El Yelmo, también conocido como Peña del Diezmo, es un risco de la Sierra de Guadarrama, perteneciente a La Pedriza, zona destacada de esta sierra, con una altura de 1.717 metros.

Se trata de una enorme placa de granito rosado y es el centro de atracción de numerosos escaladores, además de una cumbre mítica para los montañeros madrileños. Este risco es el más vistoso e importante de toda La Pedriza y visto desde el sur tiene forma de un yelmo medieval (de ahí su nombre). Dicha denominación aparece ya en el «Libro de Montería» de Alfonso XI del año 1350.

Según cálculos estimados, se podría tallar el Monasterio de El Escorial a tamaño real dentro del domo.

La «Via Normal» transcurre por la Gran Grieta (una chimenea en dos tramos) de la cara norte, aunque también se considera como tal a la Vía Valentina, que asciende por el lado oeste del risco. La cara sur del Yelmo es una enorme pared de granito en la que hay varias vías de escalada (desde grado IV+ hasta un VIIa+) que conducen a la cima.

Las tres primeras que se abrieron por esta pared sur fueron un hito en la historia de la escalada madrileña: Los Higinios, La Vikinga y La Valkiria.

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Localización: Manzanares el Real

Tipo de Ruta: Montañismo & Escalada

Longitud: 9 kilómetros, ida y vuelta (aproximadamente)

Duración: 4-5 horas, según las paradas (aproximadamente)

Época recomendada: Todo el año (aunque en invierno pueden necesitarse crampones)

Dificultad MIDE:   → mide_ElYelmo

Equipación mínima: Bastón, mochila, botas de montaña (crampones), arnés, cuerda, cintas, mosquetones, agua. (más info…)

Ruta GPS: El Yelmo

Recomendaciones:

  • Según la climatología, la ruta puede realizarse en cualquier época del año incluso con nieve, pero llegado ese caso conviene informarse bien de si es necesario llevar crampones para progresar mejor ante posibles placas de hielo, y tener cuidado en los pasos finales del Yelmo.
  • En verano no hay agua potable en todo el recorrido, aunque en invierno y primavera son numerosos los regatos que riegan la zona. Aún así la ruta es larga y algo exigente, por lo que debéis proveeros al menos de 2 l. de agua.
  • Aunque no es necesario si se tienen conocimientos básicos de escalada, puede ser interesante llevar arnés, cuerda, cintas y mosquetones para montar un rápel y facilitar la bajada desde la cumbre por la cara norte (o incluso la subida si vamos acompañados de gente inexperta).

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Que tienes que no me cuesta madrugar para verte,
que deseo abrazarme a tus faldas y perderme,
que deseo seas mujer para quererte.

La mañana es fría y desde el norte y el oeste amenaza lluvia.

Me encuentro nuevamente en el bonito pueblo de Manzanares el Real para afrontar una largamente deseada ascensión, en compañía de uno de mis más estimados compañeros de cordada: Gonzalo.

Calle Menendez Pidal

Hemos dejado nuestros coches en la calle Menendez Pidal, desde donde parte, junto a la calle de Las Peñas, la conocida Senda Maeso (PR-M1), también llamada «La Rinconada» o «Trocha del Alcornocal«. ¿Qué por qué hemos elegido este camino? Quizás porque nos parece más interesante y solitario que los que parten desde el Canto Cochino. Y, sobretodo, porque lo consideramos más directo hasta nuestro objetivo del día… la ascensión invernal de la Peña del Yelmo.

Una pequeña locura que vemos alzarse por encima de todo lo demás y que tan solo va a ser el aperitivo de lo que se nos avecina en verano… la escalada del mítico Pico Urriellu… el Naranjo de Bulnes.

Pero lo primero es lo primero: la senda. Esta no presenta mayor dificultad que la de trotar por entre las peñas en algunos tramos, como si cabras montesas fuéramos. Pero nada que cualquiera que esté acostumbrado no pueda superar.

Tan solo nos preocupa el hielo.

Están siendo un otoño y un invierno complicados, en donde casi no hemos tenido actividad. Ya sea por compromisos personales o por inclemencias del tiempo, justamente durante los fines de semana. Hoy por fin, y aunque el cielo se presenta raro, vamos a poder aprovechar una ventana de buen tiempo para intentar esta ascensión. No obstante ha estado helando estos días y podemos llevarnos más de una sorpresa.

Senda Maeso

Rápidamente nos ponemos en marcha para tratar de entrar en calor, siguiendo las marcas amarillas y blancas, y nos adentramos entre las jaras dejando atrás el pequeño muro que separa el Parque Regional de las calles del pueblo. Avanzamos entre arbustos y roquedos con tan solo los aullidos de unos madrugadores perros para romper la quietud del ambiente.

Lo echaba tanto de menos, que empezaba a estar desesperado; encerrado entre las cuatro «paredes» de la gran ciudad. Ojalá pudiera vivir más cerca de aquí…

Permíteme robarte tu olor a jaras, a flores, a vida.
Déjame bañarme en tus aguas, en tus ríos, en tus fuentes.
Donde venden esa tranquilidad que respiro cuando estoy contigo,
donde puedo encontrar los colores con que pintaron tus atardeceres.

Algunos rayos de sol logran abrirse paso a través de las nubes e iluminan de un pálido color anaranjado las rocas y los murallones que se alzan altivos frente a nosotros.

Curiosas formaciones

Dejamos atrás el Collado de la Cueva mientras deambulamos por el reino mágico de La Pedriza. Donde cada roca tiene nombre y cada rincón una historia que contar. De todos los lugares que conozco en la Sierra de Guadarrama, este es sin duda el que más me gusta. Aquí puedes pasar toda una vida escalando sus paredes o recorriendo sus sendas, y aún te sorprenderías cada vez que la visites.

El camino circula sin mayores dificultades siempre en pendiente. Tan solo debemos procurar no perder las marcas blancas y amarillas que guían la ruta, pero en ocasiones no podemos evitar desviar la mirada para alucinarnos con las formaciones rocosas que el capricho del agua ha tallado en este lugar.

Marcas amarillas (PR-M1)Charlamos animadamente de nuestras cosas. Gratas noticias… hechos pasados…

Siempre es un placer caminar por el monte con un auténtico amigo con el que compartir vivencias y opiniones. Uno de esos amigos que tienes pocos a lo largo de la vida y que, a pesar de la distancia, sigue siéndolo. Asímismo, pienso, resulta también difícil darse cuenta de como la vida lleva a otros por diferentes caminos y, sin esperártelo, de repente, te han dejado de lado sin venir a cuento.

Sin duda, parte del invierno ha resultado duro.

Por eso aprecio tanto mi amistad con Gonzalo y otros compañeros, que ya saben ellos quienes son.

No obstante, no es este lugar de desahogos y la crudeza da paso a una nueva realidad, y esta al optimismo; más y cuando tienes cosas que celebrar. Por tanto, nuestras conversaciones se desvían de las cosas feas que hemos vivido en este tiempo, y nos centramos solo en el ahora, y en el espectacular sitio que recorremos.

Estratos

Según vamos ganando altura, empieza a aparecer la nieve.

No estaba seguro de si habría, ya que desde el coche no se apreciaba entre las lastras. Pero hela aquí.

Afortunadamente, todavía no hemos encontrado placas de hielo.

Sin embargo el camino se desdibuja cada vez más y poco a poco hemos de prestar mayor atención a las marcas y «echar las manos» con más asiduidad para seguir progresando.

Hoy hay mucha agua en el pequeño macizo de la Pedriza Anterior. Más de la que he visto otras veces. Y eso, aunque resulte hermoso, también supone un problema porque al fin, frente a nosotros, comenzamos a ver los primeros chorretones de agua helada, que desafían a la gravedad formando carámbanos.

Dejamos a nuestra derecha un gigantesco contrafuerte y pasamos por debajo de unas enormes rocas que forman una cavidad natural en el camino. Es muy chulo. Pero cada vez nos hundimos más en la nieve, aunque el paso todavía resulte cómodo.

Cueva

Según ganamos altura, pequeñas cascadas de hielo y rocas lavadas hacen nuestro paso más lento, pues hemos de asegurar cada zancada para no dar un resbalón y estamparnos contra el suelo.

Es aquí donde comienzo a notar mi bajo estado de forma. Algo más de tres meses sin «montañear» pasan factura.

A pesar de todo, caminamos resueltos a alcanzar nuestra meta.

Collado heladoGonzalo, que nunca ha trotado por aquí, me plantea preguntas sobre las vaguadas que sobrepasamos y sobre el tiempo que aún nos debe quedar para llegar; ya que hace tiempo que hemos perdido la referencia de la «cúpula» del Yelmo. Yo le digo que, si mis cálculos no fallan, ya debe quedar poco y que tenemos suerte de que el clima nos esté respetando, porque no solo no llueve o nieva, sino que no corre ni una pizca de viento.

El sol va y viene por entre las nubes y ni tan solo el piar de los pájaros escuchamos, ateridos de frío como deben estar en sus nidos.

Respiro hondo y disfruto de estos momentos.

Por qué haces de mí un pobre loco,
que me hechizas, que me ciegas, me enamoras,
que me hipnotizas con tus luces, con tus cumbres, con tus sombras.

El Yelmo asoma

Finalmente alcanzamos un pequeño collado, bastante cubierto de hielo y nieve dura, por donde hemos de pasar para llegar a la Pradera del Yelmo. A nuestra izquierda podemos verlo elevarse desafiante. Gonzalo pone sus ojos sobre él y le siento embelesado, como la primera vez que estuve yo en su base.

Si tenemos suerte, hoy pisaremos su cumbre.

El pequeño descenso desde el collado se hace comprometido debido a la dureza de la nieve; debemos buscar el paso sobre las pequeñas rocas que permanecen elevadas y secas por encima de ella. Pero, al fin, sin mayores problemas, llegamos abajo y cruzamos el pequeño arroyo que desciende hasta el Collado de las Dehesillas, para poner rumbo a la base del gigantesco domo. Es aquí donde el paisaje se alisa y el viento, finalmente, hace acto de presencia.

Corta como un cuchillo y casi toda la pradera está helada.

Parece una inmensa pista de patinaje…

Base del Yelmo - Cara Sur

Mientras le señalo a Gonzalo algunas paredes donde la gente de la FMM me dio unos cursos de rápel y escalada hace ya tiempo, comemos algo con rapidez a resguardo y nos dirigimos después a la cara norte, por donde vamos a atacar a la cumbre. Vemos a unos montañeros descender por allí y el camino parece claro.

El ascenso a esta cumbre se puede hacer o bien escalando o bien atravesando el llamado: Corredor del Miedo.

Este corredor es una estrechísima y angustiosa grieta a la que se accede desde la mencionada cara norte y cuyo nombre proviene de un documento que encontraron un grupo de excursionistas en dicha grieta.

El texto del documento decía lo siguiente:

En el nombre del padre, qué peligros y qué fatigas hemos pasado los excursionistas Manuel Arranz y sus acompañantes el 25 de Julio de 1915 por este callejón.

Esto es para el recuerdo.

Colmenar Viejo, 25 de Julio de 1915

Fuente: “La Pedriza del Real de Manzanares”. Constancio Bernaldo de Quirós

Según hemos leído en otras fuentes, el corredor no es muy largo pero es complicado estimar cuanto se puede tardar en atravesarlo, sobre todo si llegas al punto en el que te quedas atascado sin poder avanzar ni retroceder, encajado entre las paredes de la grieta. Por ello, no es nada aconsejable para quienes sufran de claustrofobia.

Se debe cruzar de lado y aun así estaremos bastante apretados, ya que no todo el mundo cabe por él. Además, tendremos que atravesarlo con lo mínimo posible: sin mochilas, sin cosas en los bolsillos… etc.

Este es el punto que más tememos, porque si encontramos hielo allí, la cosa puede ser incluso peligrosa.

Llega la hora de la verdad…

Acceso Cara Norte

Llegamos a una angostura casi completamente cubierta de nieve. Es preciosa. Me siento como si de repente hubieramos cambiado de lugar y ya no estuviéramos en Madrid. O al menos esa es la sensación que tengo yo.

Caminamos con cuidado porque nos llegamos a hundir bastante en la nieve y algo más arriba podemos incluso resbalar en las rocas.

El viento nos golpea y trata de azuzarnos con el mayor frío posible.

El frente tormentoso que entra mañana golpea con fuerza la cara norte de Cuerda Larga, pero esta le impide avanzar. Todavía tenemos tiempo.

Dos chicos van por delante de nosotros y les vemos desaparecer entre las rocas. Gonzalo avanza primero y llegamos a la grieta por la que hemos de subir, sobre el Collado de la Vistilla. Él intenta adentrarse con mochila por ella a pesar de mis recomendaciones, pero al final desiste y ambos dejamos los macutos tras unas piedras, para ponérselo difícil a los «amigos de lo ajeno».

Examinando el corredor

En todas las referencias leídas no se indica que deba hacerse este paso ayudados de una cuerda, y como no vemos hielo en la hendidura decidimos afrontarla sin más.

Quería dejar pasar a mi compañero para hacerle una foto, pero no puedo esperar y me adentro en la fisura.

Es realmente estrecha y si coloco mal el pie me las veo y me las deseo para poder girarlo y encontrar una postura mejor. Gonzalo entra por los pelos y, seguramente, no podría hacer girar sus botas como yo, así que va fijándose en donde apoyo y como me coloco para intentar hacer lo mismo… o mejorarlo.

Llego hasta una inmensa roca que me impide el paso. Esta debe superarse por debajo, arrastrándose, o por encima.

Primer tramo

No soy clautrofóbico, pero tampoco ardo en deseos de meterme en ese agujerillo, así que apoyo mi espalda contra una de las paredes, busco los mejores agarres con mis manos enguantadas y uso mi pierna izquierda para impulsarme. Y con ello, a pesar de mi estrambótica postura, logro superar este primer obstáculo que a la postre será el más difícil.

El corredor se estrecha un pelín más a partir de este punto, y Gonzalo teme no poder pasar. No obstante, ambos lo conseguimos y tras superar una nueva roca encajada (esta vez por debajo) salimos al exterior para, tras girar a la derecha, llegar en pocos pasos a la cumbre del Yelmo.

Segundo tramo

¡ Lo hemos conseguido !

Personalmente estoy henchido de felicidad. He logrado una cumbre muy codiciada por cualquier montañero, y encima en invierno. En contra de lo que pueda parecer nos ha resultado muy sencilla, a la par que muy divertida. Y nos prometemos que la próxima vez que lo ascendamos, será ya escalando la muralla de la cara sur.

Cumbre de El Yelmo

Permanecemos solo unos minutos contemplando Los Fantasmas (tras de nosotros), las Torres de la Pedriza, toda la Pedriza Posterior y las nubes acechando la Cuerda Larga, porque de repente ráfagas de viento de una virulencia considerable casi nos tiran para abajo, y enseguida hemos de iniciar el descenso.

Panoramica desde El Yelmo

La salida de la fisura nos resulta más cómoda al haberla ya recorrido y pronto nos encontramos en la base de la bóveda de granito. Nos felicitamos y, como nos queda tiempo, decidimos practicar un poco con las cuerdas en las paredes del coloso.

Es un rato frío pero divertido, y tras avezarnos un poco en el uso del material de escalada, iniciamos el descenso rumbo al pueblo donde queremos comer algo ya que, tontos de nosotros, a ambos se nos ha olvidado la comida en casa.

El descenso será algo más complicado que el ascenso, porque por unos minutos nos perderemos en el laberinto de rocas y regatos y, más abajo, una familiar dolencia volverá a atacarme. Uno de mis dedos del pie derecho comienza a hacer de las suyas al igual que en los Alpes el pasado verano. Aquella vez lo achaqué a mi condición física, pero una advertencia hace poco en «una invernal» a la Peña Cebollera (donde mi amigo Amador y yo tuvimos que retirarnos en plena ventisca) y el dolor de hoy, no auguran nada bueno.

Tengo que hacérmelo mirar. Puede ser un simple pinzamiento provocado por la postura de descenso, o incluso una metatarsalgia… Pero nada ni nadie conseguirá apartarme de estos lugares en los que soy plenamente feliz. Las montañas.

Manzanares el Real -El Tranco

Con una última mirada atrás, y mientras varios cientos de aves emprenden el vuelo desde el Embalse de Santillana, planeo mis próximas escapadas…

Quiero perderme entre tus paredes, entre tus misterios, entre tus verdades.
Pero me conformo con estar contigo, con verte, con tocarte,
me conformo con que estés ahí, para mí, para siempre.

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