Al leer un titular como este, podríamos pensar que ya sabemos cuales han sido las principales aportaciones de la carrera espacial al mundo de la montaña: el uso del GPS, aplicaciones en el textil, la comida liofilizada… Pero, ¿realmente nos hemos parado a profundizar qué impacto han tenido estas contribuciones o si ha habido alguna otra?

Desde que se inició la carrera espacial, allá por los años 50 y 60 del pasado siglo XX, han sido numerosas las aplicaciones que se han dado a los desarrollos científicos puestos en marcha por las diferentes agencias espaciales en nuestra vida cotidiana. Algunos de ellos se han extrapolado al mundo del montañismo debido a sus similitudes.

¿Similitudes? Claro… Después de todo, ¿no han sido pocos los que han comparado escalar, por ejemplo, un «ochomil» con estar en la Luna?

A continuación os enumeramos un pequeño listado de las tecnologías que han traspasado las fronteras de los laboratorios «espaciales» a, para nuestro interés, el mundo de la montaña:

  • Tejidos inteligentes: es cierto que materiales como el Vibram o tejidos como el Gore-Tex (que serían los primeros que nos vienen a la cabeza) no se inventaron inicialmente con una intención de aplicación aeroespacial. Pero son ejemplos hoy en día de lo más básico a nivel textil que podemos utilizar en el monte, antes de encontrarnos con elementos más avanzados y que pueden adaptarse a las condiciones medioambientales o estímulos exteriores, termorregularse, absorber el calor, ser repelentes de la radiación solar o transpirar de forma mucho más efectiva en la montaña. Todos ellos derivados de la indumentaria que un astronauta debe utilizar en sus misiones orbitales.
  • Velcro: aunque no fue concebido tampoco para su uso en el espacio, fue en este ámbito (en trajes o bolsas de muestras) donde se aplicó inicialmente de forma más exitosa y sirvió de puente para popularizarse su uso entre la sociedad. ¿Os imagináis nuestros guantes de altura, abrigo o mochilas, sin estos cierres tan efectivos?
  • Gafas de sol: la cubierta de cristal de un casco espacial además de permitir al técnico ver con normalidad debe protegerlo de una manera mucho más completa que una cobertura terrestre; dado que su trabajo se desarrolla fuera de la protección que la atmósfera proporciona contra la radiación solar. Como muchos ya sabemos, en el caso de ascender una montaña, y más en condiciones de nieve, estas condiciones de radiación y luminosidad se hacen más patentes que a nivel del valle; y gracias a la tecnología concebida para los cristales de los pilotos de caza militares o los propios cosmonautas, contamos hoy con gafas de categorías superiores a las usadas hace décadas y estamos a salvo de patologías como la «ceguera de montaña» o simples ralladuras por roces o caídas de rocas.
  • Cascos: los materiales ligeros y tremendamente resistente de los cascos usados en astronáutica se han extrapolado a los que podamos usar actualmente en nuestras escaladas o, incluso, en viajes en motocicleta.
  • Calzado: El aislamiento térmico o el acolchado antiimpacto de las botas que utilizamos en nuestros trekkings o ascensiones de altura están pergreñados del mismo modo que los utilizados en 1969 por Armstrong y Aldrin al pisar el suelo lunar.
  • Prótesis: el desarrollo de articulaciones robóticas en la exploración espacial ha permitido llevar a cabo nuevas ortopedias destinadas a seres humanos, capaces de simular al máximo posible un miembro funcional y de resistir las inclemencias del tiempo; lo cual ha facilitado a muchos montañeros con discapacidad a cumplir sus sueños en la montaña.
  • Sistemas de respiración: muchas de las altas montañas del Himalaya no serían alcanzadas hoy por el común de los mortales sin el actual desarrollo de sistemas de respiración, tremendamente ligeros y más efectivos que los usados tradicionalmente en el alpinismo clásico, incluso ante temperaturas extremas, y que parten del que los astronautas poseen en sus trajes.
  • Comida liofilizada (deshidratada): más allá de sus propiedades organolépticas y de lo que nos puedan gustar o no, lo que tienen los alimentos deshidratados es que duran mucho más (sin agua se frena el crecimiento de muchos microorganismos), lo cual es una cualidad imprescindible a la hora de permanecer muchos días lejos de zonas civilizadas. Ya sea en el espacio… o en una expedición terrestre.
  • Células de energía solar: pensadas en origen para alimentar satélites y otros ingenios… qué sería ahora de nuestros aparatos electrónicos si no pudiéramos cargarlos tras varios días de travesía alejados de un refugio. Las células solares portátiles han supuesto un alivio, sobre todo, para las baterías del campo de las comunicaciones en terrenos aislados.
  • Comunicación por satélite: a día de hoy (y nosotros esperamos que nunca) hay montañas del mundo que no poseen antenas de telefonía móvil en sus alrededores. Así que, si queremos comunicarnos con nuestros seres queridos, o enviar una crónica a la Red, nos serán necesarios estos sistemas de comunicación desarrollados por y para la tecnología aeroespacial. Aunque, desde luego, no nos saldrán baratos.
  • Tecnología de teledetección: las desapariciones de alpinistas en altas montañas como las del Himalaya han propiciado el uso de nuevas tecnologías para tratar de localizarlos (ya sean vivos o muertos) desde cotas superiores a la propia montaña. Así, se han llevado pruebas desde 2021 con la llamada Tecnología SAR (Radar de Apertura Sintética) cuyas distintas variables se utilizaban hasta entonces solo en aeronaves o cartografía planetaria.
  • Filtros y depuración de agua: la ingesta del «líquido elemento» siempre ha supuesto uno de los grandes retos a la hora de salir del planeta. Por eso mismo, en caso de andar por los Picos de Europa, donde no hay abundancia de fuentes de agua, o nos aislemos en algunas zonas montañosas de Asia, toda la tecnología inventada para que exploradores del espacio puedan aprovechar este bien tan preciado es de aplicación hoy en día (en mayor o menor medida) para los equipos de montaña que usamos también en nuestras salidas.
  • Seguimientos médicos: análisis de oxígeno en sangre, monitorización de presión sanguínea, diagnóstico por ultrasonido… ¿Qué sería de ciertas expediciones sin este tipo de recursos?
  • Temperatura aural: en particular, y como curiosidad añadida, decir que la temperatura que un médico nos puede tomar en el oído o la frente en un refugio o un campamento mediante un termómetro digital de infrarrojos se hace del mismo modo que una sonda puede medir la temperatura de una estrella.
  • Y, por supuesto, y por último… el GPS: poco tenemos que decir de este instrumento que ha cambiado la manera en que nos adentramos en las zonas desconocidas de nuestros mapas. Engendrado inicialmente con fines geoestratégicos y militares en 1995, su liberalización en el año 2000 supuso una revolución en muchísimos sectores sociales. En nuestro caso supuso una perdida de romanticismo en la manera de afrontar la «exploración» de la montaña pero, a cambio, nos otorgó una cierta seguridad a la hora de adentrarnos en esos lugares tan inhóspitos para nosotros.

Y eso sería todo por hoy… ¿Se os ocurre alguna tecnología aplicable más? No dudéis en hacérnoslo saber a través de vuestros comentarios.