La Bola del Mundo, o Alto de Guarramillas (2.265 m.), es la montaña más occidental del cordal montañoso de Cuerda Larga, en la Comunidad de Madrid. Muy cerca de la cumbre, en la cara este, está el Ventisquero de la Condesa, una zona con emanaciones de agua que constituye el nacimiento del Río Manzanares, que baña las calles de la capital.

En su cima hay unas antenas, con formas de cohetes, para la amplificación de la señal de radio y televisión y su envío hacia la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama. Y, sin duda, es una zona muy acostumbrada al esquí madrileño en temporada de invierno.

La procedencia del nombre Bola del Mundo es desconocida y bastante reciente, ya que apareció con la instalación de las antenas repetidoras de la señal de televisión y radio a mediados del siglo XX. Su nombre real, Alto de Guarramillas, forma parte de las Guarramas, un conjunto de elementos de relieve situados en el entorno de esta montaña. Guarramas es un topónimo que proviene de la palabra medieval Guadarramiellas, que a su vez viene de Guadarrama.

Aquí teneis los datos de la ruta, incluyendo el acceso al Pico de la Maliciosa desde allí:

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Localización: Navacerrada

Tipo de Ruta: Montañismo

Longitud:

  • Vía normal: 8 kilómetros (aproximadamente)
  • Vía noroeste: 4 kilómetros

Duración:mide_Guarramillas

  • Vía normal:
    3 a 4 horas
  • Vía noroeste: 2 horas (aproximadamente)

Dificultad MIDE:  mide_guarramillas_noroeste

Equipación mínima: Bastón (crampones o raquetas), mochila, botas de trekking o montaña, agua. (más info…)

Época recomendada: Todo el año (en invierno puede resultar necesario el uso de crampones o raquetas)

Ruta GPS:

Recomendaciones:

  • Por la llamada «Vía Normal«, según la climatología, la ascensión puede realizarse en cualquier época del año incluso con nieve. Pero según la temperatura podemos necesitar unos crampones o unas raquetas para poder progresar.
  • No hay agua potable (aunque por «la noroeste» encontraremos arroyos) así que es conveniente llevar agua propia.
  • Cerca de la cumbre (descendiendo hacia los remontes de «Dos Castillas«) podemos encontrar el llamado «Cristo de los Montañeros«, al que merece la pena acercarse para hacer una foto.
  • La «Vía Noroeste Directa«, siguiendo el Arroyo de los Puentes desde el Km. 46,800 de la C-604 (M-604), es una de las menos transitadas y duras para ascender a Guarramillas. Se puede realizar fuera de sendero en algunos tramos, teniendo cuidado según la época del año con los cauces de agua que bajan de la cumbre. En invierno/primavera también hay prestar atención a posibles desprendimientos de nieve.
  • Una vez hayamos alcanzado la cima, podemos hacer una ampliación de nuestra ruta hasta La Maliciosa, como se indica en la ruta de la «Vía Normal«, pero le añadiremos, al menos, un par de horas más al recorrido…

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Vía Normal

Invierno. Frío. Cumbres nevadas.

Hace años que no nieva en Madrid en semejante forma. Pero este año está resultando especial. Es Navidad y un manto blanco ha cubierto la Sierra haciéndonos creer que estamos dentro de un cuento de Dickens.

La Bola Del Mundo
Hace unos días estuvimos recorriendo algunas de las rutas de la Fuenfría, en Cercedilla, el Camino Real de los antiguos Austrias, además de árabes y romanos; y pude pisar la nieve por primera vez en mucho tiempo. Estaba igual de feliz que un niño que descubre la sensación de la montaña nevada.

Aquel día estaba blanda y mis pies se hundían hasta la tierra. Costaba caminar, pero era una sensación estupenda. Hoy sin embargo no sería tan agradable… aunque si graciosa.

Dejamos el coche en el parking de Navacerrada tras haber intentado sin éxito llegar al Puerto de Cotos. Multitud de esquiadores tienen bloqueada la carretera de acceso a Valdesquí, y no nos apetece estar en un atasco de más de 2 Km. para acceder a Peñalara. Pues ese era nuestro primer objetivo: las lagunas nevadas de Peñalara.

Lejos de desanimarnos, Juan y yo nos tomamos un café en uno de los restaurantes mientras acabamos de equiparnos y esperamos al resto del grupo. Una vez reunidos comenzamos a caminar hasta el remonte norte, pues el camino hacia la Bola del Mundo parte de allí.

Resulta increíble imaginar como era esto hace no tanto tiempo, en medidas históricas. Cuando este paso de montaña era más solitario y se le conocía como el Puerto de Mançanares; estos parajes eran entonces casi vírgenes y tan solo encontrabas pastores y una alberguería medieval para acoger a los pocos viajeros que lo cruzaban.

Entonces solo los reyes subían aquí por placer. Para organizar monterías en busca de osos, jabalíes y corzos.

Hoy nada de eso queda. Solo este sinsentido moderno que en nombre del progreso cicatriza la montaña con pistas de esquí, torres y ruido. En definitiva: negocio.

Empezamos a caminar, alejandonos del caos, y nos damos cuenta que el camino no va a ser tan fácil. La nieve está demasiado dura. En algunos puntos casi se ha convertido en hielo. Debemos estar a unos cero grados ahora mismo.

Comenzamos a caminar por el sendero nevado y vamos dejando atrás a gente que no ha venido equipada. «Domingueros» sin sentido común. Nosotros no llevamos crampones  ni raquetas, también nos falta un poco de cabeza, pero el día es aparentemente bueno y nuestras botas y bastones de montaña nos permiten avanzar si tenemos cuidado.

Emburriaderos
Caminamos con recelo. Un mal paso nos puede hacer caer resbalando hasta la carretera. Sin embargo, y a pesar de algunos resbalones divertidos, logramos llegar hasta el Risco de los Emburriaderos y giramos en dirección norte continuando nuestra ascensión.

La montaña cubre a aquella parte del sendero de haber sido nevada. Con lo que caminamos con más facilidad.

Zar, el perro de mi amigo Eduardo, de raza Husky, corre de un lado a otro. Es casi más feliz que yo. Y a veces corro junto a él para divertirnos juntos. Me gusta ir a la montaña con él. Es un admirable compañero. Y verle corretear por las laderas, disfrutar de la fría nieve y del mismo campo me alegra el corazón más de lo que cabría imaginarse.

A mi derecha: la Garganta del Infierno. El Ventisquero de la Estrada. Una terrible caida de cientos de metros hasta el valle, ahora cubierta de nieve. Sorprende y asusta a la vez. Procuramos tener cuidado. Si caemos no creo que nada nos detenga hasta abajo.

La nieve me deslumbra. Tengo que hacerme con unas buenas gafas de montaña. «Y no tardaré mucho en tenerlas», pienso, «si los Reyes ‘Majos’ se portan bien».

Contemplando El Ventisquero
Continuamos nuestra subida y pronto llegamos al sendero forestal principal, que da acceso a los técnicos y los guardas al complejo de radiotelevisión que corona la cima. Hoy seguro que tendrían que subir con el camión de orugas. Pues está completamente helado.

Sólo queda la nieve blanca y fría,
y andar, andar, andar hasta que un día
lleguemos, sin saberlo, a la cima.

La nieve borra los caminos; ella
nos llevará hacia Ti que nunca duermes;
su luz alumbrará los pies inermes,
su resplandor nos servirá de estrella.

El camino se hace aún más lento a partir de este punto. Resulta complicado caminar con semajante placa de hielo. Pero poco a poco lo vamos consiguiendo. Zar va y vuelve todo el rato a nuestra vera, preguntándose (seguro) que por qué somos tan torpes.

En un par de curvas casi caemos al suelo unos metros abajo. Pero no pasa, nuevamente, de un pequeño susto y unas risas. Por fin hemos llegado a la parte superior del remonte. Aquí encontramos a más gente que accede a la cima. Menudos cachondos… así no tiene gracia. Seguro que presumen de: «montañeros».

Nuestro cuarto compañero, Amador, va un poco roto, según él. Y empezamos a divisar ya en esas alturas, como un gigantesco piélago de nubes se aproxima desde Castilla. Él cree que deberíamos darnos la vuelta por si acaso. Pero yo no estoy dispuesto. ¿A pocas docenas de metros de la cumbre? Ni loco.

Continuamos camino y no tardamos en alcanzar nuestra meta.

La montaña está preciosa hoy. Las cumbres de Siete Picos, toda la Cuerda Larga, Peñalara… todas nevadas. Y por encima de nosotros el sol nos saluda y nos recompensa el esfuerzo con un profundo cielo de color azul.

Guadarrama Nevada 1

Allá arriba, en aquellas soledades, nunca puedo evitar pensar en nuestra vida en las ciudades. Como nos movemos bajo tierra como hormigas enlatadas. Sin mirarnos a la cara. Corriendo de un lado para otro. En una vida gris.

Allí me encuentro en la confluencia geométrica del nacimiento de los cuatro grandes ríos de la Sierra: el Manzanares, el Guadarrama, el Lozoya y el Eresma. En la antigua divisoria de las Dos Castillas, de cuando estas tierras eran aún segovianas y las fauces de Madrid no se habían abalanzado todavía por aquí. Acertaba Enrique de Mesa: «Vértice de las dos Castillas, la Vieja ennoblecida por hidalgos cuerdos, y la Nueva, sublimada por el hidalgo loco. El solar del Cid y la tierra de Don Quijote…«

La naturaleza se me muestra en todo su esplendor. Doy gracias de estar vivo y de compartirlo con mis amigos. Respiro profundo y tengo conciencia del aire puro que inhalo.

Guadarrama Nevada 2

Cambiaría la ciudad por esto sin dudarlo.

Rodeamos el complejo de telecomunicaciones y paseamos tranquilamente mientras recobramos fuerzas. Me gustaría bajar un poco la cota de altura y dirigirnos al Pico de la Maliciosa que queda a nuestra derecha. Pero Amador insiste en que no se fía del tiempo. Yo no estoy de acuerdo, pero no discuto. El tiempo en la montaña puede ser traicionero. Creo que nos daría tiempo a llegar y volver, pero más vale no correr riesgos.

La Maliciosa
Contemplamos a unos tipos deslizándose sobre la nieve con sus esquís de travesía. Tiene que estar chulo. Tomo nota mental de probarlo. Frente a mi, las nubes tratan de trepar hacia Peñalara, pero el titán no las deja. A mi lado, el Ventisquero de la Condesa acumula agua para dejarla correr en cuanto llegue la primavera, y que así el Manzanares (el «Vizconde de los Riachuelos«, como se le llamaba irónicamente antaño) fluya rapidamente desde este, su nacimiento, hacia las tierras civilizadas del valle.

Iniciamos la bajada.

Aquí es cuando tomamos aún más precauciones. Nos vamos a reir.

Esquiador De Fondo
Efectivamente, durante la bajada tenemos un par de caídas tontas que nos hacen reír más que llorar, afortunadamente.

Paramos sobre unas rocas a tomar un buen chocolate caliente, aderezado con un poco de licor de Bailey´s. Está delicioso. Sin duda es lo que mejor combate el frío que estamos pasando.

El «parque de atracciones» de Navacerrada se aproxima. Se comienza a escuchar el murmullo lejano que supone el griterío de la gente. No me gusta este aspecto de la montaña.

El sonido del deslizar de los esquiadores nos anuncia que casi hemos llegado. Aunque aún el trasero de Eduardo (y casi el mío) toca el suelo por última vez mientras ata a Zar…

Misión cumplida. Día entretenido y caldo caliente para reconstituirnos. Hemos tenido suerte: no más de una hora después, poderosas nubes negras cubren con rapidez los picos y anuncian tormenta. Nosotros ya bajamos para Madrid…

Quizás en verano subamos a La Maliciosa desde el pueblo. Pero eso será otra historia…

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blancoVía Noroeste

Viejo Remonte

Hace años que escribí las líneas que acabáis de leer.

Fueron de las primeras que se redactaron en este blog. Quizás cargadas de ambición, de una grandilocuencia impropia para estas modestas excursiones guadarrameñas… sin duda, inocentes.

Aún no soñaba con lo que estaría por llegar.

Mucho ha cambiado desde entonces y, con todas las cumbres de esta Sierra hoyadas, los objetivos son otros. En esta ocasión: una lárgamente imaginada ascensión por la poco frecuentada cara noroeste de las Guarramillas. En donde aún pueden encontrarse los viejos esqueletos de otra época. De remontes que una vez ayudaron a los incipientes esquiadores madrileños a alcanzar las alturas de la sierra para después deslizarse con sus esquíes hacia abajo.

km 46,800

Dejo el coche en un diminuto aparcamiento situado en el Km. 46,800 de la C-604 (M-604) que une el Puerto de Navacerrada con el Puerto de Cotos. Un punto que llevo queriendo «explorar» desde que atisbé las ruinas de los remontes al pasar con mi coche por allí.

Veo un pequeño refugio y una presilla al bajarme del coche. Puedo dejarlas atrás e ir remontando la montaña desde aquí (de hecho, bajaré por ese camino) pero prefiero subir unos metros hasta un claro en el bosque, en donde decido continuar por una casi olvidada trocha que penetra entre los árboles.

Así, poco a poco, voy ascendiendo hasta alcanzar un antiguo depósito de agua en donde encuentro unos hitos que me conducirían hasta el Puerto de Navacerrada por un lado, o hacia el camino de subida por el otro.

Canchal de las Guarramillas

Es en este punto donde cruzo el canchal de rocas que se desparrama por la ladera de la montaña, hasta alcanzar el sendero que debería llevarme hasta la cumbre.

Desde aquí, el camino no tiene mucha pérdida.

Dejo a mi izquierda el Arroyo de los Puentes (hoy, en pleno otoño, casi seco) y a mi derecha las torres de remonte inclinándose poco a poco hacia su inevitable destino.

El camino desde aquí no tiene mucha pérdida ya que solo hay que seguir los hitos o el camino ascendentes que, seguramente, en invierno todavía hace las delicias de algunos freeriders, o esquiadores fuera de pista.

Cumbre de Guarramillas en Otoño

Yo por mi parte prefiero usar algunos de los contrafuertes que se desparraman por la ladera para remontarla de forma más directa. En algunos momentos incluso me decanto por utilizar las pequeñas vaguadas por las que en primavera correrán infinidad de pequeños torrentes.

Así, alcanzó una vez más la cumbre de las Guarramillas.

Es quizás la cumbre serrana que más veces he pisado. Desde Navacerrada, desde Cotos, desde La Maliciosa, por la Cuerda Larga… Quizás me plantee próximamente llegar desde La Barranca en invierno y desde La Pedriza, para completar así un ciclo de 360º.

Panoramica Este

Esta vez, la cumbre tiene algo de especial. Ha sido una semana dura. He perdido demasiadas cosas…

Paso un buen rato construyendo un pequeño monumento a esas personas que se han ido. A esos lugares que ya no volveré a pisar. Y dejo volar el humo de un par de ramas de incienso a los cuatro vientos, con mi memoria y mi cariño en él transportado.

A veces se te rompe el alma y la gente no entiende muy bien el por qué, o no le da importancia a la causa. Pero si pierdes una parte de tu vida, a alguien que fue como un padre o una madre, o algo en donde has sido feliz más que en ningún otro sitio… no hay mucho más que decir.

Entonces tan solo te queda la esperanza y la firmeza de recuperar al menos ese lugar algún día, y descubrir que ese trocito de ti sigue ahí, esperándote, y que nunca se ha ido lejos de tu lado…

Con un último deseo lanzado al viento comienzo a bajar, pasando antes por el «hombro» de las Guarramillas (Dos Castillas) donde se encuentra el conocido como «Cristo de los Montañeros«. Aunque no sea un fervoroso creyente, hay algo allí que aún debo hacer.

Cristo de los Montañeros

Tras esto, empiezo a bajar nuevamente por la ladera noroeste. Acabaré trenzando un «ocho» en la ruta hasta regresar el coche.

En mi bajada, veo las cicatrices que la civilización ha hecho en las montañas. Imagino que son necesarias. Unir pueblos, proporcionar comunicaciones, unir personas. Pero a veces me pregunto como sería todo si fueramos mejores como especie, como familia. Si tuvieramos más conciencia de lo importante que es conservar algunas cosas…

Entender lo importante que es la raíz de nosotros mismos.

Descenso y cicatrices

No se, son divagaciones de un caminante solitario.

Sueños que hoy si tienen forma. Pensamientos que se lleva el viento, al aroma del incienso.

Promesas de hacer las cosas mejor y de recuperar lo que, de algún modo, uno u otro hemos perdido…

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