La Loma del Noruego es un contrafuerte del Alto de las Guarramillas hacia el Puerto de Cotos. Su nombre hace referencia a los primeros intentos de practicar el esquí en la Sierra de Guadarrama, a principios del siglo XX, por parte de los noruegos B. Lorensen y K. Christiensen, directores de la «Compañía de Maderas«, conocedores de este deporte.
La estación de esquí de Valdesquí usa las laderas de orientación norte de esta montaña para, precisamente, proporcionar a los amantes de este deporte un sitio sin comparación en la Comunidad de Madrid donde practicarlo. De aquí han salido algunos de los grandes campeones españoles de todos los tiempos.
Su máxima altura antes de comenzar a subir las laderas de las Guarramillas es la Peña del Aguila (2.004 m.). No hay que confundir esta prominencia con la situada en las cercanías de La Peñota, cuatro metros más elevada que la que aquí mencionamos.
La loma es recorrida por el PR-M 31, así que sus dificultades técnicas son escasas. Tan solo hay que tener precaución con la climatología en invierno y la abundante nieve que podamos encontrar…
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Localización: Puerto de Cotos
Tipo de Ruta: Montañismo
Longitud: 10 kilómetros (ida y vuelta)
Duración: 3 horas (ida y vuelta)
Época recomendada: Todo el año (en invierno puede resultar necesario el uso de crampones)
Equipación mínima: Bastón (raquetas), mochila, botas de trekking o montaña, agua. (más info…)
Ruta GPS:
Recomendaciones:
- No hay agua potable en todo el recorrido, con lo que conviene llevar al menos 1 l. de agua.
- La ruta no presenta ningún tipo de dificultad técnica, salvo la necesidad del uso de crampones en el último tramo de subida a las Guarramillas en pleno invierno.
- El final de la ruta transcurre junto a las pistas de la Estación de Valdesquí. Si se realiza la ruta en invierno hay que procurar no entrar en los trazados de esquí para evitar accidentes.
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El final de un camino es tan solo el comienzo de otro…
El invierno ha sido complicado. Las condiciones climatológicas no han sido las mejores posibles cuando yo he dispuesto de tiempo y cuando eran buenas, compromisos profesionales o personales me han impedido subir hasta aquí.
Por eso mismo, tengo un considerable «mono» de montaña…
El sol se despereza en el Puerto de Cotos y el mercurio aún no ha sobrepasado la marca de los cero grados.
Hace bastante frío.
No obstante, me pongo en camino ilusionado y a sabiendas de que hoy recorreré la última ruta clásica que tengo pendiente de la Sierra de Guadarrama. Echándole imaginación, aún me quedan cosas por hacer, pero realmente hoy llegaré a la última cota 2.000 que nombran los mapas de IGN y que me queda por alcanzar. Después de eso, el viejo proyecto de Cumbres del Guadarrama estará totalmente terminado.
Es una sensación extraña, pero hace tiempo que terminé las grandes cumbres y lo de hoy es un mero trámite. Además, quedan muchas montañas que ver, e infinitos horizontes que descubrir…
Subo la primera cuesta y giro a la derecha en la pradera donde el PR-M 31 parece bifurcarse. Yo voy siempre en ascenso.
Aún queda algo de nieve. Sobretodo en la zona del bosque, donde al sol le cuesta derretir la que aún queda, y por toda la Cuerda Larga donde el frío se resiste a dejarnos a pesar de las temperaturas de semanas pasadas.
El manto está bastante duro a esta hora de la mañana y resulta complicado caminar por las huellas que otros montañeros han dejado. Así, poco a poco, voy ganado altura hasta que llego al depósito de agua que «adorna» la cumbre del Altozano (1.921 m.). Parece un búnker, pero tan solo es un almacén de agua que no desmejora las vistas que desde aquí ya alcanzó a contemplar.
Realmente la parte más complicada (más que nada porque aún no has calentado lo suficiente con los primeros andares) casi ha terminado aquí arriba. Quedarán algunas cuestas, pero ya no parecerán importantes.
Sigo mi camino y desciendo a un collado sin nombre para después iniciar el ascenso a la segunda Peña del Águila que existe en esta Sierra. Mucho más modesta y olvidada.
Aunque en los primeros pasos (y quizás en alguno de los últimos) podréis ver marcas amarillas y blancas del PR, realmente se ven pocas señales del mismo en la ruta. Aún así, el camino no presenta ningún problema y, salvo la bifurcación antes mencionada, no deberíais tener jaleos para orientaros.
Paso junto a un pequeño mirador que alguien ha habilitado con un pequeño banco de piedra.
Las vistas de Peñalara tras de mi y de la Bola del Mundo enfrente son reconfortantes. No recordaba cuanto echaba de menos el estar aquí, en las montañas, disfrutando de ellas en soledad. A pesar del frío, el día es estupendo y trato de «empaparme» de todas estas sensaciones mientras sigo adelante. En principio mi objetivo era llegar tan solo a esa cota 2.000, pero voy tan bien de tiempo que me decido casi sin pensarlo a subir toda la loma hasta el final.
Así, tranquilamente, paso junto a unas rocas que en un primer momento ignoro para descubrir en un segundo vistazo que se trata de la última cumbre con nombre que me quedaba por hollar en toda la Sierra.
Una placa de posicionamiento del Parque Nacional se encuentra clavada en la roca. No siento nada en este modesto paso que, seguramente, mucho montañero ignora como me ha estado a punto de pasar a mi. Realmente mi proyecto terminó el año pasado, esta ruta es tan solo simbólica.
Aquí empezó a concebirse como deporte el «uso» del Guadarrama. Y aquí, como deporte también… como medio de vida, termino hoy mi periplo.
No obstante, no estoy triste… ni siquiera feliz. Tú eliges hacia dónde y tú decides hasta cuándo, porque el camino de uno mismo es un asunto exclusivamente suyo. Y el mío no termina en esta jornada.
Veo las cicatrices que la estación de esquí hace en la montaña. Nunca me han gustado este tipo de «parques de atracciones». Pero hoy ya nadie esquía. Todo está en absoluto silencio. Por todo el Circo de las Guarramillas…
Y eso le otorga al lugar una inusual fuerza.
Una visión casi mágica.
La nieve se ha retirado del camino y deambulo sin mayores problemas por el lateral de las pistas de la «Cuerda» y del «Noruego I«. El camino sigue siendo muy cómodo y el frío parece remitir según subo.
Al fin, cuando llego al lateral de la pista conocida como «Cuerda Larga» toco definitivamente la nieve de altura.
Está perfecta. Dura, pero sin llegar a ser necesarios los crampones, y con una pequeña capa de nieve polvo por encima que hacen que caminar por ella sea un paseo tremendamente fácil a pesar de ser todo cuesta arriba.
Yo decido salirme de la huella que otros montañeros han dejado días atrás y camino en plano viendo como las montañas quedan a mi alrededor y casi todas, lentamente, por debajo.
La ausencia de compañeros hace que me vengan memorias de otras ocasiones en otros macizos montañosos. Salvando las distancias, incluso de los Alpes. No puedo evitar acordarme del alpinista Carlos Soria que a estas horas está intentando llegar a la cumbre del Annapurna (más tarde me enteraré que, a sus 77 años, lo habrá conseguido unas horas antes que yo llegue a mi modesta cumbre). No le recuerdo porque pretenda compararme sino que simplemente… me viene a la cabeza. He tenido el placer de conocerle en un par de ocasiones y es sin duda un referente a seguir.
La última cuesta es algo empinada pero cuando se ven las torres de la Bola del Mundo sé que queda poco para terminar mi ascensión.
Al fin, llego al Alto de las Guarramillas (una vez más) con sus 2.265 m. y sin estar del todo cubierto por la nieve debido al viento. Lo bonito es que esta vez ha sido por un camino inédito para mi.
Aquí arriba el aire comienza a soplar de nuevo y siento como mis manos se van congelando poco a poco mientras trato de enviar una simple foto para mi mujer y mi hija. Para que sepan que estoy bien y que he conseguido mi meta del día. No puedo evitar recordar sensaciones de congelaciones a otras alturas mientras me doy prisa por reponer mis guantes.
Ahora soy feliz. Siempre aquí arriba. Aunque reconozco que lo sería más si ellas estuvieran conmigo.
Tengo un fugaz encuentro con un ciclista muy majete que ha subido hasta aquí con una bicicleta especial para nieve. Sus ruedas son enormes y aunque no me guste la proliferación de ciclistas en la Sierra (que muchas veces no respetan el entorno donde están) reconozco el valor que supone haber subido hasta aquí en estas condiciones y con semejante armatoste.
Cuando nos separamos, yo deshago mis pasos, deteniéndome tan solo para comer algo y explorar otras posibilidades para recorrer en la Sierra próximamente: mi subida pendiente a las Cabezas de Hierro por la cara norte, una posible travesía desde Cotos hasta La Barranca por esta misma ruta, y una nueva ascensión a esta cumbre por la inédita ruta del Arroyo de los Puentes (que nadie seguramente usa desde hace años).
Veo Peñalara frente a mi mientras me embriago de los aromas de la montaña y me pongo de nuevo en camino.
Pensando en futuros proyectos.
Siempre soñando
Encontramos la felicidad en el camino que recorremos mientras la buscamos.
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