en absoluta soledad. Aunque mi idea original era subir con algunos amigos, pero he preferido hacerlo a mi manera para volver después con ellos y probar otras variantes que ninguno conozcamos.

Se que a veces puedo parecer huraño por estas decisiones, pero soy más que fiel a mis mejores amigos. Tan solo es que a veces necesito estar solo.

No nací solitario sino que he ido volviéndome solitario, testarudo, incorruptible… Todo por ver como lo que llamamos en nuestra arrogancia «mundo occidental» se asfixia cada vez más en sus represiones, convenciones y una aparente moral que predica el consumo para poder tasarlo.

Pero mentiría si ocultara que esa soledad puede significar dolor. Esa parte de la soledad se la he confesado a menudo al hielo, a la roca y a mi mochila. Sin embargo, gracias al destino, al tener familia y unos pocos amigos auténticos esa soledad mía se ha aligerado en gran medida.

Eso si, y aunque a ellos no los cambiaría por nada, a veces la soledad me sigue viniendo bien…

Laberintos

Todos estos picachos son un laberínto.

Si no se retorna por el mismo camino de subida, lo habitual es descender por el Collado de la Ventana. Pero yo he decidido, por razones profesionales, recorrer el PR-M 1 hasta el Collado de la Dehesilla.

Eso me permite ver rincones casi desconocidos para la mayoría de la gente. Lugares en donde me encantaría perderme y pasar días explorando, como harían los primeros «exploradores» de La Pedriza.

Aunque no todo puede ser bueno. El camino es extremadamente largo. Trepas y destrepas en más de una ocasión y eso va mermando las ya escasas fuerzas, aguzadas por la falta de agua, que tengo que empezar a racionar ya que no encontraré agua hasta mucho más abajo.

Encajonado

No avanzo con demasiada rapidez porque no puedo evitar desviar mi mirada a estos colosales paisajes ni tampoco a buscar las marcas del sendero, a veces bastante escasas y otras incluso… nuevamente confusas.

Aunque se que esta ruta no es homologable según las normativas FEDME, debería dar algún aviso a la federación madrileña para que señalice algo mejor. Si no se tiene experiencia, te puedes meter en un considerable «berenjenal».

VPasadizooy atento a todas direcciones. A veces hacia arriba, otras hacia abajo y tras perder el rumbo en al menos tres ocasiones, certifico que es una ruta marcada por las cuevas o «tubos». En al menos esas ocasiones tuve que deshacerme de la mochila y pasar bajo las rocas de algún tipo de pasadizo.

Pienso para mi que, al menos estoy haciendo este camino en descenso. En ascenso sería casi una locura. Por orientación y por esfuerzo.

Dejo atrás lugares como el La Esfinge, el Cerro de los Hoyos, la Torre de los Buitres, el evidente Caballo de Ajedrez hasta llegar a la Pradera de Navajuelos. Un lugar que no esperaba cuando se me aparece y que asemeja un remanso de paz y de pastos entre tanto erial rocoso.

Allí encuentro unos pequeños regatos de agua que me permiten no gastar de la mía propia para beber.

Y un poco más adelante, superado un punto que yo llamo «La Escalinata», veo al fin cercano el pequeño macizo del Yelmo.

La escalinata

Ya me queda poco, creo.

Aunque nada más lejos de la realidad, ya que aún habrá que pasar junto a la Pared de Santillana, cerca del Hueso, y dar un rodeo hasta lograr ver el largo y enmarañado descenso hasta La Dehesilla.

Una vez más pienso en que es una lástima no poder enseñaros todas las fotos que hago por aquí…

Empiezo a estar realmente agotado cuando me encuentro con varias cabras montés, y algún macho desafiante elevado sobre las rocas (esto se ha convertido en un verdadero problema de salud pública). Esta última zona es bastante embarullada y pierdes desnivel con rapidez.

Ultima gran bajada

Mi rodilla hace de las suyas…

Al fin, llego al collado y tras descansar un par de minutos sigo descendiendo hacia el Refugio Giner (cerrado hoy) donde espero que la llamada Fuente de Pedro Acuña traiga agua para poder beber hasta saciarme. Si no, al menos podré beber en el arroyo aunque me arriesgue a una diarrea si el ganado ha hecho de las suyas.

Afortunadamente para mi estómago, no tengo tanta mala suerte.

Cuando paso junto al Tolmo viendo arriba a lo lejos las Torres, es como recibir una palmadita en la espalda de alguien que te dice: «Bravo, ya lo tienes conseguido«.

El Tolmo

Tras volver a reponer algunas fuerzas, retomo la «Autopista de La Pedriza» hasta llegar a Canto Cochino.

Ha sido una jornada increíble. Inolvidable.

Mientras como algo y me refresco con una buena cerveza, mi mirada no se separa de las montañas. Del camino que he hecho, de las cosas que he visto e imaginado al caminar y de las cada vez más numerosas nubes que empiezan a abrazarlas.

Y no puedo evitar pensar en una última leyenda…

blanco

De las alas de las montañas surgieron las nubes que, en la añoranza de su antigua unión, siempre vuelven a ellas.

Cuando el dios Indra terminó de construir el mundo, comprobó horrorizado que la tierra se resquebrajaba, amenazando con romperse en mil pedazos. Entonces pidió ayuda a las montañas, que dibujaban círculos en el cielo con sus alas. Indra arrebató las alas a las montañas y las relegó a la tierra. Desde entonces, la morada de los hombres es segura, y ya no puede desmoronarse. De las alas de las montañas surgieron las nubes que, en la añoranza de su antigua unión, siempre vuelven a ellas.

(Rig Veda)

Cabrita