El pico Majalasna (1.933 m.) es el último de los llamados Siete Picos en la Sierra de Guadarrama. Siendo, de todos ellos, el más pequeño en altura.

A pesar de ello este pico resulta emblemático por poseer una ruta senderista propia, marcada con señales amarillas, de todas las que recorren los parajes del pueblo de Cercedilla. Para acceder a él pueden tomarse dos sentidos:

  1. Subiendo directamente (y casi paralelos a la Calzada Romana) al Collado Ventoso y de ahí al pico.
  2. O recorriendo tranquilamente parte de la Carretera de la República y accediendo al pico por la cara este. Este camino es más largo puesto que se une con la “senda roja”, pero merece mucho la pena si se tiene tiempo.

Esta es una excursión que, a pesar de presentar ciertas dificultades, puede realizarse por cualquier persona que mantenga cierto estado de forma y, si se quiere, se puede coronar, con cierta calma, yendo a ver a sus hermanos mayores y las vistas que estos ofrecen.

Aquí disponeis del mapa de la ruta desde Las Dehesas de Cercedilla:

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Localización: Cercedilla

Tipo de Ruta: Montañismo

Longitud: 14 kilómetros (aproximadamente)

Duración: 5 horas

Época recomendada: Todo el año (en invierno puede resultar necesario el uso de raquetas)

Dificultad MIDE:  mide_Majalasna

Equipación mínima: Bastón (raquetas), mochila, botas de trekking o montaña, agua. (más info…)

Ruta GPS: Pico Majalasna

Recomendaciones:

  • Según la climatología, la ascensión puede realizarse en cualquier época del año incluso con nieve. Aunque entonces podríamos necesitar unas raquetas para poder progresar.
  • Hay algunos puntos con agua potable en el recorrido pero es recomendable llevar agua propia.
  • Una vez hayamos alcanzado la cima, si no queremos regresar por Cercedilla, podemos enlazar con el Camino Schmidt y retornar por Navacerrada.

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Nuestro gozo en un pozo

Bendito refranero español.

Lo teníamos todo planeado para hacer el cordal de los Siete Picos desde Navacerrada hasta el pie de la Calzada Romana de Cercedilla. Subiríamos en el tren que asciende hasta las zonas de esquí y luego desharíamos el camino a pie. Pero nos han dicho que no quedan billetes… Se han comprado con antelación y no hay nada que hacer.

Normal: con el increíble día que hace, medio Madrid debe estar por aquí.

Sin embargo eso no nos echa atrás en nuestra intención. Nos hemos acercado hasta Las Dehesas con los coches y vamos a hacer la ruta inversa (y circular) subiendo por el Pico Majalasna.

Localizamos la ruta amarilla que nos llevará directamente hasta la cima y empezamos a andar, siguiendo el curso de un arroyo. La zona es preciosa. Y la nieve lo cubre todo haciendo parecer al sendero un camino de cuento.

SiguiendoElArroyo
Abandonamos las praderas que flanquean al arroyo y aparecemos en el punto donde comienza a ascender la Calzada Romana construida en el siglo I, en tiempos del Emperador Vespasiano, para unir Tulticia (cerca de Aranjuez) y Segovia.

Por aquí se empieza a ver gente. Pero esa no es nuestra ruta y seguimos las indicaciones amarillas hoyando la nieve por la Carretera de la República, que nunca llegó a terminarse por culpa de la Guerra Civil.

Es entonces cuando comienza nuestra verdadera aventura. No por empezar a subir las laderas que nos llevarán hasta el pico, si no porque perdemos de vista las marcas amarillas de la senda. «Empezamos bien», me digo a mi mismo. Afortunadamente, conocemos bien la zona y con el día que hace no supone ningún peligro el seguir caminando. Daremos más rodeo pero llegaremos hasta las praderas de Navarrulaque sin problemas.

Tras un buen rato de caminar, y hacer un alto cerca del Reloj de Sol de Cela, unos tipos nos indican como seguir el ascenso al pico. Increíblemente, un poco más alante volvemos a encontrar las marcas amarillas. No entendemos nada…

Empezamos a subir y comprobamos que la nieve aquí está poco pisada. Nadie ha subido hoy por aquí. En algunos puntos la nieve está dura y en otros hundes un poco el pie hasta el tobillo. Pero lo mejor de todo es que nadie nos sigue ni nadie nos rodea. Así es como me gusta la montaña. Tranquila.

Subimos con dificultad hasta unas rocas que sobresalen de la montaña y allí decidimos quitarnos algo de ropa. Aún no podemos creernos el día que hace. Ya estamos sudando.

Aprovecho para desenfundar y montar el piolet que me han prestado para ayudarme en la subida, cuando me doy cuenta de algo increíble: desde aquí pueden verse las inmensas torres que han construido hace poco en la Plaza de Castilla. En Madrid.

TorresDeAcero

Después de charlar un rato sobre las vistas y tratar de identificar los embalses que se ven en la lejanía, continuamos nuestro camino que cada vez se vuelve más duro. Agradezco el piolet a cada paso. Casi asciendo «a cuatro patas».

Poco a poco vamos comprobando que las huellas se van volviendo menos numerosas. En algunos puntos el piolet y el bastón se hunden considerablemente. Quizás unos setenta centímetros…

Y encima hemos vuelto a perder las marcas. Maldita sea…

Sin embargo la visión de los Siete Picos por encima de mi me sobrecoge. Es un día hermoso, y la montaña está, sin ningún lugar a dudas… maravillosa.

Contemplando7Picos
Caminante no hay camino. Se hace camino al andar…

En nuestro caso es absolutamente cierto: estamos abriendo un nuevo camino en la nieve para los que vengan detrás. Localizamos unos hitos y sabemos que empezamos a ir por buen camino, pero cada paso que damos se nos hace realmente duro. Noto la falta de entrenamiento por el mes de inactividad, pero también concluyo que andar por tanta nieve tampoco lo hace más fácil.

Veo a mi izquierda el Pico de Majalasna. Alejado de sus hermanos mayores que me contemplan arrogantes desde arriba.

Me arden las piernas y los pulmones. Pero no pienso dejarme vencer. No por estos «pequeños» picos.

HieloCasi ni nos paramos a hacer cumbre en el Majalasna. Ese ya no es el objetivo… El sexto pico se alza ante nosotros y esto empieza a ser una cuestión de orgullo. Vamos a llegar hasta allá arriba como sea.

Me imagino como debe ser de dura una ascensión en el Himalaya, si a mi hoy me está costando tanto subir. Qué barbaridad. Bromeamos mientras subimos con que parecemos estar ascendiendo el Annapurna o el Kanchenjunga, dado que el nombre de «Majalasna» nos recuerda a una de esas denominaciones tibetanas. O a uno de esos díoses-montaña.

Yo elevo una plegaría a los dioses Phya, las montañas del cielo, para que me alienten a seguir hasta la cima.

Juan va abriendo huella y se ha hundido casi un metro en la nieve. Esta le ha llegado a la cintura. A pesar de todo, la risa alivia el esfuerzo.

Estamos casi arriba. Mis piernas me responden bien. No es tanto un cansancio físico como pulmonar. Y por eso, al contemplar la ladera nevada que se eleva ante mi, decido pararme un segundo para concentrarme en esa última subida.

AlcanzandoLaCima

El último tramo es realmente bonito… y duro a la vez. Quizás por eso me atrae tanto: es un reto a superar.

Clavo la puntera de mi bota en la nieve para ir «fabricando» una escalera. El piolet y el bastón me proporcionan estabilidad. Trepo. Aprieto los dientes. Me pregunto si estamos subiendo una pendiente de 60 o 70 grados. Es bastante probable porque en unos metros la subida se ha empinado bastante.

Tras de mi, Eduardo va bastante quemado. Espero que siga mis huellas para que le resulte más fácil, pero llegados a este punto… cada cual está solo.

Clavo el piolet en el último repecho. El bastón me proporciona apoyo por detrás. Elevo la pierna para salvar la última roca y, por fin, hago cumbre.

Estoy en el cordal más alto de los Siete Picos. La nieve está virgen aquí. Somos los primeros en pisarla, y me siento realmente orgulloso de mi mismo. Estoy ansioso por cubrir el resto de picos que ahora me parecen fáciles después de lo sufrido para llegar hasta aquí.

Cima

Sin embargo, unos chicos que se aproximan a nosotros desde el norte nos comentan que es peligroso hacer el resto de la ruta sin crampones. La nieve está congelada y casi es hielo.

Juan y Eduardo deciden comer algo y descansar, pero yo prefiero aventurarme un poco en solitario para comprobar las afirmaciones de aquellos montañeros.

Desgraciadamente tienen razón. Vamos a tener que bajar.

Además, Eduardo está realmente tocado. Así que es mejor no arriesgar. Solo llegar hasta aquí ya ha sido fantástico. Aunque algo triste, me doy por satisfecho. Y se que próximamente cubriré los Siete Picos como tenía previsto.

Mientras ellos comen decido hacer algunas fotos y hago cumbre en solitario en el sexto pico. Me ayudo de la cuchara del piolet para no resbalar en las zonas de sombra que aún son hielo por la falta de sol. Y arriba puedo contemplar todo el cordal. Al fondo: Peñalara y la Bola del Mundo

PanoramicaPeñalara&7Picos

No hace nada de frío.

El sol deslumbra y noto como quema mi piel.

Es impresionante: el día está tan despejado que puedo ver incluso la Sierra Sur. El comienzo de Gredos y parte de la cordillera. Es fantástico.

Buitres negros vuelan por encima de mi…

A pesar de no realizar los Siete Picos, solamente estas vistas, este día y esta compañía hacen que merezca la pena haber llegado hasta aquí, aunque tengamos que ir ya bajando hacia el Collado Ventoso; y desde ahí hasta los coches.

Reponemos fuerzas en la cima, e iniciamos de nuevo la marcha.

HaciendoCumbre

La primera ladera la bajamos con mucho cuidado.

Todo lo que pisamos es prácticamente hielo. Un mal paso y podemos caer unas cuantas docenas de metros hasta darnos contra algún árbol. Estamos en la cara norte y se nota que el frío y el viento que azotan estas lomas de la montaña causan estragos en el suelo y los mismos pinos.

Estos se doblan por el peso de la nieve, pero ni siquiera un fuerte golpe con el bastón logran liberarles del todo de ella.

Aunque puedo escuchar como poco a poco las gotas del deshielo se deslizan por las hojas y las piedras. Se acerca la primavera. Si esto sigue así un par de semanas más, será peligroso subir a la montaña por culpa de posibles aludes. Pero lo que está claro es una cosa: este año y el que viene no vamos a tener sequía.

ArbolesNevados
Cuando alcanzamos de lleno el bosque, la nieve se reblandece bajo nuestros pies.

Así resulta comodísimo bajar.

Alcanzamos el Collado Ventoso en pocos minutos. El bosque está cubierto también por la nieve. Sigo en un cuento nórdico, narrado al calor de una hoguera y de una jarra de hidromiel…

Nos detenemos un instante en el Collado a rellenar los bidones de agua, en la Fuente de los Alevines, pero pronto reanudamos el paso. Casi tenemos que «esquiar» con las botas en algunos puntos. Ya vamos divisando más gente.

¡Vaya! Hemos vuelto a encontrar las marcas amarillas. Seguimos flipando. No sabemos por qué aparecen y desaparecen delante de nosotros cada dos por tres. Estamos desubicados. Pero al menos esta vez está claro que el camino desciende hasta el río. Así que no hay más que seguirla.

Nuestro error estuvo casi al pie de la Calzada Romana. No vimos las marcas de la vereda que ahora transitamos, y continuamos por la «senda roja» hasta donde vuelve a unirse con la amarilla por la zona este de la sierra.

Para otra vez ya lo sabemos.

Ahora, tan solo disfrutamos del sonido de los pájaros, de la nieve quebrándose a nuestros pies y pensando en llegar a Madrid para poder degustar una buena comida y un buen vaso de vino.

Nos lo hemos ganado.

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