Cueva Valiente es una montaña de la Sierra de Guadarrama con una altitud de 1.903 metros, situada sobre la localidad de San Rafael del municipio de El Espinar, en la provincia de Segovia.

Su cima se ubica en terrenos de Peguerinos que pertenece a la provincia de Ávila, y forma parte de un cordal que tiene su origen en Cabeza Líjar y se separa de la dirección este-oeste que sigue la Sierra de Guadarrama para correr en dirección sur-norte. Este cordal es el que separa las provincias de Ávila y Segovia.

Entre Cueva Valiente y Cabeja Líjar está el Collado de Hornillos, en donde se encuentra el Puerto del Berrueco (1.634m). Cerca está la peña del mismo nombre donde la leyenda cuenta que en su cima hay un tesoro, y sobre ésta se abre la Sierra de Malagón, ya en terrenos de Peguerinos.

En las inmediaciones hay muchos restos de construcciones bélicas que datan de la Guerra Civil y, en su punto más alto, podemos hallar incluso un búnker reconvertido en refugio de montaña.

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Localización: Alto del León (Guadarrama)

Tipo de Ruta: Montañismo

Longitud: 8 kilómetros (aproximadamente)

Duración: 3 a 4 horas (aproximadamente)

Época recomendada: Todo el año (en invierno puede ser recomendable el uso de crampones)

Dificultad MIDE:  → mide_CuevaValiente

Equipación mínima: Bastón (crampones), mochila, botas de montaña (o trekking) y agua. (más info…)

Ruta GPS: Cueva Valiente

Recomendaciones:

  • No hay agua potable en el recorrido, es recomendable llevar agua en la mochila que podéis aprovisionar en el restaurante del Alto del León.
  • Si no queremos que la ruta sea muy larga, os recomendamos acercaros con el coche (por la pista forestal que parte del Alto del León) hasta la base cimera del Cabeza Líjar. Desde allí, tras descender un poco, iniciamos la ruta del Cueva Valiente.
  • En invierno la ruta puede tener algo de hielo y es recomendable llevar crampones.

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La temperatura puede rondar fácilmente los cuatro o cinco grados bajo cero. Hay niebla y el frío casi parece cortarte los pulmones. Sin duda el día es realmente desapacible, pero estoy dispuesto a cumplir mi objetivo a menos que me caiga una nevada encima…

Cuando hace unos meses recorrí el camino de Cabeza Líjar para descubrir algunos escenarios de la Guerra Civil en nuestra sierra, la niebla, que parece constante por estos lares, nos hizo retroceder tras coronar el Alto de La Salamanca a mi amigo Juan y a mi. Entonces me prometí que acabaría de recorrer todo este cordal desde el punto donde nos retiramos, ascendiendo a la última de las grandes cimas de la zona: el Cueva Valiente. Allí espero ver otras de las ruinas mejor conservadas del conflicto, y que salpican toda esta zona.

He circulado por toda la pista forestal desde el Alto del León hasta el Collado del Hornillo en coche, y me dispongo a cumplir mi palabra hoy mismo. Aunque el día no promete ser el mejor de los deseados, las previsiones dicen que no debería tener ningún problema.

Así, a pesar del mal aspecto del clima, decido arriesgarme durante un rato e inicio la ruta por el único sendero que va hacia arriba en dirección oeste.

Al principio, la senda resulta bastante empinada y pedregosa, y pronto empiezo a notar como me arden los pulmones por culpa del frío y de la falta de aclimatación previa a la subida (ya que la aproximación no la he hecho andando). Sin embargo, el camino resulta muy bonito con los árboles parcialmente nevados y los saludos de algún cuervo de la zona.

Espero que no resulte un mal presagio. Estoy completamente solo…

El camino continúa durante un rato en constante ascensión. Las nubes parecen cerrarse por momentos sobre mi y decido darme algunos metros más antes de sopesar si darme la vuelta.

Por fortuna, algo más arriba, comienzo a ver como el día empieza a aclarar por encima de mi y la temperatura aumenta ligeramente.

Voy siguiendo las huellas que ha dejado algún excursionista sobre la nieve y la tierra, la cual, por cierto, me parece increíblemente dura al pisarla. Cruje bajo mis pies de lo helada que está.

Algo más adelante, el camino empieza a girar hacia el norte y veo al fin trazos de cielo azul.

Ya no siento tanto frío y la humedad disminuye a cada paso.

Al fín veo una cima. Imagino que es mi destino, porque según recuerdo del mapa, no se trata de una ruta muy larga. Pero nada más lejos de la realidad: según descubriré en pocos minutos se trata de otra cima subsidiaria llamada… Cerro Valiente.

El camino parece tornarse de nuevo en una especie de escalera, salvo que en esta ocasión los peldaños contienen placas de hielo verglás que hay que sortear con mucho cuidado para no hincar la rodilla en tierra.

Tras salvar una pequeña cascada de hielo que me llama la atención, llego a la cumbre donde recorro las ruinas de un antiguo puesto de observación. Desde allí diviso el vértice geodésico que marca la cima del Cueva Valiente. Aún me queda un rato, pero la mejora del día me da ánimos para seguir.

El descenso al collado que separa las dos cimas, y que es el punto de inicio del llamado Valle de Enmedio, resulta un cómodo paseo a través de un maravilloso pinar nevado. Voy taloneando con facilidad aunque soy consciente de que subirlo más tarde va a costar.

No tardo en llegar al collado y otra vez vuelvo a comenzar una subida.

Ahora camino por una senda forestal que viene desde El Espinar, e imagino que bien puede ser lo que queda del camino que servía de senda de suministros para la gente que estaba apostada en estas lomas.

Miro tras de mi y veo un extenso bosque cubierto por completo de nieve. Me recuerda a cierto bosque alemán que recorrí hace no mucho. Bajo mis botas, placas de hielo gimotean al partirse.

Este es sin duda un paraje muy hermoso. La soledad me embarga. No se oye nada excepto mis pasos. Y una vez más me sobrecoge la fuerza de un lugar como este, donde los hombres… hermanos… pasaron este frío y se mataron por unos ideales…

Camino con cuidado de no resbalar. A veces mis botas se hunden en la nieve.

El sol me acompaña todavía.

He llegado a una fría loma desprovista de árboleda. Y al fin diviso el final de mi camino.

Un búnker remodelado corona el punto más alto de la montaña. Sobre él, entre las rocas, se alza un vértice geodésico de primer órden. Lo he conseguido.

Camino unos minutos por la zona tratando de localizar más ruinas, pero la nieve debe taparlas todas y el día no es propicio para perder el tiempo. Me dirijo pues al refugio y penetro en su interior girando el congelado pomo de la puerta de hierro.

El interior parece muy cómodo, con una chimenea y una mesa plegable de chapa. Incluso hay algo de leña y una vieja sartén colgada de la pared por si fuera necesario.

Al salir de la estructura trepo con precaución por las rocas heladas y me alzo hasta la cumbre donde lenguas de hielo escapan del vértice como si se tratara de una fría melena de piedra.

Hoy el paisaje me está vetado. Llevo toda la mañana envuelto en un bello halo de misterio. Y, sin embargo, no me importa… porque lo poco que puedo ver me llena de satisfacción. Cristales de hielo, barreras de nieve, árboles curvados por efecto del peso… y un gigantesco mar de nubes que se extiende hasta el horizonte.

Allá, durante tan solo unos minutos, la Bola del Mundo y La Maliciosa sobresalen de entre las nubes para saludarme.

Detrás de mi, nubes algo más oscuras se acercan poco a poco.

«Celébralo al bajar», me repito varias veces. E inicio el descenso.

Me habría gustado dar una vuelta por la zona para localizar la cueva que da nombre a este pico, y donde también se dice que se guarda un tesoro de los moros, pero no quiero arriesgarme más a contrariar al clima y me pongo en camino de vuelta al coche.

Volver a subir por el bosque helado hacia el Cerro Valiente resulta durillo, tal y como me imaginaba, y al rodear las ruinas del antiguo fortín me parece atisbar una trinchera cubierta de hielo hasta el borde.

Qué locura, madre mía…

Después, el descenso resulta rápido dada la pronunciada pendiente.

Continúo solo. Solo el repicar de algún pájaro carpintero me dice que hay alguien más vivo por la zona.

No tardo en llegar al coche y por fin puedo dar por concluída esta zona de la sierra. Me siento muy bien y estoy deseando llegar a casa para darme una ducha caliente, ver algunas de las fotos que he hecho… y, quizás, pensar en mi próximo objetivo…

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