Portugal no es precisamente un país conocido por sus grandes montañas. De ahí que tan solo encontremos unos pocos nombres mencionables dentro del ámbito montañero del país vecino. Uno de ellos, es el del Pico de la Torre de 1.993 m.

La Torre es en realidad un monumento que marca el punto más elevado de Portugal Continental, con categoria de Reserva Biogenética y la segunda altura más elevada de todo el pais ya que tan sólo la Montaña del Pico, en las Islas Azores, es más alta. Este punto no es una cumbre usual de montaña sino el punto más alto en la Serra da Estrela, un hermoso paraje de origen glaciar, salpicado por algunas otras cumbres dignas de mención para la practica de la escalada como los Cántaros Gordo, Magro y Raso, afloraciones graníticas que alcanzan, respectivamente, 1.875 m., 1.928 m. y 1.916 m.; además de un número bastante elevado de lagos y lagunas naturales y represadas. Como curiosidad mencionar que el rey D. Juan VI (1816-1826) fue quien ordenó la construcción de la citada «Torre» en la cumbre, toda en piedra, para completar los 2000 m de altitud y «darse el gusto» de tener una «cota dosmil» dentro del territorio continental.

La Torre tiene la característica inusual de ser una cumbre accesible por una carretera asfaltada ya que en su cumbre podemos encontrar las ruinas de una antigua estación de radar de la OTAN, restaurantes y la única estación de esquí de todo el país. Todo ello hace que el lugar resulte poco atractivo como objetivo montañero… únicamente como meta para los coleccionistas de cumbres relevantes.

La ruta más habitual, si no se quiere llegar en coche sino andando, es a través del sendero PR-6 MTG desde la localidad de Manteigas, o algo más arriba desde un emplazamiento conocido como «Nave de San Antonio«.

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Localización: «Nave de San Antonio» (Covilhã)

Tipo de Ruta: Montañismo

Longitud: 7 kilómetros (aproximadamente)

Duración: 2 horas

Época recomendada: Todo el año

Dificultad MIDE: 

Equipación mínima: Bastón, mochila, botas de trekking y agua. (más info…)

Ruta GPS: Torre

Recomendaciones:

  • No hay agua potable en el recorrido, así que, aunque no sea una ruta larga, es recomendable llevar agua en la mochila.
  • La señalización del PR se pierde un poco tras cruzar la carretera en la parte superior, aunque, dadas las características de la zona no resultará difícil llegar a nuestra meta yendo campo a través (salvo en condiciones de niebla, en donde tendremos que perder el tiempo buscando los hitos).
  • En nuestro recorrido merece una especial mención La Senhora da Boa Estrela («Señora de la Buena Estrella»), en el Covão do Boi. Se trata de una obra de arte religiosa, una escultura de los años 40, incrustada en una roca de los contrafuertes del Cántaro Raso.

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Después de haber subido al Mulhacén este año, me apetecía sumar otra montaña que fuera igual de relevante. Y, ¿por qué no subirse a la cumbre continental más alta del pais vecino? Del mismo modo que nosotros, la prominencia más alta de Portugal se localiza en una isla… así que, al menos este año, nos ceñiremos a los techos continentales.

Cual es mi asombro al descubrir que dicha cumbre está en un macizo que apenas roza los dosmil metros y que, para colmo, es accesible en coche.

Hay que decir que el Mulhacén también es bastante accesible por la mayoría de sus caras pero, hoy por hoy, no llega a esos extremos. Así que, para que no se diga, al menos quiero llegar a tocar ese techo portugués con algo de esfuerzo alcanzándolo a pie…

Aprovechando mis vacaciones salmantinas, me despierto aún de noche y recorro unos 200 Km. para plantarme en medio del último intento del Sistema Central por alcanzar el segundo millar de metros: la Serra da Estrela.

Se tratan de unos andurriales bastante humanizados a pesar de ser un Parque Natural, y no es sino hasta llegar a la zona donde dejo el coche que no me encuentro con un paraje algo más reseñable desde un punto de vista paisajístico. Es un pequeño Gredos. Aunque con una carretera que, si así fuera, podría llevarme hasta la cumbre del Almanzor.

Tras cerrar el coche camino unos metros por la carretera hasta localizar las marcas rojas y amarillas del PR (en Portugal la señalización es ligeramente distinta que en España) y que, en teoría, me conducirá hasta la cumbre.

Abandonando el asfalto me adentro en una trocha que por momentos se verá asaltada por los piornos hasta casi no dejarme ver el suelo. Es quizás la única dificultad reseñable en el paso mientras, poco a poco, voy progresando por la cresta dejando a mi derecha la carretera.

El camino deja de ganar altura al cabo de unos minutos y comienza a circular de forma más suave por la ladera de la montaña a través un sendero que a veces es un simple camino de tierra y, en otros momentos, parece más cuidado con losas de piedra conformando una especie de calzada de estilo romano y que va dejando a la izquierda el embalse conocido como Albufeira da Barragem do Covão de Ferro. Una de las varias lagunas represadas que hay por toda la serranía, vestigio artificial (junto a otras más naturales) de una época glaciar.

Salvo algunos hitos casuales, no veo señalización en ningún momento; no obstante, la ruta no tiene pérdida.

Así, tranquilamente, y gracias al madrugón que me he pegado, voy caminando a la sombra mientras gano altura con suma facilidad. Veo la carretera por encima de mi y, según pasa el tiempo, escucho incluso algunos coches que empiezan a recorrer estas alturas para ir cómodamente de pueblo en pueblo.

A mi izquierda, siempre una imagen más agradable.

Más montañera.

Más acorde con otras montañas similares que he pateado.

Sin embargo y sin quererlo, al final me hallo de nuevo en la carretera.

Debo cruzarla para, aunque no encuentro ninguna señalización más, intentar localizar el camino que me lleve hasta la cumbre sin enriscarme o «empiornarme» demasiado.

De este modo, camino por el margen derecho del asfalto hasta localizar un arroyo que parece surgir por debajo de la carretera. Este pequeño apartado me recuerda un poco a la Pedriza del Manzanares, pero en pequeñito. ¿No es acaso este lugar un paraje de interés geológico como aquel? Pues si. Pero me extraña ver aquí un montón de pequeños hitos diseminados por todas partes de una forma poco natural.

Me pregunto si habrá algún tipo de laguna o sitio chulo que la gente ha puesto de moda sumándole esta nefasta nueva «tradición» de construir hitos en donde te caiga el culo.

Y es entonces cuando la veo…

Nuestra Señora de la Buena Estrella (Senhora da Boa Estrela).

Una imagen tallada en la roca de un tamaño similar a uno de aquellos budas que los talibanes volaron en las montañas de Afganistán hace unos años… aunque en tamaño reducido.

Sabía que había una imagen de una vírgen por aquí pero, esperando una típica imagen diminuta encajada en la piedra, semejante figura reconozco que me sorprende e incluso me llega a parecer hermosa aquí, emplazada en este lugar. Realmente, solo por estar en este recoleto y fresco lugar, merece la pena subir hasta aquí… aunque la cumbre posterior no nos diga nada.

Aprovecho para trepar un poco por una canal de piedra que sale a su izquierda y contemplar una posible vía de subida hasta mi objetivo fuera de la carretera.

Desde lo alto, veo una construcción ahora en ruinas y lo que parece una pequeña vega de un arroyo por la que podría subir. Así que, me bajo de nuevo y salgo otra vez a la carretera para llegar a ese punto y descubrir que, para mi fortuna, es el sitio correcto desde donde continúa el PR-6 MTG.

Es la última subida que me queda por hacer en el día.

Dejo tras de mi a los «Cantaros» (Gordo, Magro y Raso), unas formaciones graníticas muy conocidas entre los escaladores portugueses y de mayor interés que la propia cumbre de la Torre, y en poco tiempo alcanzo las redondeadas lomas próximas a la cumbre.

Los hitos desaparecen ya por aquí. Quizás sea porque la parte superior de las esferas abandonadas de los viejos radares de la OTAN son tan evidentes que el camino no tiene pérdida. Puede que incluso con niebla fuera capaz de encontrarlas…

He visto algunas imágenes de esta sierra con nieve, y reconozco que tiene su encanto.

A pesar del tránsito de esquiadores que debe haber por aquí, probablemente esta zona de cumbre gane en encanto pero cuanto más acerco al complejo construido en la cima, más me cuesta creerlo.

Camino por encima de rocas y turberas intentando sacar algo aprovechable de la visión que tengo ante mi, pero no hallo nada que convenza a mi cabeza de que estoy en la cumbre más fea que he hollado. Si no fuera por ser el lugar reseñable que es, probablemente ni lo habría pisado. Me quedo, como diría mi estimado amigo Juan Carlos… con el camino. A veces, mucho más bonito que el lugar al que llegamos. Y, desde luego, en esta ocasión, esa máxima es más cierta que nunca.

Tras fotografiar la torre de piedra que eleva el lugar hasta los dos mil metros, recorro el lugar mientras unos obreros tratan de adecentar la carretera que llega hasta allí.

No permanezco mucho por esta redondeada y extraña cumbre. Enseguida me pongo en camino no sin antes quedarme con una instantanea del paisaje que está frente a mi… y no detrás. Hacia el Este…

Retomo de nuevo el camino por el que vine. En imágenes por satélite he visto que podría regresar por un posible camino situado más al sur y por el que llegaría directamente a la laguna represada, pero tampoco creo que merezca la pena. Tan solo me apetece volver a casa y quitarme de encima los 200 Km. que aún me quedan por delante.

Con los «Cántaros» frente a mi y una imagen casi difuminada en el horizonte de lo que quizás podría ser la Sierra de Francia, ansío regresar a esa España de montañas hermosas y corazones familiares que me esperan con los brazos abiertos.

Quizás pruebe más adelante con ese otro techo portugués. Isleño. Alto…

Pero será ya otro año. De momento, voy a buscar una «Super Bock«.

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