De haber llegado a este artículo derivado de tu buscador web o desde cualquier otro enlace se debe en parte, imaginamos, a que estas interesado por el mundo de la montaña, la naturaleza y el medio ambiente. Por eso mismo, y antes de que sigas leyendo, damos por hecho que eres consciente de que el Cambio Climático es un hecho innegable que está afectando a todo el planeta y, en el caso de las montañas (unos ecosistemas de los que depende más de la mitad de la población mundial)… de especial modo.

¿Cierto?

Es de todos conocido que el Acuerdo de París dictaminó en 2016 una serie de medidas para combatir ese Cambio Climático con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a partir de este fatídico 2020. Desafortunadamente, muchas de ellas no se han podido siquiera poner todavía en marcha debido a la aparición de la pandemia del COVID-19 (en parte, si sabemos interpretarlo bien, causada colateralmente por ese mismo Cambio Climático que desplaza a las especies de sus hábitats y produce mutaciones en diferentes microorganismos); pero, ahora que parece verse la luz al final de este terrible túnel, es el momento de volver a tomar las riendas de este enorme problema para el futuro de la humanidad y exigir a los gobiernos de nuestros países o localidades, la implementación de medidas que nos alienten y obliguen a adaptarnos a un nuevo estilo de vida.

Pero, ¿por qué no empezar previamente por nosotros mismos antes de lograr que las Administraciones (tradicionalmente más lentas) marquen disposiciones? ¿Por qué no dar un ejemplo previo? Por ello, de igual modo que aquellos que quieren lucir tipo en verano realizan cambios en su alimentación y hábitos deportivos, si nosotros, como montañeros, queremos hacer algo para ayudar a paliar este proceso en nuestro entorno habitual de actividad deportiva, tendremos que efectuar algunas modificaciones en nuestra manera de de relacionarnos con las montañas que marquen el camino a seguir.

Un ejemplo a seguir en la manera de afrontar sus expediciones es Alex Txikon, el cual intenta reducir al máximo el impacto medioambiental de sus proyectos montañeros creando un a vía a seguir para todo aquel que admire sus actividades. Así, de igual manera que el alpinista vasco, este cambio de comportamiento no solo lo deberíamos interiorizar en nosotros mismos sino también transmitirlo a cualquier otro practicante de deportes al aire libre o amante de la naturaleza.

Debemos ser conscientes que la industria de esta clase de deportes (asociada también a la del Turismo) es una de las mayores del mundo, y suele representar un volumen del PIB de cierta importancia en muchos países. En el caso de España esto se acentúa aún más ya que el Turismo (y, en este caso, el Ecoturismo) es uno de los motores principales de nuestra economía, lo cual supone un nivel de presión bastante importante para los espacios naturales nacionales. Una presión que es tangible a diario observando las noticias sobre las masificaciones en ciertos Parques Nacionales cuando las restricciones de movilidad a causa de la pandemia se han relajado (e incluso antes), o analizando el marketing cada vez más masivo y generalizado que hacen las grandes marcas especializadas en productos o servicios para ganar clientes y «vender naturaleza».

Entonces, ¿qué puede hacer el deportista al aire libre por el planeta? Pues, y aquí es donde queremos marcar la diferencia con otros artículos que puedan encontrarse a lo largo y ancho de la Red, no solo comportándose de manera ejemplar en la Naturaleza (algo que debería darse por hecho) sino también, de forma imprescindible y urgente, analizando críticamente cómo es su modo de vida cotidiano en su lugar de residencia.

De nada sirve que sepamos comportarnos correctamente en un entorno natural, si al llegar a nuestras casas mantenemos hábitos depredadores con el planeta.

El informe de 2018 de las Naciones Unidas conocido como Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), certificó que se puede disminuir la catástrofe climática limitando el calentamiento del planeta a 1,5°C en relación al período preindustrial. Por tanto, para evitar que nos quedemos sin los lugares que amamos y ansiamos recorrer sean estos densos bosques, montañas nevadas o senderos a la orilla del mar, debemos replantear nuestra manera de vivir.

Por tanto, es vital modificar algunas costumbres para intentar no dejar huella y baste con empezar por esta lista que os facilitamos:

  1. Los amantes de los deportes al aire libre son a menudo considerados adictos a los equipos y debemos revertir esa imagen. No nos dejemos llevar por la mercadotecnia ni las modas. Nuestro equipamiento tiene unos años de vida que debemos aprovechar, dentro de los estándares de seguridad. De necesitar equipo, comprémoslo duradero pues será una inversión en la calidad del mismo y en la reducción de deshechos.
  2. Cuando finalmente jubilemos parte de esta equipación, reaprovechémosla de algún modo. Si necesita reparación, hay marcas o pequeños negocios que ofrecen este servicio para darles una segunda vida. Y, si realmente se necesita actualizar el equipo pero todavía es válido, puede donarse a alguna ONG.
  3. Reduzcamos el consumo de plástico. ¿En qué momento la humanidad necesitó que la fruta y verdura viniera envuelta en plástico? Debemos eliminar en la medida de lo posible los envases de un solo uso tanto en casa y como en nuestras actividades al exterior. Existen muchas alternativas de envoltorios flexibles fabricados en telas u otros materiales naturales que podemos usar al ir al mercado, en nuestra cocina, llevar productos en la mochila o sacar la basura al contenedor.
  4. Derivado por tanto del punto anterior, y siempre que podamos, consumamos comida a granel o adquiridas mercado tradicional o tiendas de cercanía y, si el «tendero» no posee envases reciclables adecuados, proporcionémoselos nosotros.
  5. No solo es necesario llevarnos la basura del campo cuando hacemos una actividad. Hemos de reciclar correctamente en cualquier momento; ya sea al llegar al final de la ruta a un punto donde podamos dejarla (o más adelante si no existen los correctos contenedores habilitados), o en nuestra propia casa aunque necesitemos cuatro bolsas diferentes.
  6. Baterías y bombonas de gas: este tipo de material, casi exclusivo de nuestras actividades de varios días, supone un problema bastante importante cuando los damos por agotados. Nuestro primer impulso es abandonarlos en el cubo de «restos» cuando no debería ser así. Debido a su especial riesgo y tratamiento, este tipo de utensilios, del mismo modo que sucede con las pilas descargadas o los medicamentos caducados, deben depositarse en los puntos limpios habilitados a tal efecto en nuestros municipios. De no saber como proceder, consultad en los departamentos de Medio Ambiente de vuestro Ayuntamiento.

En definitiva, tengamos una conciencia ecológica consecuente. Tanto en la ciudad como en el campo. Del modo en que lo hacían nuestros abuelos. No se trata solo de pensar de forma egoísta… en el sentido, nos referimos, de conservar la Naturaleza para nuestro propio disfrute y el de nuestros allegados. Sino que hemos de pensar en el futuro. En que la Naturaleza está ahí también para el deleite y sostén de las generaciones venideras.

Recordemos siempre ese proverbio que reza: «No heredamos la tierra de nuestros padres, la tomamos prestada de nuestros hijos«